Entrevista a María Elena Candioti
No es
fácil percibir en todas las personas señales del amor por lo que hacen. Ese
sentimiento a veces resulta de comprender el esfuerzo empeñado en la propia tarea,
o de una experiencia cargada de sucesos que marcan la forma de pensar. Con
María Elena uno encuentra esa pasión en el aire. La sensibilidad de una
pregunta que te golpea con toda su intensidad, aunque con una suavidad que
conmueve mucho más que lo puramente racional. Un hablar pausado, que parece
expresar la intención de detenerse en lo que se escabulle más fácilmente en el
vertiginoso correr del pensamiento. El movimiento de sus manos completa e
impulsa lo que nos ofrecen sus conceptos". La docencia como profesión
cobra otro sentido con quienes hacen de la filosofía un filosofar en acto. Ex
docente e investigadora, madre, compañera. Para quienes la conocen, quizás este
diálogo les evoque vívidos recuerdos. Para quienes no tuvieron esa oportunidad,
esperamos puedan entrever y capturar alguna algunas señales.
Primer encuentro
El interés por la filosofía surgió a partir de las
clases del profesor de “Historia de la Educación”…
Sí, del profesor de Historia de la educación, el
profesor Basail de la Escuela Normal, en cuarto año. Él tenía una perspectiva
de la historia de la educación que implicaba el paso por ideas filosóficas,
antropológicas, éticas, políticas. Y bueno, ése fue para mí el primer contacto,
el primer descubrimiento de la filosofía.
¿A qué autores conociste?
Para mí, y creo que para todo el curso, fue
inolvidable el encuentro con el mito de la caverna. Eso fue el descubrimiento
de un mundo diferente. Hasta tal punto fue inolvidable que cuando se
festejó el aniversario de los 25 años de egresados, y se planificó el encuentro
con un profesor en el aula, fue ése el profesor elegido y volvimos una vez más
al tema del mito de la caverna…¡Lo que puede hacer un profesor transmitiendo el
entusiasmo…!
¿Fue también cómo lo contó, no es cierto?
Sí, por eso; por el modo en que pudo presentar un
tema. Fíjense que impactó no solamente en aquellos en los que despertó el
interés filosófico sino prácticamente en todos… No así las clases de filosofía
que dictaba otra profesora. Digo esto como una reflexión incluso sobre la
propia tarea…¡Cuidado con lo que hacemos en las clases! Fíjense : “¡No
así las clases de filosofía!” –Parece paradójico…
¿De qué carecían?
De entusiasmo filosófico. Carecían de pregunta,
carecían de la posibilidad de abrir algún tipo de problema. Era recibir apuntes
y repetir apuntes. Se imaginan que eso es lo totalmente opuesto a lo que puede
hacer la filosofía. La respuesta directa es entonces que esas clases carecían
de interrogantes, de problemas, de discusión.
Entonces, ¿a partir de ese interés en el secundario
ya tomaste la decisión de estudiar Filosofía?
No, no, no fue la decisión allí. Las decisiones
para optar por una carrera suelen ser difíciles. En mi caso no [lo] fue tanto…
me interesaba la filosofía mucho; y en esto tuvo que ver - además de este
profesor- el doctor Rafael Virasoro y los cursos que dictó en esa época, a los
cuales asistieron muchos estudiantes del secundario. El Dr. Virasoro era
odontólogo, pero sabía mucho de filosofía y daba clases en Rosario, en la
Facultad. No era profesor en Santa Fe; no había facultad de filosofía en
ese momento. Pero bueno, alguien lo habrá convocado y él dio un curso de
historia de la filosofía, en el Colegio Nacional, me acuerdo. Fui a escucharlo…
¿Eso fue en quinto año, más o menos?
Y sí, yo estaría en quinto año ya. Virasoro
tenía esa claridad de pensamiento… La posibilidad de abrir la pregunta
filosófica, el amor por la filosofía, todo esto transmitía…Y eso tuvo que ver
en mis inclinaciones, aunque no fue lo que definió como tal; tuve mis serias
dudas, si estudiaba Matemáticas, si estudiaba Ingeniería Química, y finalmente
opté por la Filosofía. Pero bueno, me gustaba la ciencia también. Y de hecho,
mucho del trabajo en mi carrera ha sido de reflexión sobre la ciencia, historia
de la ciencia. Siempre me interesó.
La Lógica, cuando estuviste en Buenos Aires.
Sí, en Santa Fe también. Ese fue el ámbito de la
filosofía que prendió en mí primero. La inclinación por el conocimiento, por la
ciencia, por la lógica, eso es lo que me gustaba.
Después, más allá de esa clase que dio Virasoro,
¿tenías alguna relación con él?
Sí, yo lo conocí…
¿Te pasaba libros…?
Sí, me prestaba libros…lo conocía desde chica. Era
amiga de su hija, compañera de sus hijos en el conservatorio de música.
Para mí Virasoro fue siempre un referente, en todo sentido. Hasta cuando tocaba
el piano estaba atenta a si Virasoro estaba escuchando ¿Vieron esas personas
que para uno resultan un punto de referencia…’
Influyentes…
Si, si, la mirada que uno busca, de aprobación o
no…
Era con él…
Sí…no sabría decirles por qué… Pero me doy cuenta
de que para mí era importante. Y posiblemente eso también haya incidido;
porque cuando una persona que consideramos así expone un tema, el tema te
llega.
Otra pregunta que teníamos es: ¿Qué leías, en tu
adolescencia, juventud?
Bueno, a ver…
¿Qué te gustaba?
Novelas, fundamentalmente novelas. Creo que pasaron
por mis manos todo tipo de novelas, desde policiales hasta románticas. Bueno,
hace poco empecé a buscar aquellos primeros libros que compré con mis primeros
sueldos. Eran Proust, Chesterton… y ahí los tengo en esa biblioteca. Ahí están.
Y también, ya en la Escuela Normal, me acuerdo que leíamos mucho a Freud.
En ese momento Freud y Nietzsche eran lo prohibido, lo secreto, lo que se ponía
debajo del banco; pero lo leíamos. No solamente yo. Era...bueno, lo que “hay
que leer”. Lo sacábamos de Colmegna. Colmegna se llamaba una editorial/librería
que tenía una biblioteca muy grande de la que te podías hacerte socio…
¿En la escuela?
No, no, era una biblioteca que pertenecía a una
librería que estaba donde hoy es Alicia Libros. Era editorial y librería;
muchos de los libros de Virasoro estaban editados ahí.
¿Era una editorial santafesina?
Sí, sí…y tenía una biblioteca importante; a mi me
fascinaba. Ahí estaba todo Freud, estaba Nietzsche también. Hoy esos
temas están muy lejos de las líneas que yo he seguido trabajando, pero en aquel
momento era eso. Sería lo que resultaba diferente, el sabor de lo que no
se daba en clase…
¿Sacaban los libros con otros amigos?, ¿después los
conversaban?
Sí, sí; no éramos muchos los que leíamos tanto.
Pero sí, intercambiábamos, conversábamos entre nosotros… Qué podemos haber
entendido de Freud no sé. De Nietzsche, no sé… Los leíamos así, sin
dirección, sin orientación... con la cabeza, con la chispa de los 16, 17 años.
No sé qué habremos entendido, sin antecedentes, sin explicación, sin
nada. Era leer nada más; pero era interesante.
Claro, Nietzsche escribe re bien…
Y bueno Freud también; son impactantes…
Pero es difícil…
Por eso te digo, no sé qué entendíamos...
Pero a Nietzsche por ahí desde un punto de vista
poético lo podés seguir…
Sí…me acuerdo que lo primero que leí fue Ecce
Homo y me acuerdo precisamente por la impresión que me causó. Hoy ustedes
nunca me habrán oído mencionar a Nietzsche en clase, por ejemplo…porque no es
un autor que yo haya trabajado; o lo he analizado sólo a raíz de alguna
discusión con alguien. No es de lo filósofos que he trabajado especialmente.
Pero en esa época lo leía con avidez.
Quién sabe qué explicación le podemos dar…
sociológica.
(Risas)
Yo creo que la explicación es que nos atraía lo que
no nos daban oficialmente.
Claro…lo prohibido, lo de la sospecha…
Claro; y lo teníamos medio a escondidas.
Hablo de Freud y Nietzsche. No recuerdo respecto a Marx....A Marx
yo lo leí después ya cuando estaba en la facultad, no en el secundario.
¿Qué significado tiene la docencia para vos, dado
que trabajaste muchos años como docente?
Bueno, para mí la docencia es mi vida, es decir,
además de mi familia, mis hijos, mis nietos, y todo lo que uno construye
personalmente, laboralmente para mí ha sido siempre la docencia el eje central.
No es que no valore la investigación; creo que no hay docencia sin
investigación, especialmente si se está trabajando a nivel universitario.
Por otra parte no podés ni debés mantenerte solo en una línea sin explorar
otras, porque no se puede ofrecer mucho si estás siempre en la
reiteración de lo mismo. Pero para mí la docencia, sí, ha sido lo que ha
centralizado mi atención. …Además creo que es lo que he hecho mejor. Con esto
quiero decir que, para mí, si miro hacia atrás, es donde más satisfacciones
encuentro. No sé en realidad si lo hice mejor, -uno no se puede evaluar- pero
es lo que me ha dado más satisfacciones...
Comparándolo con tu cargo como decana, por ejemplo,
con las otras funciones que has cumplido…
Sí, privilegio esa relación con el alumno, ese
poder ver que avanzan, que algo dejaste; que alguna pregunta que se abrió en la
clase encontró algún espacio. Eso de que te hable para consulta un alumno
que no has visto desde hace diez años, o simplemente que te recuerde con
una notita para navidad, para mí realmente son como pequeños tesoros que
guardo. Insisto, no quiero decir que la investigación no te deje algo
importante también. Bueno, el trabajo hecho te produce satisfacción, a mí me lo
produce; pero lo otro es como que uno siente una mayor…
…además la diferencia que veo es que estás con
otros también, por ahí el papel de la investigación es más solitario.
Sí… a veces.… A ver, aclaremos: escribir un
artículo, un libro, no es simplemente cumplir con una obligación o cumplir con
un informe. Es una gran satisfacción. Pero en mi caso particular tiene mucho
más peso esa relación con el otro. Ver crecer intelectualmente a otro que fue
tu alumno, después tu amigo, tu colega…para mí es muy valioso eso. El mayor
motor de mi dedicación a la filosofía ha sido la docencia. Por eso creo que las
preguntas que ustedes me hicieron acertaron respecto a por dónde pasó para mí
la carrera. Y vos me decías Laura, si esto iba más allá del cargo que
cumplí como decana u otras tareas directivas. Yo creo que sí, porque la
tarea de conducción (si bien se ve que a mí me ha gustado, sino no hubiese
caído tantas veces) es más dura, más dolorosa; tiene muchas dificultades. El
estar a cargo de una institución no siempre es simple. Sin duda, el desafío me
atraía; mi marido siempre me decía: “si lo aceptás es porque te gusta”. Y sí,
hay que reconocer que sí. Pero se pasan momentos muy complejos, muy difíciles,
donde a veces también se juegan negativamente relaciones humanas… O sea que si
tuviese que optar por la una o por la otra, sin duda elegiría la docencia.
¿Y podés profundizar más en esto de en qué sentido
aporta la relación con los estudiantes?
Bueno, aporta fundamentalmente lo que uno aprende
de los alumnos. Yo creo que se aprende tanto de los libros como de la clase,
aunque parezca algo extraño lo que digo, porque se supone que en la clase hay
que ir a enseñar; pero la pregunta del alumno, el cuestionamiento de los temas,
es un motor irreemplazable.
Las clases tienen que ser con preguntas de los
alumnos…
Ni lo dudo ¡Ni lo dudo! Es decir, tanto por ellos
como por vos mismo. Si el alumno no pregunta es un simple receptor.
Entonces en cierto sentido no es que toda la
conducción de la clase recae en uno mismo, como docente…
Toda la conducción no. Además siempre he creído,
siempre, -y lo he sostenido teóricamente, no sólo en el modo de enfocar la
clase- que educar no puede ser simplemente transmitir un paquete hecho y
cerrado. Eso no es educar. La sola transmisión indica una idea totalmente
mecánica y cerrada de la docencia. El alumno no es un receptáculo, una lata
vacía que hay que llenar con contenido. Si no hay ida y vuelta, si no hay
diálogo, no hay avance. Y diálogo en serio, no una cierta práctica
docente que recurre a las preguntas como estrategia para llegar a un
determinado resultado. Si sos hábil en esta práctica podés lograr ese
resultado; pero esa no es la cuestión. La cuestión es estar realmente preparado
para la pregunta no prevista. Y “preparado” no quiere decir tener la respuesta
lista, sino tener escucha. Y si tenés que correrte vos, corréte… Por eso les
digo, se aprende. A mí me ha pasado en casi todas las clases tener que volver a
consultar cosas por preguntas que quedaron pendientes; o por cosas que respondí
pero después algo me funcionó como inquietud y vuelve a quedar abierto. Hasta
el momento había entendido algo de una forma, pero algún cuestionamiento
te hace pensar nuevamente ¿será realmente?. Si como docente uno no está
dispuesto a eso, no le hace bien ni al alumno ni a él mismo. Eso para mí es
teoría, es práctica, es convencimiento de que es así; en filosofía y en otras
disciplinas. Cuánto más en filosofía que sin preguntas, no es
tal.
Claro, la otra pregunta es si la filosofía tiene
que tener una relación con la docencia, o con la enseñanza…
Eso ya no me resulta tan fácil contestar…
Claro, es quizás una pregunta más general…
En mi caso en particular ha sido así. Pero no me
animaría a decir que únicamente hace filosofía el que hace docencia; también se
puede hacer filosofía de otras maneras. A veces más solitariamente, a veces en
diálogo. Por otra parte el diálogo no es necesariamente con el alumno; el
diálogo puede ser con Kant, con Hume, con Locke, es decir, con el texto.
Sí, y lo que está detrás de esto es lo que se
entienda o lo que entienda cada uno que es hacer filosofía...
Bueno, yo también creo que no hay una única forma
de hacer filosofía ni una definición única de lo que es filosofía… No se
trata de delimitar un territorio acotado y descalificar todo lo que queda
afuera. Me parece que, por suerte, hemos superado en general, en el ambiente
filosófico, esto de cerrar… Bueno, dije superar, pero no sé si lo
superamos del todo. No sé si no seguimos afirmando con mucha frecuencia: “esto
no es filosofía”... Pero se tiende al menos a ser más respetuoso de las
diferencias.
Si, lo que es raro es que sin embargo, hay algo que
es filosofía. O sea, aunque uno quiera abrirse, abrirse, abrirse…
Pero se dice y se hace de muchas maneras. (Risas)
No creo que se pueda decir “únicamente la filosofía de corte europeo es
filosofía, y no…”
La norteamericana...
Claro, o el pensamiento oriental. Nuestra tradición
occidental tiene una impronta racional determinada; pero hay otras formas
de hacer filosofía. Yo lo dejaría abierto. No podemos tener únicos
criterios de lo que es racional y lo que no es racional; me parece que eso
sigue siendo un debate abierto y que debería ser inclusivo. Tampoco
cualquier cosa es filosofía. Este es un problema serio. Hoy insistimos en el
respeto a la diversidad, respeto a los distintos lenguajes, respeto a las
distintas formas de hacer filosofía; pero tampoco todo puede caer en la misma
bolsa; un pensamiento, para ser filosófico, tiene que tener ciertas
condiciones. Me parece que todavía tenemos que trabajar bastante en eso… Pero
esto venía, ¿con respecto a qué pregunta?
Era con respecto a si la filosofía tenía que tener
una relación con la enseñanza.
Bueno, me parece que no necesariamente. Aunque creo
que necesita diálogo: el diálogo con el texto, el diálogo con otros
autores...
O sea que no tiene que ser en un discurso hablado
necesariamente…
Creo que es así. Lo que sí me parece es que el
trabajo de la filosofía requiere apertura, y no plantarse por anticipado
en una concepción determinada, que incluso lleva a escuchar a otro
o a leer un texto de una manera sesgada, y a dirimir las cuestiones
que se presentan desde la posición ya asumida. ¿Soy clara? ¿se entiende
esto?
Sí, sí, me acordaba de Gadamer, el “dejar hablar al
texto”… no ir con la idea...
No ir con la idea que intenta forzar y
hacerle decir al texto lo que ya tenés de alguna manera predeterminado,
decidido de antemano. O bien decidido cómo lo vas a hacer añicos. Muchas
veces se da eso: nos proponemos abordar algo nuevo o diferente, pero
lo hacemos con ideas y valoraciones preconcebidas que no estamos
dispuestos a revisar. Eso me parece que no es bueno. No es crítico, no permite
discernir.
Considerando que diste varios años Teoría del
Conocimiento, ¿en qué aspectos ves que se fue modificando el programa de la
cátedra? Bueno, estuviste en distintos lugares, no? Y los criterios para
modificarlo. No sé si podés hacer afirmaciones en relación con algo más
general, o sólo a tu propia cátedra.
Sí, yo más bien partiría de mi propia
cátedra, porque para hacer afirmaciones en general tendría que tener un
conocimiento de cómo se ha dado en distintas universidades, etc., etc.
Incluso para hacerlo en mi propia cátedra es medio difícil porque son
muchos años y mucho lo transcurrido. Empiezo por lo del criterio que es
lo que me quedó en el oído. No creo que haya habido criterios establecidos que
digan aquí hay que cambiar. Creo que los cambios fueron viniendo más bien por
los requerimientos, por lecturas, por nuevos autores, nuevas problemáticas que
aparecieron. Es lo que detectás como un vacío, o lo que notás como bueno.
Descubrimos o aparece en primer plano un determinado pensador y hay que ver qué
está diciendo, porque esto está moviendo el contenido de la cátedra; o cierto
plan, cierta propuesta.
Claro, no podría entonces ser pensado desde el punto
de vista de que uno tiene criterios...
No digo que no haya habido ningún criterio. A ver:
el criterio puede ser estar atento a lo que se va produciendo en el ámbito
filosófico. La idea es, me parece, mantener la apertura a lo que aparece
como requerimiento. Con esto quiero decir, lo que se da a veces como un
sacudón de lo establecido, lo que permite vislumbrar nuevas relaciones.
No se pueden seguir sosteniendo determinadas concepciones sin al menos
escuchar otras posiciones que están teniendo peso dentro de la filosofía
contemporánea. Y en eso sí he tratado de estar atenta, incluso respecto a
movimientos que a veces no me resultaba atractivo leerlos, o me resultaban
pesados. Pero bueno, siempre he creído que para decir “esto no sirve”,
hay que leerlo primero. Y leerlo uno mismo, no que lo lea otro y te lo dé ya
masticado. Si he seguido un criterio, entonces ha sido ese:
apertura a lo que aparece como interrogante, como problema, como requerimiento;
incluso - y esto me ha sucedido más de una vez - como requerimiento de
los alumnos. A veces son los alumnos los que están leyendo o atentos a lo que
aparece, y proponen considerarlo. Yo me puse a leer y profundizar
Wittgenstein para incluirlo en le programa porque me lo pidieron Gerardo, Dante
y Lisandro, que eran alumnos de Teoría del conocimiento en su momento.
“¿Por qué no vemos esto?”- propusieron-. Y yo tuve que admitir que era un
autor que todavía tenía que estudiar mucho, pero podíamos leerlo e investigarlo
juntos, estando atentos a lo que podía aportar para el problema del
conocimiento.
El caso de Wittgenstein sería uno que hubo…
Si, esto fue sólo un ejemplo que recordé ahora.
Haciendo un recorrido largo, tengo que remontarme a mis comienzos en Teoría
del conocimiento en la Universidad Católica, como auxiliar de
cátedra. No era el mismo programa que ustedes conocen. Lo organizaba la
profesora titular; dábamos mucho Aristóteles y especialmente
Santo Tomás. Para mí fue valiosísimo e importantísimo. Yo soy una admiradora
del pensamiento de Santo Tomás, tiene importantes aportes para una teoría del
conocimiento. Creo que realmente es una respuesta interesante, considerable,
compleja, bien pensada. Bueno, pero para mí eso no agotaba la problemática del
conocimiento, sobre todo porque ya tenía la investigación sobre
fenomenología en marcha y fui incorporando lo que yo podía ofrecer, proponiendo
temas a la titular; porque así se hacen los programas. El trayecto… es
difícil de precisar. Son muchos años y no puedo decir totalmente con
exactitud cuál fue el recorrido; pero creo que primero fuimos
incorporando temas de fenomenología; luego, cuando ya tenía la cátedra a mi
cargo se incluyó la filosofía de la sospecha, la crítica de las ideologías, la
crítica a la filosofía de la conciencia…En ese momento Marx se leía mucho... Y
desde la cátedra analizábamos qué puede significar el pensamiento de Marx en la
crítica de las ideologías, para una teoría del conocimiento, esto lo trabajamos
bastante…
¿Y qué textos leían, en ese momento, por ejemplo de
Marx?
Bueno, leíamos aquel famoso Prólogo acerca de
los condicionamientos de la base social, el Prólogo a la Crítica de la Economía
Política; leíamos algo de los Manuscritos, la Ideología
alemana. Y tendría que buscar el programa de aquella época… Pero la idea
era mostrar justamente que el problema del conocimiento no se resuelve de modo
explícito y consciente sino que hay dimensiones subyacentes. Marx no intenta
hacer una teoría del conocimiento, simplemente “denuncia”, digamos, que no
siempre lo que se mantiene como objetivo y verdadero tiene esa validez
universal, sino que responde a intereses que provienen de otras instancias, que
son esas bases materiales; y que, de alguna manera, para tener una mentalidad
crítica, es necesario tener en cuenta los posibles condicionantes. Que
lo que uno cree y piensa en determinados órdenes depende de esos
factores. La ideología no opera necesariamente como falsa conciencia en
el sentido de imponer la idea y el interés de clase a otros, sino que a veces
funciona de manera no explícita ni reconocida. Con lo cual abre una brecha
importante a una teoría del conocimiento, que muestra que aún
cuando se cree establecer criterios y métodos que aseguren objetividad se
puede estar condicionado desde otras bases. Lo importante es poder asumir que
esas condiciones de otro orden, es decir, condiciones que no son estrictamente
gnoseológicas, inciden en la filosofía. Esa era la idea que pretendíamos
considerar del marxismo y lo comparábamos también con algunas ideas
del pragmatismo… La intención era mostrar esa conjunción de teoría y praxis a
través de distintos lineamientos: teoría-praxis, teoría-vida, lo
cual implica tanto la relación de la teoría con la vida cotidiana, con la vida social,
como la vida en el sentido fisiológico.
Es mucho más complejo el problema del conocimiento
que aquello que se resuelve a nivel enunciativo. Y una crítica tiene que estar
atenta a esto. La teoría no es una teoría pura; tiene sus
condicionamientos, sus intereses, que surgen de la praxis y vuelven a ella. Y
es en este punto entonces, donde empezamos a ver que una
teoría del conocimiento también tiene vinculación con lo ético y lo político.
Aunque no sea explícita, directa, inmediatamente política, tiene esa dimensión
política. Y eso me parece que es interesante marcarlo, no solamente por los
posibles condicionamientos sino también por el impacto del pensamiento. Quiera
o no tiene impacto político y ético.
Y del pragmatismo, ¿los clásicos?
Trabajábamos algo de James y algo de Dewey. A mí el
que realmente me parecía interesante era Dewey. Y a lo largo del tiempo me doy
cuenta de que son intereses que han persistido, porque mi interés último por
Putnam en buena parte tiene un recorrido que va comprobando esas ideas. Esa
conjugación de teoría y praxis a mí me parece que hay que atenderla; las bases pragmáticas -en el sentido amplio de
praxis- y la repercusión que la teoría tiene en la acción.
Sería interesante pensar que una orientación de ese
tipo le falta a la carrera de la UNL, como que estamos todavía mucho en la
teoría.
Entiendo lo que querés decir. Aunque también la
teoría tiene, quiera o no, su impacto en la manera en que cada uno se
posicionar ante la realidad, ante el mundo. No es tan fácil, me parece,
establecer una frontera nítida entre teoría y praxis. En esto me ha convencido
Putnam; en que a esas dicotomías es hora de repensarlas. Hay una
continuidad entre una y otra, ¿dónde establecer el corte entre teoría y praxis?
Incluso me parece que esta idea está también en la fenomenología (y
siempre vuelvo a ella porque es una de las líneas de pensamiento que más he
trabajado); parece un pensamiento teórico, puro, abstracto, duro y, sin
embargo, tiene una clara preocupación por la praxis, responsabilidad ante la
acción. Yo creo que la filosofía es también una cierta responsabilidad, y creo
que con esto estamos tocando algunos de los aspectos éticos-políticos. Sin
dudas hay concepciones filosóficas que han favorecido el corte.
Otro tema que incorporamos fue también la cuestión
del lenguaje. ¿En qué sentido? justamente en la conjunción de
conocimiento/lenguaje que puso a la vista esto que se llamó giro lingüístico
(en sus distintas formas). La filosofía del siglo XX mostró que el problema del
conocimiento está atravesado por el tema del lenguaje. En este sentido no fue
simplemente agregar nuevos contenidos, sino en buena parte cambiar la óptica.
No podemos ya separarlos: el acceso al conocimiento pasa fundamentalmente por
el tema del lenguaje Y además de esto, el programa siempre incluyó la
parte histórica con los ineludibles, es decir, los filósofos modernos que
pusieron en el centro el problema del conocimiento. Los nuevos temas, en buena
parte, los íbamos incorporando María Inés (Prono) y yo de acuerdo a las
lecturas de cada una y a lo que íbamos percibiendo como más importante dar.
Evidentemente no hemos seguido caminos idénticos con María Inés pero nos hemos
complementado en el sentido de que yo abordaba unos temas, María Inés otros,
tratando de cubrir el espectro de la filosofía actual, fundamentalmente. Y en
los clásicos siempre uno tiene que hacer pie.
Kant…
Kant, sin duda… Más allá de cómo se organicen los trabajos internos de la cátedra, creo
que para una Teoría del conocimiento es un autor ineludible.
Volviendo a la pregunta inicial: pienso que es sólo
un programa en cuyo armado yo llegué hasta un cierto punto y que luego
seguirá actualizándose de múltiples maneras posibles.
¿Y hacías eso de consultar algún programa de otra
universidad para ver cómo organizaba la currícula?
Sí… y hay programas de todas clases, por
supuesto. Hay programas muy tomistas; esto depende de la orientación de la
carrera también. Hay otros que toman por ejemplo un filósofo, Kant, o Kant y
Husserl, y se dedican a ellos; hay algunos otros muy introductorios. Hay de
todo; desde aquellos introductorios que proponen una multiplicidad de
temas, hasta aquellos que toman nada más que dos autores. Yo siempre he tratado
de hacer algo que tome un poco de las dos cosas, hacer una introducción y
luego trabajar a Husserl y otros temas. No es fácil hacerlo en un cuatrimestre.
Cuando uno tiene un año- es más simple, es decir, da más posibilidades de
penetrar más en los autores. Mi idea es que una materia filosófica en general
debe ser anual.
¿Todas? Sería algo totalmente distinto a lo actual,
¿o no?
O casi todas, en fin, algunas podrían ser
cuatrimestrales. Pero yo creo que es importante la maduración en la materia,
así tenga menos horas semanales… Aclaro, porque me pareció entender en tu
“todas…” (risas) que se nos haría un programa eterno.
(entre risas) Claro, pensé en 30 anuales y dije
“nooo”.
A ver, entre 4 horas cuatrimestrales y dos anuales,
mi opción sería siempre dos anuales, porque es el tiempo de lectura, de
maduración de la materia…
O sea, de la materia por parte de los estudiantes.
Claro. Pero bueno, son decisiones que se toman, y
tendencias. También hay pedidos de los estudiantes; convengamos que, no sé por
qué, les parece que organizan mejor la carrera con materias cuatrimestrales. Yo
no soy de esa opinión, pero bueno, respeto la otra.
¿Pero hay por ahí pedidos de que se hagan
reducciones?
A ver, no sabría decirte acá en la carrera de
filosofía (UNL), pero en otras carreras donde he sido docente, sí había pedido
de los alumnos, y reclamos de los centros de estudiantes, para que haya
materias cuatrimestrales porque así tenían más turnos para rendir.
Vos decís por ejemplo con materias como Lógica 1, o
Lógica 2, que son cuatrimestrales, ¿hacerlas anuales?
No sé, eso es una cuestión de cómo se arma un plan
de estudios. Hay materias que son enormes, las historias de la filosofía son
enormes.
Esas tendrían que ser de dos años (risas).
No les digo los seminarios, los seminarios sí
pueden ser cuatrimestrales; eso tiene otro ritmo porque uno se puede dedicar a
un autor. Pero en otras materias no. Respecto a Teoría del Conocimiento
siempre he tenido la sensación de que recién empezamos cuando ya se nos acabó
el cuatrimestre.
Nosotros habíamos charlado que justamente Teoría
del Conocimiento también es una materia que te cambia la perspectiva.
Y debe haber otras materias en las que también se encuentran
con eso.
Bueno, Filosofía Política, donde dábamos 4 autores
clásicos cuando la cursamos: Aristóteles, Hobbes, Locke y Rousseau. ¿Y la filosofía política
contemporánea? Bueno, nosotros nos tenemos que hacer cargo de eso que nos
falta, pero…
Claro; también hay que mirar al
conjunto y considerar -como muchas veces se ha hecho- que lo que no se
vio en la materia, puede darse en seminarios especiales. Ahora
hablaba sólo de mi sensación cuando se me acabó demasiado rápido la materia y
me quedé con ganas de plantear un montón de cosas. No lo estoy poniendo como un
deber ser, ni como un criterio; simplemente es la experiencia de que me hubiese
gustado permanecer con esos temas más tiempo. Por supuesto, en esa situación
siempre hay que tomar decisiones y resignar ciertas cosas.
Sí, en el caso de Teoría del Conocimiento, nos
pareció una materia casi como Filosofía Moderna, por la complejidad de los
textos.
Insisto, no es que esté diciendo ahora que el plan
de estudios debería considerar y poner…No, no, no; no es eso, porque entiendo
perfectamente que en un plan de estudios uno tiene que resignar un montón de
cosas y armar lo que se pueda. Pero no es fácil meterse en Kant y a la semana
siguiente ya estar en lo contemporáneo en donde se abre un abanico de
escrituras y discursos muy diferentes. Eso es algo que siempre nos ha pasado.
En todos los lugares pasa y pasará; uno quiere mucho espacio para
su materia, y además quiere que sea la última porque ya implica mucha base
adelante. Pero más allá de esta aspiración, después hay que armar lo que
permite un plan de estudios.
Con relación al Departamento de Filosofía, en
realidad algo nos fuiste respondiendo también, con respecto a si dictabas
cursos…
Sí, eran cursos abiertos no solamente para la gente
de filosofía sino también para otras especialidades…
De la universidad, digamos, ¿dirigidos a los
estudiantes eran o al público en general?
No; se pedían títulos de grado.
Ah, eran profesionales.
Sí, eran abogados, médicos, profesores de
filosofía. Había un espectro amplio, no les digo que era enorme. Y bueno, mi
desempeño ahí fue en el área de Epistemología, pero con esa específica
perspectiva filosófica que fue el análisis que hace Husserl de las ciencias
modernas. Trabajamos fundamentalmente La crisis de las ciencias europeas
y la fenomenología. Y Graciela Busaniche tomaba otra perspectiva
filosófica.
Con las personas que integraban el
Departamento, ¿tenían otros lugares de encuentro u otras actividades
diversas a las que realizaban en ese
ámbito?
Y sí, muchos participaban de la cátedra de
Introducción a la Filosofía en la Facultad de Derecho, por ejemplo. Pero yo ahí
no estaba; entré después a la Facultad de Derecho. Algunos dábamos
clases en la Universidad Católica. Otros como Petrullo, Chaparro, Núñez, daban
en la Tecnológica también. Lilita Sarsotti trabajaba en A. Brown. Cada uno
tenías sus espacios, y algunos compartidos.
Y la dinámica de los simposios, jornadas,
congresos, ¿cómo era en ese momento en comparación con ahora?
Como primera respuesta, había mucho menos. Estaba
tratando de acordarme de unas jornadas que se hicieron en el Museo Rosa
Galisteo, que fueron abiertas; eran de la Sociedad de Filosofía del
Litoral.
Descubrimos una nueva institución…
Que duró poco también (risas). Pero existió esa
Sociedad de Filosofía del Litoral; y les aseguro que hasta este
momento me había olvidado. Me acuerdo también que Núñez se reía y decía “lo
único que nos falta poner es los hermanos Cuesta” (risas), por lo de “filosofía
del litoral”…
Pero esa jornada en el Rosa Galisteo, ¿era distinta
a las de ahora?
Era con presentación de ponencias de aquellos que estuviesen en filosofía, acá, en Paraná, etc.; como se hace un congreso. Después, sí, lo que se hacían eran conferencias, cursos que dictaba un profesor o un grupo de profesores. Me acuerdo en la época de la Católica cuando Leyendeker estaba como Decano, y yo era alumna de la facultad, él organizó muchos cursos; venía gente de Buenos Aires, de Rosario. Pero ya te estoy hablando como de prehistoria, antes del Departamento de Filosofía.
¿Qué materias dictaba Leyendeker?
Yo lo tuve de profesor en Filosofía Griega; era un
excelente profesor. No tenía mucho escrito pero daba clases y era uno de esos
profesores que podía atrapar a la audiencia. Otro tema que trabajaba era
Filosofía de la Naturaleza; en una época dio Antropología, también
seminarios sobre marxismo. Su materia preferida creo que era Filosofía de la
Naturaleza.
Y hablar de esos temas, por ejemplo, marxismo,
¿cómo era la relación que tenía con la iglesia?
En ese momento no había problemas. Te estoy
hablando del año sesenta y pico. Que yo me acuerde lo problemas empezaron
luego, con los gobiernos militares.
O no sé, que él pertenezca a una universidad
católica y que dé esos temas un cura…
Teníamos seminarios de Sartre…
Claro vos nos habías contado que él había asistido
a cursos de Foucault.
Pero incluso había otros seminarios en la
facultad sobre Sartre, por ejemplo. Estábamos estudiando a un autor. Que leas
Marx no quiere decir que seas marxista, que leas Sartre no quiere decir que
seas sartreano, esa es una idea realmente cerrada y tonta, ¿no? En eso no había
problemas.
Claro, quizás pensaba en lo que dice esa filosofía
acerca de Dios, que era lo que podía provocar algún problema.
Creo que estaba presente la siguiente idea, que yo
comparto: nosotros estudiamos ciertos autores filosóficos y lo que tiene que
hacer un profesor es ofrecerlo, transmitirlo, hacerlo comprensible, poner al
alcance los textos; y cuál es la posición que cada uno tome ante eso, es una
cuestión personal. Creo que si no es hasta menospreciar al alumno. Me parece
que un alumno universitario tiene el derecho y la obligación, y en esto soy
kantiana a muerte, de pensar por sí mismo. Y no por cada autor que leas te vas
a mimetizar con él. Yo en eso sigo convencida; uno toma sus posiciones pero tiene
necesidad de leer las otras también, porque de lo contrario no entendés ni a
aquel por el cual tomaste partido. Lo repetís simplemente, es doctrina, no es
filosofía.
No había problema con eso, en que estudiaras ese,
éste, o el otro. Se estudiaba porque somos estudiantes de filosofía y hay
temas que hay que conocer porque son los que están ardiendo en el
mundo. Como era el marxismo en ese momento ¡cómo no conocerlo!. Y no había
problema; después vinieron los problemas.
Yendo a otra pregunta, ¿cuáles serían los posibles
roles que pueden jugar las personas que se dedican a la filosofía?
Esa es difícil. Creo que los roles pueden ser
muchos: puede ser el aula, puede ser la investigación, puede ser la
participación política más directa. Puede ser la figura del intelectual, una
figura algo desdibujada pero que en un momento tuvo peso; pienso en Sartre por
ejemplo. Pienso que son todos posibles roles, y el rol fundamental me parece
que es la mirada crítica y el compromiso. Yo creo que pediría esas dos cosas:
mirada crítica, posibilidad de tomar distancia, no en el sentido de
borrarme sino de discernir, lo que ha sido la función de la filosofía por otra
parte, siempre, desde los presocráticos. No quedar sumergido en la situación
sino mirar críticamente. Pero por otra parte, asumir el compromiso.
Compromiso que pasa desde lo que digo hasta lo que hago, que puede ser con
cosas distintas. Pero me parece que esos serían los requisitos para que
realmente cumpla un rol que no sea el de “pasa-cassette”, sólo repetir cosas.