jueves, 20 de agosto de 2015

Entrevista a Darío Sztajnszrajber

Santa Fe, 3 de diciembre de 2014.


Se empieza a notar la proximidad del verano en Santa Fe, y nos encontramos con que una entrevista tan esperada por nosotros tenía una gran oportunidad de concretarse. La cita se fijó antes de la presentación de su espectáculo “Filosofía + Música” en nuestra ciudad, ante un teatro lleno que escuchó y participó de una masiva interpelación. Charlar con esta figura hoy tan visible y reconocida en relación con la Filosofía en nuestro país, era un interés que compartíamos desde hacía un tiempo. Su participación en medios de comunicación gráficos[1], radiales[2] y televisivos,[3] su actividad de divulgación en todo el país -a través de conferencias, espectáculos teatrales, cursos- que convoca un público masivo y heterogéneo, es lo que llama mucho la atención para un ámbito de pensamiento que muchas veces queda resguardado a los estudios universitarios y de posgrado. Es autor, además, del libro ¿Para qué sirve la filosofía? (Pequeño tratado sobre la demolición). Darío Sztajnszrajber parece haber entreabierto algunas puertas, dejando ver que la posibilidad de “salir de la caverna” está siempre abierta para todos.  


-¿Cómo definirías tu forma de practicar la filosofía?, ¿Notás que tiene una dimensión política?

Yo hago divulgación filosófica y creo que el concepto de divulgación es uno que recupera mucho de la vocación originaria de la filosofía, que es que la filosofía no es algo para especialistas, sino algo que puede ser apropiado por cualquier persona, porque es una de las tantas facetas que tenemos los seres humanos: plantear cuestiones, pensar. Hacer filosofía para mí es una forma de pensar de la que todos los seres humanos disponemos y el problema es que a lo largo de los años, de los siglos, esa forma de pensar que propone la filosofía, que es un pensamiento que cuestiona, que interrumpe el sentido de lo útil, que se hace preguntas más por la vocación de la pregunta que por la búsqueda de una respuesta concreta, es un tipo de pensamiento que fue tildado, por un sistema hegemonizado por el valor de la utilidad, como improductivo. Entonces, la improductividad de la filosofía la desterró de ser un discurso que garpe en el mundo en el que vivimos; por lo que está puesta en un lugar marginal, como algo inútil, como algo sinsentido, como un delirio, como una pérdida de tiempo. Y creo que no es bueno para la filosofía dar una pelea en esos términos, o sea, salir a demostrar que es productiva, que no es una pérdida de tiempo, que es algo útil; sino al revés, potenciar esa dimensión improductiva es una forma emancipatoria. O sea que en un mundo sumergido entre tanto ente, entre tanta cosa, la improductividad rompe con ese criterio que ordena el mundo de entes, entonces adquiere una dimensión política, desde el momento en que deconstruye la forma en que los sentidos se han instalado como únicos y definitivos. Y entonces, creo que la deconstrucción filosófica es una práctica política y diría, incluso, de izquierda. Entiendo que hoy una izquierda filosófica es básicamente una filosofía de la deconstrucción porque derrumba toda idolatría de cualquier verdad y trabaja en pos de un desmantelamiento de cualquier verdad fuerte, que es por donde creo que hoy se ejercen los poderes de turno.

-¿Qué habilidades pensás que necesita una persona que se dedique a la divulgación de la filosofía?

En el mundo de la filosofía cohabitan tres formas, tres dimensiones que son la investigación, la docencia y la divulgación. Creo que las tres tienen su propia lógica, su propio propósito y sus propias prácticas y que el problema es que, en general, no nos forman sino en la investigación que es esa faceta de la filosofía que se propone a sí misma, se presenta a sí misma como si fuese la correcta…



-Y que por eso se auto-clausura…

Y que por eso se auto-clausura porque se entiende única, entonces excluye a todo lo que no siga esos criterios. Por eso la docencia en filosofía siempre ha sido vista como una actividad de segunda línea, como una filosofía bastarda. A mí todavía me dice gente que se engancha con la filosofía: “bueno, yo quiero estudiar filosofía pero ¿a qué me voy a dedicar además de ser docente?”… como si el ser docente fuese un menos, un resto que no tiene sentido, ¿no? Pero bueno, a mí cuando me preguntan profesión, yo digo docente, no digo profesor de filosofía porque entiendo que es más importante la docencia que los contenidos que uno vierte. Creo que todo docente hace filosofía. Incluso podría haber sido docente de historia o de letras o de arte, que son disciplinas que me encantan tanto como la filosofía, pero me parece que esa docencia filosófica es clave, muy diferente a la de un investigador. Todos hemos tenido clases con excelentes investigadores que no pueden dar una clase, porque a los tres minutos te aburrís del soponcio que genera.

-Y por eso, en ese campo, ¿cuál pensás que son las habilidades que tuviste que trabajar? La gestualidad quizás…

¡Qué ansiosa! Viste que a los que hacemos filosofía nos preguntan por qué no ascendió Colón y empezamos con el ser, la nada y el devenir... Yo estoy yendo a tu pregunta. Mucho de lo que hoy yo elaboro cuando hago divulgación nace en la docencia. Y me le animé a la docencia por ahí desde lugares que no son los tradicionales. No es que sólo yo, sino que hay un montón de docentes que nos animamos a romper moldes, o sea, siempre para mí un aula fue un lugar donde montaba un espectáculo, más un lunes ocho y cuarto de la mañana en el secundario, había que generar algún tipo de impacto. Pero siempre di filosofía muy puesto en lo cotidiano, siempre rehuí a la historia de la filosofía y traté de hacer de mis clases, clases donde circulara la problemática, clases donde se generara el hecho filosófico. Y entonces se dieron una serie de recursos que después naturalmente los fui utilizando en la divulgación. Cuando das el salto a la divulgación te das cuenta que ya no tenés treinta alumnos sino que tenés miles de espectadores. Tenés que ir a una media, ver, tratar de pensar quién es el espectador medio y de qué manera poder incorporarlo, seducirlo, atraerlo con el discurso de la filosofía…Primero hay algo de los ritmos que es importante, que no pasa sólo por la filosofía, sino por cualquier ciencia, que en general escuchás a alguien hablando casi como si escribiera un ensayo y evidentemente no te engancha; no es lo mismo escribir que hablar y, entonces, en la oralidad es muy importante la cadencia, es importante saber que la concentración de alguien dura un tiempo. Yo por ahí estoy ocho minutos explicando un concepto, en el minuto nueve te mando un chiste, porque si no te vas dando cuenta de que se te va planchando el tipo que te escucha.

-A eso iba, con lo del chiste, ahí entraría el arte…

Sí, yo creo que la filosofía está más cerca del arte que de las ciencias, ¿no? Tiene mucho de arte en el sentido de que busca conmover, generar una experiencia estética. A mí me pasa con mucha gente que mira los programas de Mentira la Verdad, vienen, se me acercan, me abrazan y me dicen: me encanta el programa, no entiendo nada, pero me encanta. Yo al principio decía ¡qué horror! Ahora digo no, porque ese “me encanta” es mucho, porque evidentemente algo le genera en un plano que no es el meramente argumentativo-racional. Y en los diferentes proyectos en los que estoy trato de trabajar esa faceta. En este espectáculo de hoy que es de filosofía y música, básicamente explico conceptos y me acompaña una banda de rock que va tocando temas famosos del rock nacional que le van dando un aire a todo lo que estoy explicando. El otro espectáculo que es Desencajados es más una puesta teatral, ahí ya actuamos, la música y la filosofía además se ven atravesadas por el teatro, entonces vamos construyendo imágenes y después en la tele o en la radio estoy todo el tiempo usando estos recursos, pero creo que el recurso más importante es el pedagógico. En ese sentido, cuando explico un concepto, proyecto en lo que digo lo que interiormente entiendo yo que es un concepto debidamente explicado y no tengo ningún prurito, si explico algo y siento que no se entiende, entonces lo explico de nuevo y, si no, lo explico de nuevo y, si no, de nuevo. Puedo explicar ocho veces un mismo concepto, pero creo que así se termina entendiendo algo, porque uno va buscando caminos. Y creo que en la escritura pasa lo mismo. Muchas veces mis alumnos me dicen: “bueno, pero ¿cómo aprendo a escribir filosofía?” Yo les digo: vos escribí una oración en la que crees que ya explicaste todo lo que querías; bueno, cuando crees que ya explicaste todo, ponés punto y seguido y volvés a explicar lo mismo con otras palabras. Entonces te dicen: “eh, chamuyo, trucho” No, porque no es que uno piensa lo que escribe, la palabra crea sentido. Bueno, eso es Derrida puro, la escritura es autónoma y en su mero ejercicio van apareciendo conceptos. Entonces no es que decís escribo lo mismo con las mismas palabras y hacés una truchada, sino que empiezan a aparecer sentidos nuevos. Yo me le animo a eso, siempre me le animé a eso en los cursos.



-¿Y en tu formación tuviste algún maestro no académico?

Sí, tuve maestros no académicos por fuera de la carrera, por ejemplo, mi profesor de poesía fue fundamental, mi profesor de teatro fue clave. Hasta un director técnico que tuve cuando jugaba al fútbol por la manera en que planteaba el liderazgo frente al grupo, algo que después yo trabajo mucho con los alumnos, pero bueno, bien le haría a la carrera de filosofía tener una materia que sea teatro, no historia.

-Como explorar otros lenguajes…

Explorar otros lenguajes por ejemplo desde el teatro, desde la expresión. Porque para poder generar un mayor vínculo, una mayor transferencia con el que te escucha, necesitás unirte de recursos que no son propios del modo en que se hace filosofía académica…una materia que sea teatro en cualquier carrera de filosofía te sacan cagando, te dicen: “¿qué tiene que ver?”. Pero bueno, las carreras de filosofía no forman docentes de filosofía y el 95% que sale de la carrera de filosofía termina explicando filosofía a gente que no es de filosofía, con lo cual es ultra necesario, se vuelve muy necesario manejar esos recursos.

-De acuerdo a tu concepción de la filosofía, entendemos que en general la explicás como un gesto de desnaturalización, de deconstrucción de lo obvio. ¿Te pasó a nivel personal que se te haya impuesto algo que no podías discutir, desnaturalizar, encontrar algo tan contundente que no te permitiera dudar…?

Mirá, lo que me provoca son tensiones, porque por ahí cuando me encuentro con alguna situación, algún valor, algún acontecimiento que siento que me es difícil emocionalmente deconstruir, me encuentro en ese cruce, esa tensión donde, aunque me cuesta, no dejo de pensar que lo ideal sería deconstruirlo. Entonces hago un trabajo por deconstruirlo. Quiero decir, me la paso explicando en todos lados que los hijos no son propiedades de los padres. Ahora, como padre muchas veces me veo en situaciones donde me encuentro reproduciendo lo que cuestioné. Entonces la conciencia de que estoy reproduciendo eso que cuestiono, para mí es como un disparador para decir, bueno, trato de elaborarlo, aunque pierda, aunque no me salga…Me parece que eso es lo más valioso que tiene la filosofía…Hoy lo voy a trabajar nietzscheanamente: no se trata del retorno de Dioniso para que Apolo desaparezca y el mundo se vuelva dionisíaco, porque hoy el mundo es apolíneo, pero no se trata ni de que sea apolíneo ni de que sea dionosíaco sino entender que somos ese conflicto, que si fuésemos Dioniso solo no aguantamos dos días, y siendo Apolo solo somos estos tarados que somos. Entonces, claro, está tan apolinizado el mundo que hace falta que Dioniso retorne, pero no para que tome la hegemonía. Y eso creo que nos pasa en la vida cotidiana. Vos te encontrás muchas veces en situaciones en las que te das cuenta filosóficamente que estás metiendo la pata y ese darte cuenta genera que puedas laburarlo, ¿no? Pero bueno, se trata de eso, yo pienso que la existencia es de por sí algo dado que uno no eligió, que si uno la piensa a fondo no tiene sentido y si me la dieran a elegir, lo digo posta, a elegir (énfasis), yo no la hubiera elegido. Entonces ya me veo con esto, sé que hay una angustia originaria que me va a cruzar el resto de mi vida, entonces trato en ese juego -que lo llamo juego para no deprimirme más- de escapar lo máximo posible, de escaparle a lo instituido, sobre todo escaparle a que otros hagan con tu energía su propio poder.





-¿Ahí te podrías estar refiriendo a la academia o a lo que llamamos academia como esa estructura instituida?

Pienso más en las instituciones en general. Yo creo que con la academia filosófica, por ejemplo con todo este momento de divulgación en filosofía que hay a partir de todas las expresiones que surgieron en los últimos diez años, mi relación no es mala. Mis maestros, por ejemplo, los que fueron mis profesores, es gente que, cuando ve mis programas, me felicita, están orgullosos. Mis alumnos ni hablar. Por ahí a veces tengo dramas con mis colegas, pero por una cuestión más generacional, que nos formamos juntos, entran en juego otras variables ahí. Pero yo creo que hay cambios, o sea, creo que esa academia estática, “dinosauria”, conservadora así como un concepto amplio, general, no sé si diría que sigue igual. El CONICET ya exige en los programas de investigación un módulo que es divulgación. O sea, todo programa de investigación tiene que poder ser divulgado a un público más amplio. Sí me parece que hay lugares -yo no conozco la realidad de acá- en que por ahí vas a la carrera de filosofía de la provincia “x” y me ha pasado mucho que te encontrás con las internas de cada lugar, donde hay seis dinosaurios que manejan la facultad hace 40 años. Pero no haría de eso una generalización, creo que hay un movimiento interesante en la academia.


-¿Hay alguna problemática filosófica o de la vida que te encontraste que no podías llevar a la pantalla o no podías representar por la complejidad que tenía?

No, ninguna ¿Se te ocurre alguna?

-No, lo que parece fascinante es poder llevarla de esa manera.

No, para nada. Primero no he tenido ningún tipo de resguardo por parte del canal. Los temas que no toqué son los temas que no tengo debidamente trabajados. La selección tiene más que ver con lo que yo investigo. O sea, los primeros trece programas de la primera temporada eran los que tenía mas “mangeados” y así fui avanzando y en estas últimas dos temporadas me llevó mucho tiempo hacer toda una investigación como para dedicarme a trabajar estos temas. Por ejemplo, hay filósofos que yo no leí o leí muy poco; Sartre, por ejemplo, no lo tengo casi leído. Muchos me dicen, pero por qué no tocás Sartre. Y porque no lo leí. Entonces para divulgar tenés que tener muy claro; es al revés, la divulgación bien hecha supone mucho conocimiento de los autores, de los temas, de los conceptos para poder después volcarlos didácticamente.

-Por ejemplo, esto que hablabas del sentido, ¿se puede divulgar el sinsentido? ¿tendría sentido?

Y yo traté... por eso en esta última temporada hicimos un programa de la angustia, por ejemplo, donde trabajamos el tema del sinsentido, uno sobre la nada y claramente más allá de cómo las palabras intentan explicar esos fenómenos, hicimos mucho hincapié en la historia del personaje donde para explicar la nada fuimos llevándolo a un lugar casi de suicidio, de retraimiento de su propio ser, una persona que no se sentía cómoda con su propia identidad. Pero en los programas buscamos eso, buscamos en la ficción contar lo que desde la palabra filosófica no alcanza.

-¿Es todo guión tuyo o tiene colaboraciones?

El guión filosófico es mío y después me junto. El guión filosófico significa que todo lo que yo digo es mío. Y todo lo que aparece en la ficción es elaborado por un grupo de guionistas de televisión con los que nos juntamos en función de lo que filosóficamente queremos contar, para pensar cada una de las ficciones, entonces es así: queremos explicar la identidad, yo primero establezco el recorrido, casi como si fuera una clase ¿qué voy a hablar de la identidad? Bueno voy a explicar tres formas de la identidad, la identidad esencialista, la narrativista, la contingente. Entonces primero explico la esencialista, después cuestiono, dos o tres argumentos en contra, después la narrativista, después cuestiono. Bueno, listo. Le explico a los guionistas de televisión de qué vamos a hablar –todo esto es como un mini curso de filosofía- y entonces ahí decimos ¿qué hacemos? Pensemos dónde situamos esto. Bueno, un registro civil, vamos viendo, un registro civil donde las personas van a hacer el documento de identidad y ¿qué pasa? Hay gente que tiene conflictos de identidad. Bueno, una travesti. Vamos armando. Y así se van escribiendo los guiones. Lleva seis meses la escritura de guiones, reuniones, lecturas, contra-lecturas…

-¿Dificultades que aparezcan ahí?

Muchas, muchísimas. La más grande para mí es cuando la historia o el ejemplo dispersa lo que yo estoy explicando. Hay programas más logrados y otros menos logrados.



-Si tuvieras una máquina del tiempo, ¿qué época te gustaría visitar o en cual te quedarías a vivir?
Iría a los extremos, calculo. O sea, no creo que haya un origen ni un final, creo que el ser es desde siempre y será desde siempre. No creo que haya habido un punto cero, pero iría a lo más cerca del punto cero.

-Como para estar más cerca de la no existencia que de la existencia….

Si, sí, sí. Si fuese en mi vida, iría a la noche en que mis padres estaban haciendo el amor el segundo antes en que ahí... Y si fuese la historia del universo, te diría que iría a ese segundo previo en que la cosa... para ver a qué otro lugar podría haberse dirigido. También al final, es interesante. O sea, no iría a ninguno de los lugares conocidos, tipo la edad media o la modernidad. Pero porque ya está. Iría a lo radicalmente otro, lo inédito…

-A lo que no podés decir, a lo que no podés pensar, a lo que no podés explicar…

Claro, a lo impensable. O sea: máquina del tiempo llevame antes del tiempo, al momento en que se creó el tiempo. Iría a esos lugares extraños.

-Y si vieras que ahí pudiera hacer falta, ¿divulgarías la filosofía?

La filosofía tiene ¿cuánto tiene? 3.000 años, ¿no? Eso a veces nos olvidamos, llamamos a muchas cosas filosofía. La filosofía es un hecho occidental, creado en el siglo VI. Viste que algunos dicen que la filosofía nació el 26 de mayo del 585 a.C. porque fue el día que ocurrió el eclipse que predijo Tales, entonces se toma esa fecha. Néstor Cordero lo dice en el libro La invención de la filosofía. Es muy gracioso. Pero fue ahí, fue en ese entrecruce entre los comerciantes orientales, los europeos, en esa Mileto, digo ahí nace el lógos griego, se va constituyendo ahí como herencia de la mitología. O sea no tiene nada, la filosofía tiene 3.000 años y eso en la historia del universo es un moco. No es nada. El ser humano no es nada. El problema es que nosotros creemos que con nuestro cerebro -otra cosa que no es nada, una molleja gigante de 1,300 kg- con ese cerebro de mierda que te lo sacás, lo aplastás y se hace puré, podés conocer el absoluto, ¿no? Esa omnipotencia del ser humano, que viene una bacteria invisible y se mete en tu cuerpo y te hace ¡páf! y te mata en venite segundos y uno sigue creyendo que puede conocer el todo. Me parece que asumir nuestros límites es una forma de emanciparnos. Para mí, nuestros peores enemigos son esos dos. Yo en eso soy muy nietzscheano, creo que los grandes valores que el ser humano fue instituyendo para tolerar la existencia son como ese fármakon del que hablaba Platón, que después toma Derrida, el fármaco que es al mismo tiempo remedio y veneno, ¿no? Lo que te cura también te mata y estos grandes valores que parecen ordenar al mundo, al mismo tiempo que lo ordenan y le dan un poco de alivio, bueno, nos oprimen, entonces ese es el juego permanente de cómo tomar el fármaco en su medida justa, que nunca sabés cuál es.






[1] Como los diarios argentinos Clarín, Perfil, Tiempo Argentino, revista Noticias.
[2] Conducción de "El innombrable" en Radio Madre. Columnista del programa de radio Gente sexy de la radio Rock & Pop.
[3] Entre los que se encuentran Mentira la verdad y El amor al cine, en Canal Encuentro, además de 1000 manos de la TV Pública.