lunes, 15 de diciembre de 2014

Entrevista a Juan Carlos Alby. Primera parte

Entrevista Juan Carlos Alby – Primera parte

Julio de 2014
Tarde soleada en Santa Fe. En este invierno veteado con días calurosos, llegamos a la casa de Juan Carlos Alby para conocer un poco más de él, intercambiando preguntas y respuestas, en medio de una merienda que resulta abundante. El anfitrión -a quien conocimos por primera vez como profesor en la cátedra de Filosofía Medieval y Renacentista- nos espera con la mesa preparada de un comedor lleno de imágenes. Pinturas, esculturas, sonidos de cascadas que llevan la atención a varios lugares, despertando la curiosidad y los sentidos. Así, luego de este cálido recibimiento, comenzamos nuestras entrevisiones…

Bueno, yo nací en Santa Fe. En 1957, o sea, tengo justo 57 años en este momento y cursé la primaria en una escuela pública, en ese momento las escuelas públicas eran muy buenas, muy diferentes a la realidad que hay ahora. En la escuela Beleno, que hoy es un lugar donde se estudia Locución. El Instituto 12. Bueno, ahí hice los 7 años de la primaria e hice la secundaria en el Comercial Domingo Silva. O sea, soy Perito Mercantil. Lo que explica que odie la Contabilidad. Porque es muy hegeliano esto, ¿no? Genera su propio contrario la cuestión. Es como los colegios religiosos. Si uno quiere que un hijo se vuelva ateo, mándelo a colegio religioso…

- Seguro

Es así. Y tuve una indefinición al terminar el secundario porque me gustaban dos cosas: me gustaba la química y me gustaba la teología. Lógicamente teología era impensable estudiar, porque no había en Santa Fe y pensé en filosofía. Pero filosofía yo no tuve en el colegio (yo no sabía lo que era), pero me dijeron que era lo más cercano que había a la teología. Tenía que estudiar en la Universidad Católica y, en ese momento, como es ahora, era costosa, muy costosa, y yo trabajé durante todo el 5to año del secundario para pagarme los estudios. Ya mis padres no podían pagar, es decir, me tenían acá en la casa, pero al 5to año ya me lo pagué yo. Tenía que trabajar y no me alcanzaba para pagar una facultad privada, entonces opté por la Química y me gustaba Ingeniería pero también me gustaba Medicina. Entonces opté por una carrera puente entre la Biología y la Ingeniería que fue Bioquímica.

- ¿Y a la teología cómo fue que te acercaste?

Bueno, porque a los 17 años fui captado por un grupo protestante, debido a que yo me había alejado de la Iglesia católica con bastante enojo, por malas experiencias que tuve después de tomar la primera comunión y demás. Pero me había quedado una especie de interés por la cuestión religiosa. Y la Iglesia católica, más en aquella época, no me lo podía resolver. Y, claro, encontré este grupo que eran muy hábiles en el aspecto de mostrar afecto, de captar a jóvenes de 17, 18 años. Y así fue que entré y encontré incluso un espacio de libertad para estudiar y demás, así que ahí fue como empecé. Es lo que le debo, después me fui de la Iglesia protestante, como ustedes saben, pero en su momento fue una cosa muy útil para mí porque me perfiló, yo creo, la vocación de estudio en estos temas.

- En relación con esto, entonces, ¿cómo fue que se despertó tu interés por la filosofía?

Bueno, justamente, estudiando Teología, porque dentro de la iglesia protestante yo hice un curso a distancia, una carrera a distancia, que era un Diplomado Superior en Teología y ahí descubrí la filosofía. Entonces me di cuenta; pero aparte hablando con un profesor de España que era excelente, que falleció, me dijo: “mire, nadie puede saber teología si no sabe filosofía, y si se quiere dedicar a la filosofía cristiana o a la filosofía periférica del comienzo del cristianismo tiene que saber filosofía”. Le dije “¿A usted le parece? Yo ya soy grande para empezar una carrera” y me dijo, “No,  ahora es cuando tiene que empezar”. Y así fue que empecé, a los 39 años a estudiar filosofía. Era una vocación postergada y bueno, se dio por la oportunidad económica y de tiempo además.

- Claro, ahí viste que era posible, en ese momento...

Exactamente, en ese momento era posible, y además tuve la decisión de hacerlo. Y antes también hubiera sido posible, pero me faltaba ese… tenía ese prejuicio de que ya era grande para estudiar, de que ya tenía un título y tenía varios trabajos. Entonces, me parecía hasta que no correspondía, sentía que ya había sido mi oportunidad, que yo ya había estudiado, cosa que hoy me parece muy importante que la gente no piense así. Empiezan carreras de grandes, y dos y tres carreras y me parece muy bien.

- ¿Cómo fue su experiencia siendo más grande cuando empezó a cursar?

Bueno, fue muy interesante, porque yo a la práctica de estudio ya la tenía, había hecho varios posgrados como Bioquímico. Incluso hice una carrera de posgrado que es de Administrador en Salud, una carrera muy larga, de dos años de duración, con un trabajo final, así que tenía experiencia en lo que eran carreras de posgrados. Pero empezar el grado teniendo ya un posgrado, era una cosa totalmente nueva para mí y con jóvenes, sobre todo. Pero me hicieron sentir como uno más de ellos. De aquellos con los que yo cursé no quedó ninguno, de esa promoción el único que se recibió fui yo, de los que estamos en Santa Fe, porque hay una chica también que está en Buenos Aires, María Laura Cabral. Pero todos los demás dejaron. Empezamos 11 y terminamos 2, en 1996. Yo terminé en el 2001, Laura terminó en el 2004, yo fui jurado de su tesis de licenciatura, y los demás se perdieron directamente. También el cierre de la facultad de filosofía fue un factor que influyó mucho, desanimó mucho a la gente. Porque se cerró inmediatamente un año después que habíamos ingresado nosotros. Yo fui el último en entrar, el último porque me anoté el 29 de Febrero de 1996.

- Mire si esperaba un poquito más para hacer la carrera…

Claro, es que aparte se da todo un destino, porque ese ‘96 fue año bisiesto. Porque me anoté el 29 de Febrero (risas). Justo fue todo. Y al año siguiente se cerró pero nos garantizaron la terminación de los estudios a los que estábamos adentro.

- ¿Pudieron seguir cursando bien?

Sí, perfectamente. De todos modos, ya se notaba un ambiente muy enrarecido entre los profesores, muy enrarecido, de enojo. Pero tengo que destacar que tuve profesores excelentes y jamás nos hicieron sentir el justo resentimiento que tenían contra el cierre de la facultad que era por una decisión del obispo de aquel momento que era Storni; y algunas de las profesoras, Diana López, María Elena Candioti, que son profesoras ahora también en la Facultad de Humanidades -tuve excelentes profesores- y ellos, bueno, sabían que tenían el trabajo a término porque terminaba la carrera y se iban.

- Y había alguno de esos profesores que te haya inspirado de una forma más fuerte.

Sí, sí, sí. Hay uno. Había un profesor de Filosofía Moderna, Roberto Cocco, era un maestro. Porque él nos enseñó la filosofía moderna, era un especialista en Descartes, pero no desde el racionalismo estricto, sino que nos hizo ver que la filosofía moderna no es una filosofía anclada estrictamente en lo racional, sino que tiene también un componente espiritual muy importante y él tenía la habilidad de sacar de los autores, de los textos… no lo inventaba, sacaba de los mismos textos de los autores la parte que el racionalismo ocultaba. Entonces era un hombre que nos transmitía mucho más que el conocimiento, Roberto Cocco. A la vez se dedicaba a pulir piedras, porque él vive -ya está jubilado- del comercio de piedras en las ferias de artesanos y trabaja del contacto con la tierra, con la naturaleza, que lo hacía un hombre muy especial. Y lógicamente, en la Universidad Católica, los más racionalistas, lo veían como alguien que había disparado por el lado de la mística, como pasa siempre, ¿no? que no entiende lo que es lo otro de la razón.

- Y esas dos vocaciones que tienen que ver por un lado con la Química y por otro con la Teología, ¿siente que se cruzan en algún punto?

Sí, sí, sí… es más, las líneas de trabajo que yo he tomado en Filosofía, las líneas de investigación siempre han pasado por la relación entre la filosofía antigua y los orígenes del cristianismo, o sea, con lo cual ya es fronterizo con la teología y los fundamentos filosóficos de la medicina antigua, entonces ahí es donde se han unido las vocaciones. Y me han quedado otras en el camino, porque también me gustaba la física, la astronomía, y bueno, no se puede ser todo en la vida. Y tuve la suerte de que me llamaran para dar Filosofía de la Naturaleza en el Instituto Castañeda. Entonces ahí volví sobre los estudios de la astronomía porque cuando me había recibido de Bioquímico hice un curso de astronomía local, que me recibí de Auxiliar de Astrónomo, pero me habría gustado ser astrónomo también… bueno, cosas que no se pueden.
Entonces con Filosofía de la Naturaleza volví a la cuestión de la astrofísica. Una materia que lamentablemente no está en las currículas de las otras carreras universitarias por una cuestión del positivismo. O sea, hay una razón epistemológica por la que han sacado de los planes de estudio Filosofía de la Naturaleza, que sería sencillo de explicar.

- ¿Cuál sería la razón?

El tema es el predominio de la ciencia moderna que ha reemplazado a la filosofía. O sea, con la eliminación de la causa final aristotélica en la comprensión del cosmos, ya el cosmos no tiene un sentido teleológico como tenía, por ejemplo, en Aristóteles. Entonces, con Galileo desaparece la causa final y ya entonces la filosofía tiene muy poco que decir sobre la naturaleza y la que puede hablar sobre la naturaleza ahora es la ciencia. Entonces, a lo sumo, puede haber una filosofía de la ciencia, desde ese punto de vista, pero ya no una filosofía de la naturaleza porque sobre la naturaleza habla sólo la ciencia.

- Que ya no va a ser una naturaleza teleológica…

Claro. Entonces la vieja filosofía de la naturaleza quedó impostada en una filosofía de la ciencia, que abarca muchas otras cosas y por supuesto descuida por completo lo que es la filosofía de la naturaleza.

- ¿Y la teleología tiene que estar sí o sí presente?

Pero, es que no es sólo la teleología, si no que la filosofía de la naturaleza tiene una comprensión muy compleja del cosmos, como un conjunto de fuerzas vivientes y que, por supuesto, como vos decís, llegaban a un fin. El tema es que si uno deslinda el carácter cosmológico del pensamiento, de lo que es el pensamiento en sí, bueno, cae en una separación, en una brecha, que la denuncia Kant, justamente, y que no se puede cerrar, cuando dice “el cielo estrellado sobre mí, la ley moral dentro de mí”. Son dos cosas que ya han quedado separadas por una brecha. Lo que se ha perdido de vista es que el pensamiento griego es cosmológico, o sea, el pensamiento filosófico por naturaleza es cosmológico y eso se perdió de vista. Y se pierde de vista ¿dónde? en la ciencia moderna.
Fíjense, ustedes, un caso particular. Cuando se estudia la Ética a Nicómaco de Aristóteles, bueno, que el fin del hombre es la eudaimonía y demás, todos dicen que la eudaimonía es la felicidad, y es la traducción corriente que hay de eudaimonía por felicidad; sin embargo, eudaimonía no es lo que nosotros entendemos por felicidad, porque aparte la palabra lo dice bien claro, es tener un buen daímon y, ¿quién era el daimon? Era el ser intermedio que conectaba al hombre con los dioses o en el caso de la filosofía al hombre con el cosmos. Entonces el hombre eudaimónico es aquel que está perfectamente integrado en la totalidad del cosmos, no había un quiebre entre la ética, como lo hay ahora, y lo que es el orden del universo. Para mí la traducción de eudaimonía por felicidad es un síntoma de la pérdida del sentido cosmológico del pensamiento griego.

- Y estas tendencias que existen ahora, ecologistas, ¿no son una manera de querer generar una vuelta a este pensamiento cosmológico, o una armonía del modo de vida individual de la persona con relación al mundo natural?

Es posible, en el sentido de que considera a la naturaleza como un viviente. Es posible, porque de todos modos yo a los movimientos ecologistas les sigo viendo una deficiencia, influida también por la ciencia moderna ¿no?, que es la separación entre teoría y praxis.

- Sí, hay pocos que son realmente consecuentes.

Sí. La teoría es una cosa y la práctica es otra. Sobre todo se ve en los casos últimos de Greenpeace.

- Claro, me refiero en realidad a las personas en las que se vuelve un principio ético decidir de qué alimentarse o con qué alimentarse.

Yo creo que esa actitud está mucho más cerca del pensamiento griego.

- En Bolivia se decretó una Ley acerca de la Pachamama que reubicaba a la Pachamama en un lugar -desde lo legal- para proteger ciertas acciones contra ella, constitucionalmente. En Bolivia y en Ecuador.

La Pachamama es eso, es la fuerza de la tierra, la vitalidad. Entonces la expoliación de la naturaleza 
es una cosa gravísima, porque lo que para nosotros tiene un punto de vista estrictamente sanitario, en realidad para los pueblos originarios significa una transgresión religiosa, se trata de algo sagrado. Y eso creo está más cerca del pensamiento filosófico en sus orígenes, que yo lo veo como la phýsis, como la totalidad de lo viviente.
Entonces, para terminar con lo anterior. La actividad contemplativa del filósofo, dicen, es una actividad teorética pero después está la actividad práctica, que es la política y la ética. No, de ninguna manera, porque la contemplación era la contemplación del cosmos y el cosmos era un viviente, entonces lo teórico y lo práctico, al ser la contemplación de un viviente, no existía la separación entre teoría y praxis, es una separación que hemos hecho nosotros, es más moderna que otra cosa.

- ¿Cómo te llevás con el arte?, ¿hay algunas inquietudes artísticas?

Desgraciadamente no. Como gusto, sí. Lógicamente hay cosas que me impactan.

- Por ejemplo acá vemos unos muy lindos cuadros.

Bueno “La Trinidad” de Andréi Rublev, es un cuadro que me ha impactado siempre. Tienen todo un simbolismo, las tres figuras. O sea, cada elemento que hay en ese cuadro tiene un significado; eso sí me ha impactado cuando aprendí digamos los significados de los detalles digo, bueno, claro, acá hay toda una dimensión ignorada por mí.
El arte, realmente, es algo que me impacta. Otra cosa que me impacta muchísimo, pero claro, no es un impacto a priori que tuve por verla la primera vez sino cuando he encontrado una explicación de eso. Entonces, veo que eso falta también... yo no sé si en la materia de Estética se da algo de eso, porque la estética no es una filosofía del arte. Pero una filosofía del arte sería muy interesante, porque ayudaría a la gente que, como en mi caso, me sensibiliza la belleza, me gusta, pienso que como a todos; hay otros a los que le impacta la fealdad y hacen del grotesco, y… pero, claro, me faltan los elementos críticos para poder valorarlo más, apreciarlo más.

-Y además, mencionábamos la pintura, pero otras artes como la literatura, la música…

Sí, la música, el cine, me gusta el cine… soy muy sensible a todo eso. No soy un crítico eh. De música no sé nada pero quedo extasiado escuchando una composición musical bella o viendo una película interesante, pero estoy muy lejos de ser un profesional… soy de los que se dejan impactar.

-Y por ejemplo, obras literarias que tengan que ver  con su campo, se me ocurre El nombre de la rosa.

Ah, sí, sí. Bueno, es interesante la experiencia que tuve con El nombre de la rosa porque yo la leí antes de estudiar filosofía, entonces, claro, pero tocaba puntos que yo conocía muy bien, por lecturas. Pero después de haber estudiado filosofía me di cuenta que el autor, Umberto Eco, tiene una posición estrictamente nominalista en el libro. O sea, es un Guillermo, aparte pondera a Guillermo de Ockham que muestra todo lo que él piensa de la filosofía medieval, pero hay un punto ahí, que yo creo –se lo digo a los alumnos cuando empieza el curso de medieval- porque es el momento en que está Adso de Melk que es el ayudante y el que escribe después la historia, que lo ve desolado al maestro, a Guillermo de Baskerville y le dice “Maestro, no tenés por qué estar desolado si al final todo se ha dado como tenía que ser, descubriste quién fue el responsable de los crímenes del monasterio, encontraste el caballo perdido del Abad, eso quiere decir que hay orden en el universo porque las cosas están en su lugar.” Y Guillermo le contesta, “No, querido Adso, esto solamente indica que hay un poco de orden en mi pobre cabeza”. Ahí está el quiebre, el fin de la filosofía medieval. Porque cuando la confianza en el orden exterior se traslada al interior del sujeto, ya estamos en la Modernidad. Y Eco es un maestro para mostrar ese paso.

- Muy buena interpretación. No sos un crítico como vos decís pero haces buenas observaciones.

Pero eso porque lo volví a leer ya después de haber estudiado filosofía y me tomé el trabajo de anotar en un cuadernito todas las palabras en Latín, para hacerme un pequeño diccionario de Latín.

- Por lo que decías antes de los símbolos, me  daba la impresión que experimentabas lo estético a través del sentido…

Sí, claro, desde el goce estético. Que yo intuía que había algo, había un exceso de sentido, pero no lo podía decodificar. Pero no obstante me producía una inmensa alegría, una emoción.
- Y lo mismo en la pintura…
Lo mismo en la pintura, claro. Yo no sabía por qué me gustaba esa lámina, y después cuando ví el significado dije bueno,  claro, reúne todo lo bíblico.

- Por ejemplo en esta habitación tenemos muchos objetos bellos y que parecieran ser simbólicos también. ¿Cómo los has elegido? ¿Cómo te impactan?

Bueno, siempre me gustó la combinación de la luz con la imagen del ángel o del niño. Entonces, traté de conseguir lámparas con motivos mitológicos...por ejemplo ésta, es el motivo de Apolo y Daphne. Daphne corre, -es una historia trágica- y por un castigo de los dioses Daphne va a ser transformada en árbol. Entonces Apolo trata de alcanzarla para evitar la transformación, la toma de la cintura pero llegó tarde, porque ven, ya empieza a aparecer la corteza... entonces el artista tomó el movimiento de la transición, que es una cosa extraordinaria, extraordinaria. Bueno, y aquella es una réplica de una que hay en Paris que se llama "La bienvenida", y hay que ponerla siempre a la entrada de la casa.

- ¿Y por qué tres (juegos de) ajedrez?

Ah porque eso es una parte de mi biografía que yo no les conté (risas) claro, yo me dediqué al ajedrez muchísimo, o sea, jugué profesionalmente al ajedrez desde los 15 años hasta los 17, después por la carrera y el trabajo tuve que dejar, y volví en el año ´88 y bueno, me fue muy bien y siempre… hasta ahora es una cosa que no se puede dejar nunca.

- ¿Tenés algún compañero, o alguien con el que jugar cada tanto?

No, la computadora nomás (risas). Hay un programa español, en que juego contra la computadora. Pero por ejemplo el ajedrez que veía Luz ahí, ese me lo regalo una amiga que vino del Perú. Entonces lo que ustedes ven ahí, de este lado, los incas, del otro lado son los españoles, Francisco Pizarro, las huestes de Pizarro.

- Ahí está el reloj también…

Sí ese es el reloj de ajedrez. El viejo reloj de ajedrez. Porque ahora vienen otros, viene el modelo Fischer que yo no lo tengo. Y el tercer ajedrez me lo trajo mi hija de Granada, de España, está hecho a mano, las piezas son de piedra pero moldeadas a mano. No son muy simétricas, son como un pedacito así de materia

- Ya parece arte abstracto…

(Risas) El ajedrez ha sido para mí una cosa fascinante. Siempre incluso he pensado en escribir una historia filosófica del ajedrez. En el sentido de que la evolución del ajedrez tiene mucho que ver con la evolución del pensamiento, de la filosofía. Muchísimo que ver.

- ¿Podés decir algo sobre eso, el abstract de la teoría?

Lo que pasa es que ya se ha escrito algo sobre eso, entonces ya no tendría mucho que aportar. Pero el ajedrez que se jugaba en el siglo XIX, era el propio del romanticismo. Con sacrificio de piezas, la partida era bellísima, porque también el que entiende el ajedrez tiene un goce estético, una partida bien terminada, bien llevada a cabo. Y hay mucha belleza en lo que es la transgresión de los valores nominales de las piezas. Por ejemplo, la reina es la pieza que más vale. Entonces, alguien que gana la partida sacrificando a la reina, es considerado de una obra artística superior. Lo que pasa es que avanzó tanto la teoría, pero tanto, que hoy es muy difícil que alguien, digamos a nivel profesional, pueda sacrificar la reina, debido a los sistemas de defensa que se han armado. Entonces hoy impera el racionalismo en la partida…

- Muy estratégica  

Sí, muy estratégica. Muy de lucha de maniobras, de movimientos de piezas, que buscan más bien no cuestiones tácticas sino estratégicas. La belleza está en la táctica más que en la estrategia. Si bien la estrategia es una conquista del intelecto humano…el ajedrez es una conquista del intelecto humano, de las máximas, de las mayores que ha habido. Oscar Wilde decía: “Si quieres arruinar a un hombre, enséñale a jugar ajedrez”. (Risas) Claro, porque lo volvés adicto, lo atrapa de tal manera que no…

- Vos sabés que cuando hablabas de que te impactaba la belleza y no la fealdad pensé en Oscar Wilde, porque también, enamorado de la belleza, en todo lo que ha escrito siempre ha ensalzado la belleza.

Sí. Porque yo sé que hay, creo yo, no quiero hablar de lo que no sé. Pero se habla de un arte de lo feo, incluso, de un arte de lo feo. Dando a entender que lo feo y lo bello son cuestiones tan subjetivas que no hay algo como la belleza en sí…

- Supongo que lo interesante también es salirse de ese arte platónico, ¿no? Que es siempre lo bello, lo bueno y lo cierto o lo verdadero, darle oportunidad a otras experiencias, por ejemplo lo feo…

Bueno, lo que yo he leído es que por ejemplo, el arte de lo feo, el núcleo digamos, radica en que la belleza se aprecia por su ausencia. Pero en el fondo sigue imperando la belleza, porque la ausencia, la nostalgia por la ausencia de la belleza hace que la composición atrape. Pero en el fondo está la belleza siempre, ¿no? se impone. 

- Sí, por ahí habría que pensarlo desde el lado del morbo, la experiencia del morbo es una experiencia de lo feo, que puede tener cierto deleite, ¿no?

Sí sí, es cierto.

- Hablando de los gustos personales ¿Perseguís algo así como la felicidad, reconocés metas que sean prioritarias para vos, alguna vez te pareció que esas metas son como una zanahoria atada a la espalda?

Sí, sí, es una pregunta muy humana, no? Demasiado humana y como tal, yo creo que en eso coincido totalmente con Aristóteles, todo hombre quiere ser feliz, persigue la felicidad. De alguna u otra manera, claro. Todo hombre persigue la felicidad, claro que sí. Y hay cosas que, lo que ocurre es que las cosas que a uno lo van haciendo feliz van cambiando en el decurso de la vida. Van cambiando, no? Entonces por ejemplo yo ahora soy feliz con cosas mucho más simples que antes, porque los años le van dando a uno la valoración de la simplicidad, que antes no lo tenía. Antes parecía que, no sé, para ser feliz había que tomar champagne, y hoy se puede ser inmensamente feliz tomando agua. Lo pongo como metáfora. Pero cosas así. Pero yo creo que eso se logra con los años, ¿no? Bueno, y la filosofía ayuda mucho también porque la filosofía en ese sentido es como decía Platón, tiene un efecto terapéutico. Va llevando al hombre a dejar de lado las apariencias.

- ¿Y qué cosas de esas simples te hacen feliz hoy por ejemplo? ¿O son más bien como momentos felices?

Bueno, por ejemplo el estar con un amigo… Si yo pasé un buen momento con gente que quiero en el día para mí el día está hecho. No necesito de grandes cosas ni de grandes logros ni de reconocimientos. Por ejemplo, no sé, jugar con un gato, un animalito, y bueno, eso me hace inmensamente feliz. Porque no tengo ninguno, no tengo porque no lo puedo cuidar. Yo tenía una gata, en la otra casa, que estudió conmigo filosofía, toda la carrera. (Risas)

- ¿Cómo se llamaba?

Nasha. Pero el nombre no se lo puse yo, si le hubiera puesto yo le hubiera puesto Tisbet.

-Obtuvo algún título también? (risas)

Bueno, yo creo que se lo merece, porque después de haber preparado la tesis de licenciatura, me acuerdo que estuve varias noches preparando la defensa y ella se venía a la biblioteca y se quedaba conmigo. Bueno, el día que defendí la tesis, esa tarde vuelvo a mi casa y cuando eran las 8 de la noche la gata se iba a estudiar digamos, iba a la biblioteca a cumplir el horario y le digo “no, ya terminamos…”
(Risas)  
Así que bueno, a mi esas cosas me sensibilizan muchísimo.

- ¿Quién era Tisbet?

La diosa egipcia de los gatos. Era una diosa en forma de gato, una divinidad egipcia.

- ¿Y algo que haya quedado pendiente…?

Uy muchísimas cosas, muchísimas cosas…

- ¿Aparte de la astronomía?

La astronomía, la arqueología…

- Experiencias más vitales, familiares, de gustos artísticos, viajes…

Sí, los viajes siempre son posibles todavía. Pero yo digo de las cosas que ya por la situación en la vida ya no voy a poder hacer. Como por ejemplo estudiar alguna carrera de esas, qué más puede ser, en lo demás no, por ejemplo yo en la cuestión familiar yo creo que mis hijas están completamente realizadas, con la profesión, con el trabajo, en ese sentido me siento muy afortunado. O sea, no porque lo haya logrado yo, es un mérito exclusivo de ellas, pero quiero decir que no tengo que sufrir por eso. No tengo que sufrir por verlas en una situación precaria. Y bueno, en la vida siempre hay insatisfacción. Sí, me hubiera gustado tal vez escribir más, algo que estoy a tiempo, como de viajar, yo he viajado bastante pero bueno, tengo viajes pendientes, que los quiero hacer.

- Y escribir, ¿qué?

Libros. Libros de filosofía. Filosofía, teología. Lo que ocurre es que acá tocamos un punto que a ustedes les va a interesar. Y es el tema de lo salvaje que es la academia, en cuanto a que a los profesores se nos exigen publicaciones pero de artículos. Entonces uno no tiene tiempo de escribir un producto mucho más acabado, mucho más completo. Porque siempre se nos está midiendo con la cantidad de papers. Yo asistí a la discusión muy interesante que vos planteaste por el artículo de los hacedores de papers[1], porque esa es una condición sine qua non que nos han puesto para sobrevivir en la academia, para poder ganar los concursos y para no perderlo con el que se te presenta de afuera. Porque en ese sentido también se han roto todos los códigos. Es decir, yo jamás –yo he rendido concursos en Bioquímica, mucho antes de estudiar Filosofía- pero jamás me le he presentado en el cargo a otro profesor. Jamás. Porque eso es un código de honor. Y yo veo que acá en Filosofía esos códigos se han roto, es legal, cualquiera se puede presentar al cargo de otro… pero no todo lo legal es necesariamente ético, ¿no? Y después eso se paga caro, porque generalmente el que se presenta contra el que ya está pierde, por lo general. Porque aparte el jurado lo ve muy mal a eso. Yo he sido jurado de varios concursos, y veo muy mal cuando alguien más joven se le presenta al titular que ya está adentro. Lo veo muy mal. Y por supuesto influye en la decisión. Influye muchísimo en la decisión. Bueno, entonces para sobrevivir a ese tipo de latrocinios, se exige una serie de publicaciones y ya no en cualquier revista, en revistas que estén indexadas, en Scopus, en ISI. ¿Por qué? Porque la universidad se hace visible en el Google académico si sus docentes tienen publicaciones en revistas indexadas en esos índices. Entonces se ha vuelto una cosa muy sórdida, para colmo son revistas muy exigentes. Entonces, si esa es una condición para sobrevivir en el trabajo, ¿en qué momento escribís libros? Podés escribir una porquería, publicada por alguna editorial de cuarta que vos pagás, porque hoy, si uno tiene la plata para pagarse la edición, paga un libro, pero eso no tiene ningún valor. Pero son cosas que hay que revisar, por eso me interesó mucho la discusión esa que vos planteaste, de los hacedores de papers. Lo que pasa es que, ¿qué alternativa te deja? Yo no estoy en CONICET, pero CONICET es una máquina de triturar gente en ese aspecto. Porque cada dos años le están midiendo la producción en término de publicaciones, de asistencia a congresos…

- Sí, ¿por qué el criterio no podría ser un buen libro y no una publicación corta?

Sí, sí, por supuesto. Hay gente que lo puede hacer, y yo los admiro, me saco el sombrero. Hay gente que puede hacer las dos cosas. Yo no puedo. Ahora estoy terminando un libro sobre los orígenes filosóficos y religiosos de la medicina antigua. Lo estoy terminando, ya están los cinco capítulos, creo que lo presento, lo presenta la editorial a fin de año. Pero me costó ¿cuántos años me llevó? Y no debería ser así.

- ¿Y es difícil editar ese libro? ¿Has tenido dificultades?

La Universidad Católica (UCSF) me lo puede editar. La del Litoral también, lo que pasa es que la del Litoral, es muy complicado publicar en la imprenta de la UNL. Primero porque las pautas de publicación que exigen son las propias de las ciencias duras y no las de las humanidades. Las notas al final… bueno, son las normas APA, o las MLA también que tienen las nuevas revistas. La nota va al final. La cita al pie de página está eliminada, pero a parte hay que poner el nombre del autor y el año, entonces, yo para saber lo que dijo Juan Pérez en 1982 tengo que interrumpir la lectura de una página, ir al final a ver en la sección bibliográfica qué obra… Eso corta el hilo de la lectura. Eso anda muy bien para las ciencias duras, porque en las publicaciones en Bioquímica por ejemplo no son una lectura corrida, sino que son de evaluaciones de ensayos, entonces en dos renglones uno terminó lo que es la técnica de un ensayo, y pasa al final… Pero no es para nosotros. Entonces la UNL ha nivelado con el criterio de las ciencias duras todo lo que es humanidades. Entonces no me gusta publicar por ahí, por esa razón.

- ¿En algún momento te sentiste defraudado por algo?

Uh, tantas veces. Me he sentido defraudado en la vida académica, no muchas veces pero particularmente una vez. Pero no quisiera contarlo. Y después en la vida afectiva por supuesto, pero bueno, en la vida afectiva quién no ha tenido una defraudación. Lo más doloroso es ser defraudado -ahora vuelvo a la vida académica- ser defraudado por las personas que en su momento han sido como una especie de padre académico. Eso es doloroso, porque de quien se esperaría la promoción y la protección, viene la traición. Entonces eso lo hace mucho más doloroso.

- Se me viene otra frase de Wilde (risas) “La vida es una gran desilusión”.


Uy bueno, pero no tanto. “Una gran desilusión” casi a lo Schopenhauer…

- Sí es muy pesimista pero me parece tan maravillosa esa frase, es como que uno siempre está lleno de ilusiones, que a la larga todas se van a ir defraudando…

Sí, se van desvaneciendo, ¿no? Y bueno, pero crecer creo que también tiene que ver con eso, madurar me parece que tiene que ver con eso. Yo me acuerdo una frase de Borges, que está en el prólogo a “Elogio a la sombra”, que dice: “A mi vida no le han faltado los amigos, y si he tenido enemigos lo ignoro. Porque los únicos que pueden dañarnos son los que amamos.” Tal cual. Entonces ahí sí se experimenta…

- La traición es eso.

Sí, tal cual.   

- Si tuvieras que elegir una pasión que te retrate ¿Cuál sería? ¿Por qué?

Qué difícil esa pregunta.

- O alguna emoción que te haya hecho vibrar más o que te haya hecho pensar más, de la experiencia humana.

Bueno, el nacimiento de las hijas. Eso no se supera.

- ¿Qué sentís que te ha cambiado, y en cómo te relacionás con la filosofía, con el aprendizaje que es ser padre?  

Y todo, yo diría que es una experiencia que es irracional incluso. No irracional, es a-racional. No va por el lado de la racionalidad, no se puede explicar. Si tuviera que explicarlo, no sé, diría que es una sensación, de que por primera vez, de golpe en la vida aparece un ser al que amás más que a vos mismo.            

- ¿Alguna pregunta que te carcoma la cabeza?

Y tantas, lo que pasa es que yo soy muy curioso. Muy curioso. Entonces hay tantas cosas que quisiera saber, tantas. A veces tengo la experiencia de entrar al Google a buscar algo y no sé qué. (Risas) Claro, y qué pongo acá.

- ¡La pregunta misma es la pregunta!

Claro, pero una pregunta que puede ir desde los dinosaurios hasta los agujeros negros, es una cosa que necesito saber.

- ¿Algo en sentido más existencial?

No, lo último que me he estado preguntando es, bueno, a medida que uno va avanzando en los años va pensando en la muerte. Entonces me pregunto, cómo será mi vejez, y cómo será el momento en que voy a morir, o sea, me trae curiosidad eso de saber cómo va a ser.

- ¿Sin temor?

Por ahora sin temor. Sin temor. Porque tuve una experiencia cercana hace poco, en el mes de abril, a fines de abril, que me tuvieron que hacer una biopsia de próstata. Entonces me anestesiaron, pero no era una anestesia. Era una neuroleptoanalgesia. Donde es una cosa intermedia entre la vigilia y el sueño. Entonces estaba en el quirófano, con todo lo que eso implica, entrar al quirófano, donde está el cirujano, está el instrumentista, está todo, y bueno me hablaban de filosofía, me preguntaban de Platón, qué se yo, y en un momento me introdujeron suero por una vía, y quedé dormido hablando, pero escuchaba las conversaciones. Sin embargo, estaba en un sueño tan placentero que creo que habrán pasado dos segundos y me dijeron “ya está” y habían pasado 45 minutos.

- Ojalá la muerte fuera así 

Bueno, eso es lo que yo dije en ese momento, ¿y será así morirme? Preguntaba. Pero fue la única experiencia límite que tuve.

- Y hay problemas o cuestiones en las que haya cambiado tu forma de pensar, cuestiones éticas, ideológicas, religiosas…en las que estabas muy convencido y has cambiado.

Sí, sin duda. Bueno, mi alejamiento de la Iglesia protestante, por ejemplo, fue un cambio de mentalidad, y descubrir que eso no era, que yo no estaba en un lugar que fuera correcto para mí en ese momento. También desde el punto de vista político, algunas adhesiones políticas, que de joven por ejemplo adhería y después fui completamente defraudado…

- ¿Has tenido problemas con tus padres por cambiar de ideas?

No por cambiar de ideas, no. Tenía problemas con mis padres por otras cuestiones. Con mi padre sobre todo. Tenía problemas porque veíamos las cosas muy distintas uno de otro. Era un hombre muy bueno, pero por ahí autoritario entonces quería imponer ciertos puntos de vista y yo decía “Bueno esto no es así”. Cuando yo me fui de la casa y me volví independiente tuvimos una buena relación. La convivencia con los padres es complicada, lo es cuando uno empieza a crecer… es complicada.

- Cuando pensás en tu juventud, tu adolescencia: ¿te vez muy distinto en tu forma de ser?

Siiii. Muy distinto. Por ejemplo cuando era adolescente, yo estaba muy metido en el ajedrez, o jugaba ajedrez o estudiaba ajedrez, y por supuesto el colegio. Cuando empecé la facultad dejé todo eso. Entonces estaba muy ensimismado en eso. Después siempre es como que quería agradar a los demás, entonces yo tenia gustos, inclinaciones personales pero por el hecho de  tener ese instinto gregario de no querer ser segregado de una comunidad afectiva terminaba concediendo cosas que no… y después con el tiempo dije no, no, hay que afirmar la propia personalidad. Y eso después me ayudo en el ámbito académico, me ayudo muchísimo a mantenerme en lo que yo creo a pesar de que la corriente venga justo por el lado contrario. No me gusta mimetizarme con la mayoría. Pero eso lo aprendí también a fuerza de decepciones… Al final uno quiere congraciarse con los demás para… y los demás te desprecian. Y claro, qué no te van a despreciar si estas mostrando, te estás disfrazando de algo que no sos.

- Lo que mencionaste en relación a algunos cambios en tu postura política… ¿tenés algún ejemplo? Aparte vos viviste en una etapa muy violenta.

Si. Miren, yo viví la democracia de  Isabel Martínez de Perón, viví las dictaduras militares que yo tengo memoria, la de Onganía… Pero la más significativa, la última, yo estaba en primer año de Bioquímica cuando el último año del gobierno democrático, año 75. No se podía vivir, no se podía vivir.  Cuando yo le cuento a los jóvenes que yo salía de la Facultad de Ingeniería Química a la noche y veníamos caminando por el medio de la calle –no había tantos autos como ahora- veníamos por la calle 9 de julio, tomaba Facundo Zuviría y llegaba hasta acá [lugar en donde actualmente vive Juan Carlos, casa de sus padres en aquel momento] no lo pueden creer.  La consigna era que los padres nos decían “no vayan por las veredas porque puede explotar una bomba en cualquier casa”. Es increíble… hoy lo contás y parece que fuera… Bueno viví la dictadura. A mi realmente la dictadura no me, el hecho de que yo estaba metido en una Iglesia protestante  se ve que me inmunizó, o me protegió, me salvó tal vez. Porque un compañero mío, iba un año más que yo en Bioquímica que jugaba ajedrez también –un gran ajedrecista- él militaba en la Juventud Peronista, lo hicieron desaparecer en marzo del 77’ y aparecieron los restos ahora en el cementerio “La piedad”, salió en el diario hace unos días, Gustavo Brusone. A él lo hicieron desaparecer, y estábamos juntos. Pero como yo estaba en la Iglesia, “no me metía en política”. Entonces eso fue como una protección… nadie sabía lo que estaba pasando. (La aparición de los restos) Me impactó realmente. Ver la foto en el diario me impactó. Fue sorpresivo, nadie esperaba, habían pasado tantos años.
La carrera de bioquímica la hice durante toda la dictadura y la facultad era un reflejo de lo que era el gobierno, es decir, teníamos tres turnos de exámenes al año, no había ninguna posibilidad de rendir mal porque perdías la correlatividad y perdías el año siguiente, y no había ningún tipo de reclamo, no había centro de estudiantes, no había nada. Era bajar la cabeza y estudiar.
Una anécdota: en la Facultad de Ingeniería Química había dos ascensores. Los estudiantes íbamos por las escaleras y los docentes por los ascensores. Se marcaba la diferencia.
Cuando vino la democracia en el 83’ yo ya estaba recibido, yo me recibí en el 81’, y por supuesto quedé fascinado con Alfonsín, como todo joven de esa edad, ¿no? Fascinado de Alfonsín. Cuando les decía de la defraudación en el campo político, fue esa, fue la del gobierno de Alfonsín por todo lo que significó el impacto económico que me produjo a mí. Después fue muy difícil trabajar en bioquímica cuando recién vino la democracia. Porque yo era docente desde antes que viniera la democracia y cuando vino la democracia comenzaron los concursos, pero empezaron las revanchas contra profesores que supuestamente habían estado en cargos, por ejemplo, secretaria académica, y demás, pero no habían estado en la desaparición de gente. Pero, me parece que hubo una persecución irracional porque, ¿qué tenía que hacer una persona? ¿No trabajar? ¿Meterse en el freezer hasta que llegue la democracia, y no vivir? Entonces no cualquiera que trabajó en la dictadura estaba necesariamente asociado a los ideales de la dictadura. Entonces me parece que esa persecución que hizo la Franja Morada en ese momento fue injusta, muy injusta. Y por otro lado cometieron injusticias en los concursos, concursos orientados a poner gente de ellos y demás. Después, con el tiempo se fue estabilizando y se fue haciendo un poco más seria la cosa.

- ¿Tu relación con la política en general?, ¿te interesa, te informás?

Poco, muy poco. La verdad nunca me interesó demasiado. Me informo porque hoy prácticamente es inevitable saber, pero no conozco a fondo los motivos de las decisiones que se están tomando.

- Por ejemplo al momento de tener que asistir a una elección, de elegir representantes y demás… es difícil elegir a uno, o tenés claro a quién…

No me pesa tanto. El acto eleccionario… yo creo que el hecho de votar no hace a una democracia. Va a triunfar… Es como decía Borges “La democracia no es otra cosa que el abuso de las estadísticas.” Ojo no es que estoy en contra de la democracia, y aclaro antes de que sea demasiado tarde (risas).

- Después te sacamos de contexto... (Risas)

Si, y hacen de ahí… (risas) Yo trato de votar convencido pero lo que ocurre es que no creo en nadie ya, no creo en los políticos, no creo. A veces voto a fulano para que no suba mengano, pero tampoco eso es un ejercicio democrático. Yo no sé si la democracia como tal, la democracia representativa que tenemos nosotros hace justicia a una forma justa de gobierno. En Suiza por ejemplo, la democracia es más pura, el pueblo mismo puede remover un gobernante o puede hacer revertir una decisión del gobierno sin mediación de las cámaras, directamente. Que yo creo que es el ideal de la democracia de Rousseau que llamaba democracia a lo que era la masa cruda del pueblo en la calle, para Rousseau la democracia es eso.

- ¿Con qué mecanismo se hace eso…?

Lo ignoro, pero me parece que cualquiera puede hacerlo, no hay un representante. Plebiscitos por ejemplo.

Continuará...





[1] El entrevistado refiere a una discusión que se produjo acerca de un artículo en un grupo de correos electrónicos de profesores y estudiantes de Filosofía, difundido por una profesora de la carrera. El artículo original se encuentra en la dirección: http://www.grupogestionpoliticas.blogspot.com.ar/2014/06/crisis-y-universidad-hacedores-de-papers.html

lunes, 25 de agosto de 2014

Alejandro Cerletti


Buenos Aires – Abril de 2014


Alejandro Cerletti (Camisa gris). Olimpíadas de Filosofía. Noviembre, 2012, Tucumán



Encuentros previos inspiraron esta entrevista a Alejandro Cerletti. Uno en la ciudad de Tucumán, en las Olimpíadas de Filosofía. Otros a través de la lectura de sus textos en la cátedra de Didáctica de la Filosofía en la Facultad de Humanidades y Ciencias (UNL). Con la intención de entrever un poco más sus propias experiencias de rupturas y de encuentros con el filosofar, hemos viajado a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires, donde cursó sus estudios académicos, y donde actualmente dicta la materia “Didáctica especial y prácticas de la enseñanza en filosofía”. En el marco de las Jornadas sobre la Enseñanza de la Filosofía, caminamos con él hacia una de las aulas de esta facultad, cuyas paredes ilustran las inquietudes políticas que por allí circulan. Un aula grande y luminosa de este espacio -que, como nos cuenta, antes era una fábrica-, nos sirve para reunir preguntas, recuerdos, pensamientos.

En su paso por los caminos de la burocracia académica, uno suele olvidar lo más vital de la filosofía: su capacidad de accionar, su carácter político. Alejandro en cambio nos recuerda, con sus miradas y sus palabras, que la filosofía es un pensar vivo y "molesto", comprometido con el mundo, que se trata de un hacer sobre las cosas más que una cosa sobre la que hacer. Nos recuerda que es necesario recuperar el sentido genuino del filosofar, aquél que en los casos más radicales (en las filosofías más "perturbadoras") llevó a un Sócrates a morir o a un Spinoza a su excomulgación y destierro.

Un viaje siempre abre la sensibilidad a experiencias que desafían lo esperado. Interpela nuestros proyectos, interroga las experiencias que nos constituyen junto con las perspectivas a través de las cuales miramos el mundo.  En cierta manera el viaje es un diálogo: el fluir de una conversación en el que importan de la misma manera el paisaje en que ocurre, el tiempo que se le dedica, lo que se trae como equipaje y lo que esperamos que nos deje esta vivencia, como motor para seguir el camino.  Podemos pensar que las oportunidades de aprender muchas veces irrumpen cuando nos damos una tregua para que lo que nos parece natural, nos sorprenda. Los invitamos, entonces, a viajar en este encuentro, en esta ocasión, con Alejandro Cerletti.



¿Querés hacer una autodescripción de tu vida, tu familia, tu carrera…?

Empecé a estudiar ingeniería. La escuela secundaria fue una escuela técnica y el destino casi obvio era seguir la carrera de ingeniería. Estuve estudiando ingeniería tres años y me daba cuenta en algunas materias, materias teóricas, más conceptuales, que me interesaban otras cosas más allá de lo que veíamos, me preguntaba por la realidad, qué era la realidad, la función de la formalización matemática, las ecuaciones que intentaban describir los electrones, el mundo de la materia, el vínculo entre representación y mundo. De ahí surgían muchas preguntas, por ejemplo si el electrón tuviera una naturaleza igual que la partícula y a su vez es onda. Me hacía preguntas que eran de otro tenor. A los ingenieros que enseñaban física eso no les preocupaba, les preocupaba qué ecuaciones funcionaban en obstáculos o problemas determinados, cómo funciona una partícula en un caso, una onda en otro, son particularidades de la naturaleza, pero no un problema ontológico. Yo me daba cuenta que lo que me preocupaba en el fondo eran problemas ontológicos. Y de acuerdo a como los encares eran problemas metafísicos, entonces comencé a estudiar simultáneamente la carrera de ingeniería con la carrera de filosofía. Al empezar a estudiar la carrera de filosofía me apasionó y supe que ahí…

¿Dónde hiciste tus estudios?

Acá, en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Y fue ahí que realmente me cambié, seguí, me recibí, hice toda la carrera acá. Al transcurrir la carrera fui conociendo cómo era la filosofía institucionalizada, la academia filosófica, qué era lo que se enseñaba. Yo quería ser filósofo finalmente. Después me di cuenta que cuando vos estudiabas era para ser investigador en filosofía o ser profesor en filosofía. Después me di cuenta que en el interior de la carrera había una bipartición que a mí nunca se me había ocurrido que pudiera existir. Yo sabía muy ambiguamente que había efectivamente un título de licenciatura y profesor, pero pensé que todos eran filósofos, el mundo de los filósofos. Cuando cursaba me daba cuenta que nadie se decía que era filosofo, los profesores que teníamos no nos decían que ellos eran filósofos. Los filósofos eran otros.

¿Tenías algún modelo de filósofo como referencia, de lo que pensabas que era un filósofo?

No… para cuando estaba estudiando en el último año de la carrera de ingeniería, ingeniería eléctrica, en el ‘82 más o menos, ya estaba el último período de la dictadura, en el ’81, ‘82 me empecé a juntar con unos grupos de estudio. Estudiaba medio en una catacumba, Marx, estudiaba Kierkegaard, Nietzsche. Había como grupos de estudios en los que nos juntábamos a estudiar. Ahí empecé como a encontrar por cuenta propia a algunos filósofos. Sin un modelo filosófico particular, un modelo político particular. La política revolucionaria nos tentaba. Fue una época muy dura. De hecho cuando yo empiezo la carrera mi idea era estudiar filosofía política.

Hay una pregunta relacionada con esto, ya que estamos en el tema. ¿Pensás que un filósofo puede y/o debe vincularse / comprometerse prácticamente con la política? ¿Habría lugar para la neutralidad?

Yo creo que sí, pero uno podría decir que son caminos que no necesariamente se vinculan. Yo creo que sí por la acción política, o sea la acción política personal, como la podría tener un ingeniero, un físico. La relación que tiene la filosofía con la política puede ser una relación con mayor o menor distancia de acuerdo a la idea política que uno tenga o la idea filosófica que uno tenga y no es necesario que vayan juntas…Yo la idea que tengo de la política y de la filosofía hace que vayan juntas. No me intereso tanto por una filosofía puramente contemplativa, sino una filosofía que permita pensar el mundo contemporáneo, el mundo actual. Entonces adscribo a una filosofía que te permite tener mejores herramientas para pensar el mundo desde una perspectiva de transformación, de cambio. Los temas que a mí me interesan de la filosofía básicamente son los que tienen que ver con el cambio, con el acontecimiento, con la irrupción de las continuidades, porque eso me permite ver los cambios en todos los ámbitos. Pero también el cambio social, político.

Esta pregunta surgió de la lectura de un texto tuyo, “Repetición, novedad y sujeto en la educación. Un enfoque filosófico y político”(1): vos ahí planteas que en la clase de filosofía debería darse -o sería ideal que se diera- una ruptura que produzca subjetividad, como condición de que irrumpa lo auténticamente filosófico o la novedad. ¿Podrías comentarnos en qué consistiría esa ruptura?

Ahí yo enlazo con lo que les había comentado recién, cuando empiezo a recorrer la carrera con esta voluntad política que me entusiasma, yo pensé que el vínculo natural era estudiar filosofía política y de cambios, la filosofía política como especialidad. Y después cuando lo vi en el interior de la carrera, vi que era más bien como una historia de la filosofía política, se leían textos clásicos fundamentalmente, contractualistas, algunos aspectos más que están muy bien y me interesaban, pero yo quería ver si la filosofía podía pensar la realidad, lo contemporáneo, el mundo actual, no veíamos muchos textos de los filósofos contemporáneos políticos. Entonces dije, bueno, en la academia la filosofía política tiene un perfil que no eran los filósofos políticos de la realidad que están permanentemente discutiendo con políticos o discutiendo en el mundo actual, digamos, en el instante en el que están. Son investigadores de cuestiones históricas de la filosofía política tradicional. Entonces noté que no tenían el espacio, la vitalidad que en un momento me entusiasmó y extrañamente se dio en un ámbito que era completamente periférico de la filosofía, que era la enseñanza de la filosofía, este aspecto de la filosofía pensada con la educación… Pensar la educación, la transmisión en las instituciones educativas como en lugares de cambio, de transformación, que pueden ser abordadas desde una perspectiva filosófico-política. Entonces me empecé a volcar a cuestiones de la enseñanza de la filosofía, porque creía que la enseñanza de la filosofía no había sido lo suficientemente estudiada, con la densidad y el rigor que la misma filosofía exigiría. Se daba por hecho que enseñar era algo así como…se partía de supuestos muy triviales: está el que sabe y el que no sabe y el que sabe le transmite al que no sabe, y entonces corrobora que lo que transmitió era lo que él quería transmitirle, por decirlo de alguna manera. Y esto es hoy en día una versión muy banal de lo que es la transmisión, de lo que puede ser un espacio para la enseñanza de la filosofía; es mucho más complejo el terreno. Lo que pasa es que prevalece una especie de construcción estereotipada en la que se repite permanentemente esto y bueno, una clase de filosofía -salvo excepciones- no da mucho más que leer un libro, al contrario, está quien prefiere leer un libro que venir a las clases. No se aprovecha el espacio en el que hay gente junta, para pensar juntos algunos problemas, para escuchar al profesor, escucharlo pensar en voz alta, escucharlo filosofar y no que nos cuente o nos aclare algunas cuestiones de algunos textos, como si uno no pudiera hacerlo por sus propios medios... Como si fuera necesario alguien…yo diría que con los libros que hay y eventualmente con los comentadores, uno puede tener acceso directo a los textos…Veía que quedaba diluida la potencialidad que puede tener realmente el encuentro con un profesor de filosofía, para mí tendría que ser como un filósofo pensando y pensando juntos. Entonces empecé a ver que ahí había elementos interesantes para indagar y que no había sido hecho con la atención que merece. Esto requería pensar la educación en sentido general, que también tiene muchos supuestos. La educación en sentido general, o al menos la educación institucionalizada, no es otra cosa que un lugar político del Estado…las escuelas, las instituciones, son aparatos de reproducción ideológica, cultural, simbólica de las ideas dominantes. Entonces lo que es interesante es ver cómo esto funciona como aparato ideológico, como aparato de transmisión cultural, como aparato de imposición. Y para eso hay que hacer una lectura filosófico-política, para encontrar dónde esto tiene fisuras; dónde hay una voluntad del Estado de dar continuidad a algunas cosas y dónde se puede irrumpir. Para alguien que tiene una voluntad de cambio, es interesante pensar los puntos en los que la homogeneidad de la transmisión se ve coartada, no aceitar la transmisión…Porque uno imagina que el mundo merece ser cambiado, no ser reproducido tal cual está. Y el ámbito de la educación  -bueno, me llevó un libro dedicado a eso- que apunta a ver qué es lo que se repite en la educación y dónde puede haber algo diferente de lo que hay, dónde puede haber algo novedoso. Todo el esfuerzo es tratar de ver que lo más interesante que se produce en lo educativo, aquello que podamos asociar a la idea de un sujeto -es decir, alguien que puede participar de la construcción de su saber, o de su propio destino-, tiene que ver con los momentos en donde justamente la transmisión falla, no donde justamente está más aceitada. Uno podría decir que cuando la transmisión está aceitada se transmiten saberes, efectivamente se transmiten saberes. Pero uno, el que adquiere esos saberes, en sentido estricto no es un sujeto, es un objeto del sistema que lo pone como depositario de los saberes que quiere transmitir, de los saberes y las prácticas…

Deja de ser una persona…

Es una persona en sentido individual, no lo objeto…

Quiero decir que pasa a tener más bien una función, o un espacio secundario que…

Ocupa un espacio en una lógica de repetición. Él es construido por el estado de las cosas. Lo que es interesante es cuando la construcción del otro se zafa de lo que es esperable. A mí por eso me interesan particularmente los puntos donde se producen quiebres, ruidos, recomposiciones, porque creo que esos son los puntos en donde se podría hablar puntualmente de un sujeto: uno es sujeto cuando de alguna manera se constituye a partir de algo que es diferente de lo que quieren que sea, por decirlo de alguna manera. Eso es un proceso también y hay muchas ideas alrededor de esto, tratando de construir algo así como una pequeña teoría. El filósofo que ya responde un poco de todo esto es Alain Badiou, que es el filósofo del acontecimiento. Yo lo que he hecho es hacer algo que Badiou no ha hecho nunca, que es tratar de poner a funcionar los conceptos centrales de la obra de este autor -ser, acontecer, aparecer, sujeto- en el ámbito propio de la educación. La educación es repensada -es lo que yo intento- desde la filosofía, con una intencionalidad política.  

Y en ese sentido, tal como nombraste recién a Badiou, ¿Qué otros filósofos o profesores que has tenido te han marcado en este camino?

Otro filósofo que a mí me interesa mucho, que de alguna manera trabajo y trato de apropiarme, por más que hay algunas cosas que no comparto, pero me parece que tiene una potencia extraordinaria, es Jacques Rancière. Y si tuviera que decir alguien que de alguna manera fue un elemento importante en la decisión de estudiar filosofía, es un filósofo que no es de la academia. Es un filósofo que coordinaba muchos de los grupos estos que yo les decía al comienzo, de los últimos años de la dictadura, que eran una especie de lecturas filosóficas de catacumba, es un filósofo que se llama Raúl Cerdeiras, que ha formado a muchas generaciones de filósofos, psicoanalistas, historiadores, gente del arte que han pasado por esos grupos. Y él es de alguna manera introductor de Badiou en la Argentina. Él conoce personalmente a Badiou desde hace muchos años, cuando todavía Badiou no era prácticamente conocido. Había salido recientemente en Francia -estamos hablando de principios de los años ochenta- un libro que se llamaba Teoría del sujeto, y llega a las manos de Raúl y él ve que ahí hay algo diferente para pensar, que podía vincular de alguna manera la filosofía con una intencionalidad o una voluntad política. Entonces se vincula, se entrevista con él, se hacen amigos. Y en estos grupos donde progresivamente estudiábamos la filosofía de diversos filósofos, Nietzsche, Kierkegaard, Platón, Lacan, el psicoanálisis …Althusser -en estos grupos teníamos una versión althusseriana de Marx-, el estructuralismo, que todavía tenía su vigor…Ahí él comienza a introducir progresivamente algunos textos de Badiou, en traducciones caseras de Badiou…Y ahí yo tomo contacto en un lugar con un gran entusiasmo por la filosofía, con una filosofía muy viva, muy activa, muy de poder pensar el mundo, de poder pensarse dentro del mundo, que se contrastaba mucho con la visión que tenía en la facultad… la filosofía académica era como más acartonada, menos vital, creo que lo sigue siendo en gran medida. Seguí manteniendo, digamos, me mantuve en distintos grupos por fuera de la universidad y por dentro de la universidad, como haciendo una suerte de doble vida, de día y de noche…los excesos eran de noche y de día uno era un prolijo estudiante. (Risas) La carrera te sirve para tener un montón de lecturas que no has hecho, te construye una panorámica de lectura que es fundamental. Pero igual, reitero, nunca la viví con la vitalidad con que veía los encuentros de muchas personas que se juntan por el sólo hecho de leer, de querer pensar juntos, de hacer cosas juntos... Es otra vitalidad, otro entusiasmo.

Brevemente, yo quería preguntar en relación con esa idea de ruptura, qué pensarías vos, cómo sería esa ruptura en contextos educativos que ya son discutidos, que están muy alterados, o que no están bajo esa normalización del Estado o esa homogeneización que no se logra porque están atravesados, por ejemplo, por conflictos sociales muy fuertes ¿Cómo sería entonces en ese contexto, cómo el docente podría crear las condiciones para ver esa ruptura? Tampoco es algo causa-efecto, se va dando…

En primer lugar hay que ver una cosa: que uno podría imaginar que desde las instituciones educativas se puede cambiar algo, o no, o qué se puede cambiar. Uno podría imaginar que un cambio más o menos radical va a suponer un conflicto con la estructura de transmisión que hay, esto es, con la educación institucionalizada en las distintas instancias. Es difícil imaginar que dentro del funcionamiento normal de las cosas se pueda producir algo demasiado diferente... pero se puede mejorar mucho. Es como si uno pensara la política desde el lado de la gestión, uno puede gestionar la política de una manera un poco más prolija, se puede mejorar la educación en muchos aspectos de una manera quizás más prolija también… pero el hecho, digamos, de algún cambio más o menos radical significa poner en cuestión la propia educación que está funcionando. Entonces en estos casos que vos decís, habría que pensar puntualmente  qué, qué escuela, en situación de pobreza extrema, o de sectores sociales más castigados, o esas experiencias educativas contrainstitucionales, habría que pensar a qué casos te referís puntualmente para ver cómo uno podría idear algo a partir de eso que está ocurriendo. Ha habido muchas experiencias en el interior de las instituciones que hicieron “hacerse ruido” a las instituciones y las obligaron como a intentar tomar partido por eso que está ocurriendo.

¿Se te ocurre alguna, recordás alguna anécdota o alguna experiencia? Para ver si podemos ilustrar esto...

Hay por ejemplo…vamos a poner el ámbito de la escuela, de la escuela media, experiencias de escuelas como autogestionadas en las que se han juntado grupos de padres y profesores y han intentado pensar en conjunto, incluso con sus propios hijos, el funcionamiento de la institución. Es decir, no que las escuelas sean solamente organismo del Estado y los padres se limitan a llevar sus hijos a la escuela, sino que en realidad las decisiones fueran fruto de las decisiones colectivas.

Una institución más popular…

Sí, en la que todos intervengan, que intervengan los padres, los maestros, los profesores, que disputan los procesos centrales de lo que está ocurriendo ahí, de lo que estamos haciendo todos en ese espacio. Intentamos llamarlo, en alguna manera, escuelas de “gestión social”, escuelas de “gestión popular”, “escuelas populares”, “escuelas sociales”… no encajaban dentro de lo que era una escuela pública o una escuela privada, no encajaban dentro de la estructura y eso generó como un ruido, a ver qué tipo de estructura es; ¿una escuela privada? No queremos una escuela privada, porque a nosotros no nos interesa el aspecto propio de la escuela privada; pero tampoco es una escuela pública, porque no es una escuela estatal en la que tengamos que, de alguna manera, adscribir a determinado diseño al que por ahí no discutimos, porque lo nuestro es querer pensar entre todos en el propio diseño curricular. Entonces eso yo creo que en algún momento hizo algún ruido en cuanto a cómo institucionalizar y si era necesario institucionalizar este tipo de experiencias. En el conurbano bonaerense hubo dos o tres experiencias de escuelas que hicieron eso y después bueno, se fueron complicando porque la subsistencia hacía o que fueran una escuela privada, de alguna manera, aunque por ahí no cobraban, o que se hiciera como una especie de cooperativa de trabajo, pero tratando de acomodarla dentro de esa lógica. Y hay otras que más o menos siguen subsistiendo, pero lo que tienen de interesante es que son instituciones que se están pensando, o sea, la función de los propios docentes y profesores es pensarse, como espacio. Eso es lo que tiene de potencial y en alguna medida es discutido. Uno nunca sabe a dónde van a llegar esas cosas. Porque si fuera predecible formaría parte de lo mismo, entonces lo nuevo tiene la particularidad de ser impredecible, o sea, vos podés estar apostando durante un tiempo a algo y con el tiempo que se vaya de a poco reacomodando dentro de lo que había. O puede ser que sin embargo permita un reacomodamiento mucho más grande que haga repensar el gran espacio de lo educativo. Por ejemplo cuando surgen los bachilleratos populares, inicialmente cuando surgen en fábricas recuperadas. Ya la lógica de las fábricas recuperadas era algo más o menos raro en el funcionamiento, después a su vez se fueron burocratizando en algunas experiencias, se fueron limitando, reproduciendo internamente cosas que por ahí eran propias de construcciones más clásicas de una empresa, una fábrica. Pero hay algunos que han sido muy constantes en tratar, digamos, de no solamente reconstruir una máquina que preserve los trabajos, seguir como si la cosa fuera más o menos la misma y en lugar de la patronal que tenían reemplazarla por un colectivo de trabajo, pero la fábrica produciendo y reproduciendo dentro el mismo sistema… lo que le implicaba empezar a tener estrategias comerciales y una cantidad de cosas que les hace difícil...


A. Cerletti en Olimpíadas de Filosofía. Tucumán, 2012. (El primero de derecha a izquierda)
Mantener el espíritu original...

Claro, claro, por la propia subsistencia. No lo critico, digo que es sumamente difícil sostenerlo. Pero hace bien también para pensar, para pensar el lugar de trabajo colectivo, para pensar también cómo podemos juntarnos, para decidir nuestro destino común material, simbólico y cultural, intelectual. Y en algunas de esas experiencias surgieron bachilleratos, lo que hoy en día conocemos como bachillerato popular: una escuela con un tipo de organización que intenta ser diferente. Se han recorrido distintas experiencias, hay muchos. Y con algunos pasaba algo de manera similar, trataban de pensarse con materias diferentes, con estudiantes diferentes, convivir con la comunidad interpelada de una manera diferente, con una voluntad de que la comunidad intervenga a su vez en la construcción del propio bachillerato. Y ahí hay elementos significativos. Pero hay también experiencia de... sí, está muy politizado, pero eso forma parte de la política más o menos clásica, uno puede decir que está dominado por la gente de izquierda…pero yo me refiero cuando hay cambios en las prácticas que generan vínculos diferentes. En nuestra facultad hubo experiencias de seminarios autogestionados por los estudiantes. Se elige un tema, empieza a haber un espacio colectivo de trabajo, se toman algunas decisiones acerca de qué lecturas tener, se reúnen para leer. Se generó una frescura en cuanto a determinado tipo de trabajos, el tema venía, como se imaginarán, cómo se acredita o no se acredita eso que pasa ahí, si hay que acreditar hay que evaluar y para evaluar, ¿qué te evalúan? Si querés un mínimo grado de institucionalidad, alguien va a tener que firmar como profesor. Un poco se quiebra esta horizontalidad que en algún momento se pensaba. Pero sigue habiendo experiencias que interpelan la filosofía desde una práctica diferente a la tradicional del profesor con el alumno. En algunas cátedras por ahí, incluso más puntualmente, hay experiencias de trabajo diferentes, un poco más horizontales, no es nunca tan linealmente la clase magistral, que alguien te diga cómo son las cosas y vos tengas que reproducirlo.

¿Te parece que las prácticas de extensión de la facultad tienen ese sentido de una construcción más colectiva de la sociedad?

Yo vería una visión más política de la universidad en su conjunto. Yo tengo la impresión de que la Reforma del ‘18, la cual tuvo su herencia político-institucional a nivel universitario, construye a la universidad pública como una especie de estructura tripartita entre docencia, investigación y extensión. El núcleo son esas tres partes, imprescindibles. La extensión tendría que tener un peso bastante significativo, sería algo así como la manera en que la universidad se propaga hacia la comunidad en cuanto a lo social, para no quedar encerrada sobre sí misma y quedar como girando dentro de un círculo de excelencia que no es volcado hacia afuera. Hoy es un momento que se está repensando acerca de la idea de extensión, si la totalidad de la universidad tiene que tener fronteras porosas con la comunidad, si la comunidad tiene que intervenir en el interior de la universidad para generar espacios públicos más abiertos y mucho más colectivos en cuanto a la decisión. Dentro de la lógica más o menos tradicional de la extensión universitaria, es bueno que efectivamente la universidad haga lo más que pueda para vincularse con los espacios en los que está inserta, o sea, que los saberes sean unos saberes que permitan a la comunidad pensar el mundo, pensarse…

¿Te parece que se hace lo suficiente en este ámbito?

No, creo que nunca se sugiere en este sentido, ya te digo, dentro de la estructura de investigación, docencia, extensión, se podría hacer mucho más. Yo creo que la totalidad de la estructura hay que repensarla y repensar una universidad que esté en una comunidad en que las fronteras sean repensadas. Estamos en un momento interesante, creo, de reflexión sobre la universidad, sobre los espacios públicos. Dentro de la universidad tal como la conocemos siempre se puede hacer mucho porque nunca es mucho, los universitarios vivimos en un mundo privilegiado, uno tiene que pensar que estamos viviendo en un mundo en el que todos sostienen los espacios comunicativos, toda la comunidad. Es algo muy vidrioso cuáles son los efectos que tiene todo esto que se produce sobre la comunidad. Es una deuda muy grande, una deuda muy grande que tenemos todos. Eso es lo más importante de repensar la universidad, yo creo que es una de las tareas pendientes que tenemos, no solamente que la universidad siga estando más o menos como está y que haga más extensión universitaria y que tenga una pata con la que dialoga con la comunidad, sino que la totalidad de la estructura universitaria tenga que repensar el futuro de la comunidad. Esa es la reflexión que es más interesante y la que nos debemos los universitarios. Nos debemos todos y los universitarios por estar haciendo lo que estamos haciendo actualmente…

¿Y  le parece que especialmente también los que se dedican a la filosofía?

Los filósofos tienen que utilizar su capacidad para recrear el mundo, para mí tienen que pensar el mundo contemporáneo y no solamente ser científicos especializados en un recorte de un campo más o menos reducido o más o menos pequeño. Yo creo que la especialización no tiene que eclipsar que son filósofos en su voluntad filosófica.

¿Cuáles son los debates que para vos tienen que tener -o es imprescindible que tengan- presencia filosófica actual?

El filósofo es un lector del mundo, tiene que ser alguien para quien el mundo es una excusa de su pensamiento, es un detonante de su pensamiento. Obviamente no se va a pretender que un filósofo hable de todos los temas como si en todos los temas fuera un sabio, porque es estúpido eso, no es eso lo que estoy diciendo, sino que el filósofo pueda pensar la realidad en distintas circunstancias de acuerdo a la potencialidad que su pensamiento y su formación le dan. El filósofo está acostumbrado a desnaturalizar el mundo, no a sumergirse naturalizadamente en él, eso lo hace cuando analiza distintos textos, cuando ve distintos autores, etcétera. Esa potencialidad de la mirada que desnaturaliza lo obvio, que lee entre líneas, que descubre supuestos, que construye un pensar crítico, que deconstruye, que sospecha. Acá cada corriente filosófica tiene un calificativo que la hace potente. Por eso para mí está copado el mundo. Uno puede perfectamente ser un especialista y abocarse a un tema pero, para mí, no es deseable que eso le inhiba su potencialidad filosófica. El filósofo se plantea las grandes preguntas y a los filósofos la especialidad les ha hecho olvidar las grandes preguntas. Los filósofos difícilmente se pregunten por la justicia, porque ningún proyecto de investigación ni tesis de doctorado va a admitir una pregunta genérica. A lo sumo la pregunta por la justicia tendrá que ser la pregunta por la justicia en Rawls, o la pregunta por la justicia en Platón, o incluso la pregunta por la justicia en Platón en La República. Pero no por “la” justicia. Incluso son hasta mal vistas lo que son las preguntas claves de la filosofía, porque parece que no pasan por el tamiz de la altísima especialización, que es la que le va a dar el matiz de seriedad. Lo otro parece una pregunta que puede ser cualquier cosa. Cualquier tema que utilices: vos querés hablar del amor, pero ah… ¿cómo vas a hablar del amor? Tenés que hablar del amor en Platón, o del amor en Platón en El Banquete. De ahí puede ser que eso amerite una investigación. O sea, vos te transformás en un especialista, en un experto en un campo muy acotado. Pero eso, paradójicamente, te inhibe hablar con otros colegas, porque mientras vos sos un especialista en tal faceta del pensamiento griego del siglo V, y el otro es especialista en tal autor de la filosofía moderna, no pueden ser filósofos conversando.

Quizás se inhiben al momento de hablar de los temas que son importantes para este  momento, cuestiones vinculadas al malestar económico, político o cuestiones que tengan un concepto tan grande que digan: “bueno, no, yo tengo que tener este y este reparo…”, se inhiben en ese sentido…

Claro, porque parece que no fuera serio, que no fuera riguroso…claro, como que si vas a hablar de la justicia parece que estás vulgarizando un saber especializado. Y este es uno de los principales problemas, hay que poder tener un suficiente rigor…

Como si hubiera un peligro de caer en el sentido común

Es que eso no se pretende, es filósofo el que tiene buenas herramientas como para pensar, es lo que lo hace filósofo. Del sentido común habla el sentido común. El filósofo intenta no hablar del sentido común, aunque es una cosa muy distinta hablar de algo general, o hablar de lo universal, o hablar de cosas que sean para todos. Es un tema complicado porque el artículo de especialización inhibe el diálogo, casi por su propia definición, mientras más especializado sos, menos estás en condiciones de confrontar con otro de otro ámbito de especialidad, por más que te dediques a la filosofía. Como si fueran cada vez cientos y cientos de trayectos que no se van a juntar, cada uno recorre un trayecto y no se va a cruzar con el otro. No se va a cruzar desde el punto de vista de la discusión, de la conversación… e intentarlo, no tiene por qué banalizarlo, ni hacerlo poco serio, ni poco riguroso, ni nada, lo hace filosófico, en el sentido tradicional de la palabra. Yo creo que los investigadores somos científicos, no somos filósofos. Hay que reconquistar la idea de que el investigador tiene que ser filósofo, la universidad tiene que intentar formar filósofos, gente que filosofe.

Para vos ¿cuál es el gran desafío de hoy para un docente de filosofía?

Tiene múltiples desafíos un docente hoy. Creo que si pudiéramos decir el principal desafío de un profesor, es repensarse como filósofo. Como que no es un profesor por un lado, un investigador por otro, como que no hay mundos separados. Que se vea básicamente como un filósofo que piensa la enseñanza como un problema de la filosofía, en primer lugar. Si piensa la enseñanza como un problema de filosofía, se va a dar cuenta que tiene aspectos que son puramente teóricos y otros que son prácticos, que son más pragmáticos. Se va a dar cuenta que hay cuestiones de concepto en la idea de transmisión, en la idea de si hay un sentido de una filosofía enseñable, qué significaría una filosofía enseñable, una filosofía transmisible. Y por otro lado, se va a dar cuenta que tiene aspectos prácticos, que es ¿cómo hacemos para enseñar una filosofía x? Creo que éste es el desafío para los profesores, tratarnos filosóficamente, tratar nuestra práctica filosóficamente y eso nos va a implicar tomar algunas decisiones. Creo que en primer lugar, tenemos que tomar ciertas decisiones filosóficas y en función de las decisiones filosóficas, vamos a tener que tomar decisiones didácticas que sean coherentes con la decisión filosófica.

Personalmente, ¿tenés alguna cuenta pendiente? Sea filosófica, artística, humana en general digamos…esto respecto a los deseos que tengas en tu vida de cumplir…

No, cuentas pendientes…uno imagina siempre poder escribir mejores síntesis de lo que uno piensa, digamos. Avanzar un poco más en lo que uno está laburando, cómo agregar algunos aspectos, cómo enriquecerlos, cómo refrescarlos con nuevas lecturas, cómo seguir pensando el mundo. Uno siempre está deseoso de tener más y mejores argumentos para sostener algunas ideas y a su vez ser sensible para escuchar otras. Eso creo que sería como una cuenta pendiente de toda la vida, permanente…uno tiene una aspiración, algo que nunca va a cubrir y está bien que así sea, porque es un motor de estímulo permanente. Uno nunca escribió ya su gran obra, ni hizo todo lo que podía hacer, imagina que siempre puede hacer mejores cosas en sus clases, en sus investigaciones, en sus vínculos con la comunidad, en la relación de la universidad con las escuelas, en lo que pueda escribir, en las charlas que pueda dar, en los talleres que pueda hacer. Uno imagina que siempre puede estar mejor en eso. Al menos yo siempre pienso que puedo estar mejor, nunca me quedo demasiado satisfecho con lo que hago…algunas experiencias que uno tiene te hacen cambiar algunas de las ideas que estabas teniendo y cambiar el eje, y eso te da un nuevo entusiasmo porque estabas yendo por un camino que de alguna manera estaba agotado y de repente te encontraste con un nuevo cruce que no habías sospechado en algún momento… eso te da un nuevo entusiasmo, esas son las pequeñas novedades que hay que alteran las continuidades. Y la gran mayoría de las veces me han significado situaciones de incertidumbre, encontrarme con pensamientos que yo no había previsto, entonces en lugar de molestarme…siempre hay como una molestia en algo que no te suena o que te interpela…

Como un vacío…

Sí, sí…lo interesante es reparar en esos momentos, tratar de no dejarlos de lado, por esto mismo…¿Por qué esto me molesta tanto, por qué me interpela esta situación que se da, o que digan esto o que sostengan aquello? Eso es lo que te puede permitir repensar y repensarte, ése es el entusiasmo, la deuda gigante.

Eso tiene que ver con otra pregunta que te queríamos hacer…una de las últimas ya, ¡vamos a aclararle!

¿Qué van a hacer? Un libro va a ser esta entrevista…
(risas)

Pensábamos en el momento de la planificación de una clase, en cómo esa planificación puede coartar la espontaneidad, la salida de una interpelación que no esperábamos ¿Creés que la planificación puede reprimir el deseo de irrumpir con esos momentos sorpresivos, de transmitir el deseo de filosofar a los estudiantes?

La mejor planificación yo concibo que puede ser modificada permanentemente, no una planificación que condena tu acción, como una jaula de hierro de tu accionar. La planificación es una hoja de ruta, pero vos vas encontrando por ahí caminos que no imaginabas, que no estaban en el plano, pasás por un pueblo que no pensabas que era tan lindo y lo empezás a recorrer, o por un camino que no estaba explorado, ahí te bajás, como de un vehículo te bajás y entrás a caminar por un lugar y descubrís algunas cosas. La planificación tiene ese sentido: es un primer trazo de a donde vos querés de alguna manera orientarlo, pero tiene que tener la suficiente flexibilidad para darte la libertad de cambiar el camino en algún momento. Esa sería una buena forma de pensar la planificación; no como una condena de lo que vos tenés inexorablemente que hacer sin importar todo lo que esté pasando, para introducirlo al interior de esa planificación. Lo que tiene que ocurrir es… el otro. Lo que sí, si vos nunca planificás, cualquier cosa que pase te va a parecer una novedad… lo interesante de la planificación es que vos tenés una propuesta. Si sos un profesor responsable, vos vas a haber pensado mucho tu clase; cómo encararla, cómo ofrecer algunos temas-problema, qué lecturas elegir, cómo tratar esas lecturas, si leerlas juntos, que las leas vos, que las lean los estudiantes por su cuenta… Es decir vos hacés un trazado, una prospectiva de lo que querrías hacer… y lo interesante es que eso se vea alterado, porque pensaste mucho en cómo armarla y si eso se ve alterado, quiere decir que se altera algo que vos pensaste mucho. Si uno es sensible a eso… tiene la gran virtud de tenerte despierto siempre, como alguien que tiene que estar pensando siempre nuevas circunstancias. Si vos hacés una planificación que hace 15 años que la vas manejando y no pasa nada…como si amoldaras todo…

Respecto a eso pensábamos la filosofía como el deseo de saber, de ir más allá siempre… y la planificación como eso a lo que siempre hay que volver para no perder el hilo de lo que uno pensó… Pero sin duda es diferente pensarla como una hoja de ruta, como decís vos.

Pasa que cada grupo es diferente. Hay todo un reparo institucional, si a vos te exigen en una institución cumplir a rajatabla tal o cual cosa, ahí tenés un problema de otro tenor. Tenés límites institucionales mucho más fuertes. Lo interesante es empezar a conquistar cierta libertad en lo que estás haciendo…sino prácticamente te convertís en un técnico que aplica cosas que otros decidieron que apliques. En cambio, si vos tenés más libertad como para controlar lo que está pasando en tu clase, ver dónde se descontrola, por decirlo así, o sea vos tenés capacidad de ir decidiendo los aspectos de tu clase y ver que pasan cosas diferentes a las que pensabas…eso tiene lo lindo de que cada clase va a ser distinta porque cada grupo es diferente. Si son grupos en los que se puede dialogar, en el que vos escuchás, se puede pensar juntos…vos sabés que cada clase es diferente a otra. Entonces cada planificación se va a ir reacomodando en función del grupo. Porque el grupo le va dando distintas vitalidades e impulsos. Y eso quizás sin traicionar tu idea central. Pero para eso tenés que tener una idea, un objetivo donde ponés las planificaciones, que no sea puntualmente una actividad concreta, o una lectura concreta, sino un objetivo de reflexión, de filosofar, de argumentar, de recorrer tales o cuales caminos nuevos, de ser sensible a los cambios…

¿Cómo le contarías a alguien que no es de filosofía qué es la filosofía?

No, no…(risas)… bueno ustedes saben que la manera más elegante de salir de este problema es que la pregunta sobre qué es la filosofía es una pregunta tradicional de la filosofía…Es un pensar el mundo, es un ámbito en el cual la clave es una reflexión cuidadosa sobre el mundo y tu realidad, sobre el mundo y la realidad…La filosofía tendría que permitirte… ser capaz de construir una mirada del mundo y una mirada que no es una mirada intencionada, o interesada por algún aspecto. Es una mirada como ávida de tratar de comprender y a su vez tratar de volver a preguntar. Bah, al fin de cuentas eso es la filosofía, preguntarte por qué y repreguntarte por qué… Ese interés de preguntarte, de estar en ese constante desnaturalizar lo obvio, descubrir supuestos, hacen que explores el mundo de una manera diferente. La filosofía tendría que despertar eso. Como casi un filosofar, como una actividad básicamente, y no como un conjunto de determinados saberes…Es más un recorrer el mundo de manera diferente…de… la que el mundo quiere. O sea, el mundo te impone sus tiempos, te impone sus obligaciones, te impone… lo que son sus éxitos, lo que son sus fracasos. Y sobre todo te controla. Te controla mucho. Te controla el tiempo. Tu tiempo. Y la filosofía tiene un tiempo del pensamiento que no es el tiempo de la circulación de la mercancía. La filosofía, digamos, tendría que tener de… potente… ser un lugar diferente para poder pensar la realidad en la que vivimos y pensarnos en la realidad en la que vivimos. Es como esta mirada por un lado profundamente intencionada y por otro lado profundamente inocente… es como combinar estas dos cualidades.

¿Se te ocurre alguna pregunta que no te hayamos hecho?

Y no, la verdad que me preguntaron bastante (risas).



(1) Editorial del Estante, Buenos Aires, 2008