Santa Fe, 3 de diciembre de 2014.
Se empieza a notar la
proximidad del verano en Santa Fe, y nos encontramos con que una entrevista tan
esperada por nosotros tenía una gran oportunidad de concretarse. La cita se
fijó antes de la presentación de su espectáculo “Filosofía + Música” en nuestra
ciudad, ante un teatro lleno que escuchó y participó de una masiva
interpelación. Charlar con esta figura hoy tan visible y reconocida en relación
con la Filosofía en nuestro país, era un interés que compartíamos desde hacía
un tiempo. Su participación en medios de comunicación gráficos[1],
radiales[2]
y televisivos,[3]
su actividad de divulgación en todo el país -a través de conferencias,
espectáculos teatrales, cursos- que convoca un público masivo y heterogéneo, es
lo que llama mucho la atención para un ámbito de pensamiento que muchas veces
queda resguardado a los estudios universitarios y de posgrado. Es autor, además, del libro ¿Para qué sirve la filosofía? (Pequeño
tratado sobre la demolición). Darío Sztajnszrajber
parece haber entreabierto algunas puertas, dejando ver que la posibilidad de
“salir de la caverna” está siempre abierta para todos.
-¿Cómo definirías tu
forma de practicar la filosofía?, ¿Notás que tiene una dimensión política?
Yo hago divulgación filosófica y
creo que el concepto de divulgación es uno que recupera mucho de la vocación
originaria de la filosofía, que es que la filosofía no es algo para
especialistas, sino algo que puede ser apropiado por cualquier persona, porque
es una de las tantas facetas que tenemos los seres humanos: plantear
cuestiones, pensar. Hacer filosofía para mí es una forma de pensar de la que
todos los seres humanos disponemos y el problema es que a lo largo de los años,
de los siglos, esa forma de pensar que propone la filosofía, que es un
pensamiento que cuestiona, que interrumpe el sentido de lo útil, que se hace
preguntas más por la vocación de la pregunta que por la búsqueda de una
respuesta concreta, es un tipo de pensamiento que fue tildado, por un sistema
hegemonizado por el valor de la utilidad, como improductivo. Entonces, la
improductividad de la filosofía la desterró de ser un discurso que garpe en el
mundo en el que vivimos; por lo que está puesta en un lugar marginal, como algo
inútil, como algo sinsentido, como un delirio, como una pérdida de tiempo. Y
creo que no es bueno para la filosofía dar una pelea en esos términos, o sea,
salir a demostrar que es productiva, que no es una pérdida de tiempo, que es
algo útil; sino al revés, potenciar esa dimensión improductiva es una forma
emancipatoria. O sea que en un mundo sumergido entre tanto ente, entre tanta
cosa, la improductividad rompe con ese criterio que ordena el mundo de entes,
entonces adquiere una dimensión política, desde el momento en que deconstruye
la forma en que los sentidos se han instalado como únicos y definitivos. Y
entonces, creo que la deconstrucción filosófica es una práctica política y diría,
incluso, de izquierda. Entiendo que hoy una izquierda filosófica es básicamente
una filosofía de la deconstrucción porque derrumba toda idolatría de cualquier
verdad y trabaja en pos de un desmantelamiento de cualquier verdad fuerte, que
es por donde creo que hoy se ejercen los poderes de turno.
-¿Qué habilidades pensás que necesita una persona que se dedique a la
divulgación de la filosofía?
En el mundo de la filosofía
cohabitan tres formas, tres dimensiones que son la investigación, la docencia y
la divulgación. Creo que las tres tienen su propia lógica, su propio propósito
y sus propias prácticas y que el problema es que, en general, no nos forman
sino en la investigación que es esa faceta de la filosofía que se propone a sí
misma, se presenta a sí misma como si fuese la correcta…
-Y que por eso se auto-clausura…
Y que por eso se auto-clausura
porque se entiende única, entonces excluye a todo lo que no siga esos
criterios. Por eso la docencia en filosofía siempre ha sido vista como una
actividad de segunda línea, como una filosofía bastarda. A mí todavía me dice
gente que se engancha con la filosofía: “bueno, yo quiero estudiar filosofía
pero ¿a qué me voy a dedicar además de ser docente?”… como si el ser docente
fuese un menos, un resto que no tiene sentido, ¿no? Pero bueno, a mí cuando me
preguntan profesión, yo digo docente, no digo profesor de filosofía porque
entiendo que es más importante la docencia que los contenidos que uno vierte.
Creo que todo docente hace filosofía. Incluso podría haber sido docente de
historia o de letras o de arte, que son disciplinas que me encantan tanto como
la filosofía, pero me parece que esa docencia filosófica es clave, muy
diferente a la de un investigador. Todos hemos tenido clases con excelentes
investigadores que no pueden dar una clase, porque a los tres minutos te
aburrís del soponcio que genera.
-Y por eso, en ese campo, ¿cuál pensás que son las habilidades que
tuviste que trabajar? La gestualidad quizás…
¡Qué ansiosa! Viste que a los que
hacemos filosofía nos preguntan por qué no ascendió Colón y empezamos con el
ser, la nada y el devenir... Yo estoy yendo a tu pregunta. Mucho de lo que hoy
yo elaboro cuando hago divulgación nace en la docencia. Y me le animé a la
docencia por ahí desde lugares que no son los tradicionales. No es que sólo yo,
sino que hay un montón de docentes que nos animamos a romper moldes, o sea,
siempre para mí un aula fue un lugar donde montaba un espectáculo, más un lunes
ocho y cuarto de la mañana en el secundario, había que generar algún tipo de
impacto. Pero siempre di filosofía muy puesto en lo cotidiano, siempre rehuí a
la historia de la filosofía y traté de hacer de mis clases, clases donde
circulara la problemática, clases donde se generara el hecho filosófico. Y
entonces se dieron una serie de recursos que después naturalmente los fui
utilizando en la divulgación. Cuando das el salto a la divulgación te das
cuenta que ya no tenés treinta alumnos sino que tenés miles de espectadores.
Tenés que ir a una media, ver, tratar de pensar quién es el espectador medio y
de qué manera poder incorporarlo, seducirlo, atraerlo con el discurso de la
filosofía…Primero hay algo de los ritmos que es importante, que no pasa sólo
por la filosofía, sino por cualquier ciencia, que en general escuchás a alguien
hablando casi como si escribiera un ensayo y evidentemente no te engancha; no
es lo mismo escribir que hablar y, entonces, en la oralidad es muy importante
la cadencia, es importante saber que la concentración de alguien dura un
tiempo. Yo por ahí estoy ocho minutos explicando un concepto, en el minuto
nueve te mando un chiste, porque si no te vas dando cuenta de que se te va
planchando el tipo que te escucha.
-A eso iba, con lo del chiste, ahí entraría el arte…
Sí, yo creo que la filosofía está
más cerca del arte que de las ciencias, ¿no? Tiene mucho de arte en el sentido
de que busca conmover, generar una experiencia estética. A mí me pasa con mucha
gente que mira los programas de Mentira
la Verdad, vienen, se me acercan, me abrazan y me dicen: me encanta el
programa, no entiendo nada, pero me encanta. Yo al principio decía ¡qué horror!
Ahora digo no, porque ese “me encanta” es mucho, porque evidentemente algo le
genera en un plano que no es el meramente argumentativo-racional. Y en los diferentes
proyectos en los que estoy trato de trabajar esa faceta. En este espectáculo de
hoy que es de filosofía y música, básicamente explico conceptos y me acompaña
una banda de rock que va tocando temas famosos del rock nacional que le van
dando un aire a todo lo que estoy explicando. El otro espectáculo que es Desencajados es más una puesta teatral, ahí
ya actuamos, la música y la filosofía además se ven atravesadas por el teatro,
entonces vamos construyendo imágenes y después en la tele o en la radio estoy
todo el tiempo usando estos recursos, pero creo que el recurso más importante
es el pedagógico. En ese sentido, cuando explico un concepto, proyecto en lo
que digo lo que interiormente entiendo yo que es un concepto debidamente
explicado y no tengo ningún prurito, si explico algo y siento que no se
entiende, entonces lo explico de nuevo y, si no, lo explico de nuevo y, si no,
de nuevo. Puedo explicar ocho veces un mismo concepto, pero creo que así se
termina entendiendo algo, porque uno va buscando caminos. Y creo que en la
escritura pasa lo mismo. Muchas veces mis alumnos me dicen: “bueno, pero ¿cómo
aprendo a escribir filosofía?” Yo les digo: vos escribí una oración en la que
crees que ya explicaste todo lo que querías; bueno, cuando crees que ya
explicaste todo, ponés punto y seguido y volvés a explicar lo mismo con otras
palabras. Entonces te dicen: “eh, chamuyo, trucho” No, porque no es que uno
piensa lo que escribe, la palabra crea sentido. Bueno, eso es Derrida puro, la
escritura es autónoma y en su mero ejercicio van apareciendo conceptos.
Entonces no es que decís escribo lo mismo con las mismas palabras y hacés una truchada,
sino que empiezan a aparecer sentidos nuevos. Yo me le animo a eso, siempre me
le animé a eso en los cursos.
-¿Y en tu formación tuviste algún maestro no académico?
Sí, tuve maestros no académicos
por fuera de la carrera, por ejemplo, mi profesor de poesía fue fundamental, mi
profesor de teatro fue clave. Hasta un director técnico que tuve cuando jugaba
al fútbol por la manera en que planteaba el liderazgo frente al grupo, algo que
después yo trabajo mucho con los alumnos, pero bueno, bien le haría a la
carrera de filosofía tener una materia que sea teatro, no historia.
-Como explorar otros lenguajes…
Explorar otros lenguajes por
ejemplo desde el teatro, desde la expresión. Porque para poder generar un mayor
vínculo, una mayor transferencia con el que te escucha, necesitás unirte de
recursos que no son propios del modo en que se hace filosofía académica…una
materia que sea teatro en cualquier carrera de filosofía te sacan cagando, te
dicen: “¿qué tiene que ver?”. Pero bueno, las carreras de filosofía no forman
docentes de filosofía y el 95% que sale de la carrera de filosofía termina
explicando filosofía a gente que no es de filosofía, con lo cual es ultra
necesario, se vuelve muy necesario manejar esos recursos.
-De acuerdo a tu concepción de la filosofía, entendemos que en general
la explicás como un gesto de desnaturalización, de deconstrucción de lo obvio.
¿Te pasó a nivel personal que se te haya impuesto algo que no podías discutir,
desnaturalizar, encontrar algo tan contundente que no te permitiera dudar…?
Mirá, lo que me provoca son
tensiones, porque por ahí cuando me encuentro con alguna situación, algún
valor, algún acontecimiento que siento que me es difícil emocionalmente
deconstruir, me encuentro en ese cruce, esa tensión donde, aunque me cuesta, no
dejo de pensar que lo ideal sería deconstruirlo. Entonces hago un trabajo por
deconstruirlo. Quiero decir, me la paso explicando en todos lados que los hijos
no son propiedades de los padres. Ahora, como padre muchas veces me veo en
situaciones donde me encuentro reproduciendo lo que cuestioné. Entonces la
conciencia de que estoy reproduciendo eso que cuestiono, para mí es como un
disparador para decir, bueno, trato de elaborarlo, aunque pierda, aunque no me
salga…Me parece que eso es lo más valioso que tiene la filosofía…Hoy lo voy a
trabajar nietzscheanamente: no se trata del retorno de Dioniso para que Apolo
desaparezca y el mundo se vuelva dionisíaco, porque hoy el mundo es apolíneo,
pero no se trata ni de que sea apolíneo ni de que sea dionosíaco sino entender
que somos ese conflicto, que si fuésemos Dioniso solo no aguantamos dos días, y
siendo Apolo solo somos estos tarados que somos. Entonces, claro, está tan
apolinizado el mundo que hace falta que Dioniso retorne, pero no para que tome
la hegemonía. Y eso creo que nos pasa en la vida cotidiana. Vos te encontrás
muchas veces en situaciones en las que te das cuenta filosóficamente que estás
metiendo la pata y ese darte cuenta genera que puedas laburarlo, ¿no? Pero bueno,
se trata de eso, yo pienso que la existencia es de por sí algo dado que uno no
eligió, que si uno la piensa a fondo no tiene sentido y si me la dieran a
elegir, lo digo posta, a elegir (énfasis),
yo no la hubiera elegido. Entonces ya me veo con esto, sé que hay una angustia
originaria que me va a cruzar el resto de mi vida, entonces trato en ese juego -que
lo llamo juego para no deprimirme más- de escapar lo máximo posible, de
escaparle a lo instituido, sobre todo escaparle a que otros hagan con tu energía
su propio poder.
-¿Ahí te podrías estar refiriendo a la academia o a lo que llamamos academia como esa estructura instituida?
-¿Ahí te podrías estar refiriendo a la academia o a lo que llamamos academia como esa estructura instituida?
Pienso más en las instituciones
en general. Yo creo que con la academia filosófica, por ejemplo con todo este
momento de divulgación en filosofía que hay a partir de todas las expresiones
que surgieron en los últimos diez años, mi relación no es mala. Mis maestros,
por ejemplo, los que fueron mis profesores, es gente que, cuando ve mis
programas, me felicita, están orgullosos. Mis alumnos ni hablar. Por ahí a
veces tengo dramas con mis colegas, pero por una cuestión más generacional, que
nos formamos juntos, entran en juego otras variables ahí. Pero yo creo que hay
cambios, o sea, creo que esa academia estática, “dinosauria”, conservadora así
como un concepto amplio, general, no sé si diría que sigue igual. El CONICET ya
exige en los programas de investigación un módulo que es divulgación. O sea, todo programa de investigación tiene que poder
ser divulgado a un público más amplio. Sí me parece que hay lugares -yo no
conozco la realidad de acá- en que por ahí vas a la carrera de filosofía de la
provincia “x” y me ha pasado mucho que te encontrás con las internas de cada
lugar, donde hay seis dinosaurios que manejan la facultad hace 40 años. Pero no
haría de eso una generalización, creo que hay un movimiento interesante en la
academia.
-¿Hay alguna problemática filosófica o de la vida que te encontraste que no podías llevar a la pantalla o no podías representar por la complejidad que tenía?
No, ninguna ¿Se te ocurre alguna?
-No, lo que parece fascinante es poder llevarla de esa manera.
No, para nada. Primero no he
tenido ningún tipo de resguardo por parte del canal. Los temas que no toqué son
los temas que no tengo debidamente trabajados. La selección tiene más que ver
con lo que yo investigo. O sea, los primeros trece programas de la primera
temporada eran los que tenía mas “mangeados” y así fui avanzando y en estas
últimas dos temporadas me llevó mucho tiempo hacer toda una investigación como
para dedicarme a trabajar estos temas. Por ejemplo, hay filósofos que yo no leí
o leí muy poco; Sartre, por ejemplo, no lo tengo casi leído. Muchos me dicen,
pero por qué no tocás Sartre. Y porque no lo leí. Entonces para divulgar tenés que
tener muy claro; es al revés, la divulgación bien hecha supone mucho conocimiento
de los autores, de los temas, de los conceptos para poder después volcarlos
didácticamente.
-Por ejemplo, esto que hablabas del sentido, ¿se puede divulgar el
sinsentido? ¿tendría sentido?
Y yo traté... por eso en esta
última temporada hicimos un programa de la angustia, por ejemplo, donde
trabajamos el tema del sinsentido, uno sobre la nada y claramente más allá de cómo
las palabras intentan explicar esos fenómenos, hicimos mucho hincapié en la
historia del personaje donde para explicar la nada fuimos llevándolo a un lugar
casi de suicidio, de retraimiento de su propio ser, una persona que no se
sentía cómoda con su propia identidad. Pero en los programas buscamos eso,
buscamos en la ficción contar lo que desde la palabra filosófica no alcanza.
-¿Es todo guión tuyo o tiene colaboraciones?
El guión filosófico es mío y después
me junto. El guión filosófico significa que todo lo que yo digo es mío. Y todo
lo que aparece en la ficción es elaborado por un grupo de guionistas de
televisión con los que nos juntamos en función de lo que filosóficamente
queremos contar, para pensar cada una de las ficciones, entonces es así:
queremos explicar la identidad, yo primero establezco el recorrido, casi como
si fuera una clase ¿qué voy a hablar de la identidad? Bueno voy a explicar tres
formas de la identidad, la identidad esencialista, la narrativista, la
contingente. Entonces primero explico la esencialista, después cuestiono, dos o
tres argumentos en contra, después la narrativista, después cuestiono. Bueno,
listo. Le explico a los guionistas de televisión de qué vamos a hablar –todo
esto es como un mini curso de filosofía- y entonces ahí decimos ¿qué hacemos?
Pensemos dónde situamos esto. Bueno, un registro civil, vamos viendo, un registro
civil donde las personas van a hacer el documento de identidad y ¿qué pasa? Hay
gente que tiene conflictos de identidad. Bueno, una travesti. Vamos armando. Y
así se van escribiendo los guiones. Lleva seis meses la escritura de guiones,
reuniones, lecturas, contra-lecturas…
-¿Dificultades que aparezcan ahí?
Muchas, muchísimas. La más grande
para mí es cuando la historia o el ejemplo dispersa lo que yo estoy explicando.
Hay programas más logrados y otros menos logrados.
Iría a los extremos, calculo. O
sea, no creo que haya un origen ni un final, creo que el ser es desde siempre y
será desde siempre. No creo que haya habido un punto cero, pero iría a lo más
cerca del punto cero.
-Como para estar más cerca de la no existencia que de la existencia….
Si, sí, sí. Si fuese en mi vida,
iría a la noche en que mis padres estaban haciendo el amor el segundo antes en
que ahí... Y si fuese la historia del universo, te diría que iría a ese segundo
previo en que la cosa... para ver a qué otro lugar podría haberse dirigido.
También al final, es interesante. O sea, no iría a ninguno de los lugares
conocidos, tipo la edad media o la modernidad. Pero porque ya está. Iría a lo
radicalmente otro, lo inédito…
-A lo que no podés decir, a lo que no podés pensar, a lo que no podés
explicar…
Claro, a lo impensable. O sea: máquina
del tiempo llevame antes del tiempo, al momento en que se creó el tiempo. Iría
a esos lugares extraños.
-Y si vieras que ahí pudiera hacer falta, ¿divulgarías la filosofía?
La filosofía tiene ¿cuánto tiene?
3.000 años, ¿no? Eso a veces nos olvidamos, llamamos a muchas cosas filosofía.
La filosofía es un hecho occidental, creado en el siglo VI. Viste que algunos
dicen que la filosofía nació el 26 de mayo del 585 a.C. porque fue el día que
ocurrió el eclipse que predijo Tales, entonces se toma esa fecha. Néstor
Cordero lo dice en el libro La invención
de la filosofía. Es muy gracioso. Pero fue ahí, fue en ese entrecruce entre
los comerciantes orientales, los europeos, en esa Mileto, digo ahí nace el lógos griego, se va constituyendo ahí
como herencia de la mitología. O sea no tiene nada, la filosofía tiene 3.000
años y eso en la historia del universo es un moco. No es nada. El ser humano no
es nada. El problema es que nosotros creemos que con nuestro cerebro -otra cosa
que no es nada, una molleja gigante de 1,300 kg- con ese cerebro de mierda que
te lo sacás, lo aplastás y se hace puré, podés conocer el absoluto, ¿no? Esa
omnipotencia del ser humano, que viene una bacteria invisible y se mete en tu
cuerpo y te hace ¡páf! y te mata en venite segundos y uno sigue creyendo que
puede conocer el todo. Me parece que asumir nuestros límites es una forma de
emanciparnos. Para mí, nuestros peores enemigos son esos dos. Yo en eso soy muy
nietzscheano, creo que los grandes valores que el ser humano fue instituyendo
para tolerar la existencia son como ese fármakon
del que hablaba Platón, que después toma Derrida, el fármaco que es al
mismo tiempo remedio y veneno, ¿no? Lo que te cura también te mata y estos
grandes valores que parecen ordenar al mundo, al mismo tiempo que lo ordenan y
le dan un poco de alivio, bueno, nos oprimen, entonces ese es el juego
permanente de cómo tomar el fármaco en su medida justa, que nunca sabés cuál
es.
[2]
Conducción de "El innombrable" en Radio Madre. Columnista del
programa de radio Gente sexy de la radio Rock & Pop.
[3]
Entre los que se encuentran Mentira la
verdad y El amor al cine, en Canal Encuentro, además de 1000 manos de la TV
Pública.