Hace poco más de un
año nos encontramos con Diana Maffía
en el Congreso de la Asociación de Filosofía de la República Argentina (AFRA).
Este encuentro, entre cafés y muy cerca del espacio en que nos formamos, la
Facultad de Humanidades y Ciencias de la UNL, fue y sigue siendo uno de esos
momentos en que quienes hacemos Entrevisiones nos sentimos abrumados por la amplitud de posibilidades que
detona la práctica de la filosofía. La entrevistada en cuestión ha recorrido
desde el hacer filosófico diversos caminos en los que se cruzan la
investigación, la militancia política feminista, la representación, sin dejar
de interpelar el legado de la historia de la filosofía desde el presente. Sin
embargo, el relato de Diana no solo recupera su propia historia y su manera de
vivir la filosofía. También rescata el trabajo de muchas mujeres que han
atravesado grandes dificultades, históricamente impuestas, para sostener
espacios de pensamiento y militancia que tienen como horizonte la igualdad de
oportunidades. En la narración y la vivencia de estos caminos, los problemas se
vuelven cuerpos, heterogeneidades, situaciones que nombrar, comprender y
transformar. Su labor da cuenta de que la filosofía siempre es y puede ser
mucho más: un encuentro con otros -múltiples y diversos- con los que podemos
construir nuevas realidades, reconociendo lo que tenemos que cambiar del legado
que heredamos y partiendo de un compromiso con nuestro mundo.
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Diana Maffía y algunos de los integrantes de Entrevisiones de la Filosofía |
Soy una mujer monogámica, monofilosófica. Cuando
era estudiante y estaba por recibirme, había una cátedra de Gnoseología, que al
principio era de Walton y Carpio -Carpio era titular y Walton adjunto- que
después se dividió porque daban los dos Metafísica y Gnoseología. En un momento
la directora del departamento decidió separar esas dos cátedras y dejar en
Metafísica a Carpio y en Gnoseología a Walton. Después Walton tuvo que armar
una cátedra y elegir adjuntos, ayudantes, etc. y me ofreció ser ayudante en esa
cátedra; yo era alumna en un seminario que habíamos pedido sobre Fenomenología.
Y entré como Ayudante de segunda, después Ayudante de primera, Jefa de trabajos
prácticos, de Adjunta y ahora estoy a cargo de la cátedra. Y fue la única que
concursé, cuando se abrieron los concursos después de más de treinta años,
después de la dictadura pasó mucho tiempo hasta que se concursaron cátedras.
- ¿Y desde entonces ya te interesaban los temas
de problemática de género o todavía en ese momento…?
En realidad, unir la filosofía
con cuestiones vinculadas con el feminismo -prefiero hablar de feminismo como
posición política y como compromiso práctico y no solamente como teoría, porque
la teoría de género puede ser ultraconservadora, no es mi caso-, unir esas dos
cosas fue como un cambio conceptual muy importante en el que tuvimos ayuda
exterior. Todas las que nos dedicamos armamos la Asociación de Mujeres en
Filosofía[1] y un Congreso internacional de
filosofía feminista; y una revista que salieron diez números, la revista Hiparquia[2].Comenzamos
porque había un incentivo de personas que estaban haciendo eso, trabajando en
filosofía feminista, o en feminismo filosófico como lo llamaban ellos. La que
me hizo juntar esos dos conceptos fue María Lugones[3].
María es una filósofa argentina pero vive en Estados Unidos, ahora está de
nuevo en Argentina, trabaja feminismo decolonial. En ese momento ella trabajaba
en ética, tenía una formación filosófica analítica, y era una militante
lesbiana, feminista. Entonces, después de la dictadura vino a concursar en
Ética en la Universidad de Buenos Aires. Cuando le preguntaron cuál era su
especialidad dijo “Ética lesbiana” y yo creo que el jurado se cayó así como en
las historietas (risas). Y como ella se enteró que había una Asociación de
filosofía analítica que era SADAF[4], había
escrito diciendo que quería viajar a Argentina después de veinte años y que
tenía interés en dar una conferencia allí, porque su formación era analítica.
Entonces vino a dar una conferencia que se llamaba Filosofía feminista o Feminismo
filosófico, no me acuerdo cómo la llamó. Pero fue la primera vez que yo
enganché... o sea, por un lado estaba mi compromiso por la igualdad, etc., que
todavía no se usaba la palabra género,
era en los ochenta, y por otro lado estaba mi trabajo en filosofía, que era académico,
muy intenso. Pero juntar esas dos cosas fue una sorpresa, y lo fue para muchas
de nosotras.Además cuando ella dio la conferencia nos encontramos allí un
montón de docentes de la UBA y pensábamos “ah, a vos te interesaban estos
temas”, nunca habíamos hablado de tener eso en común. Así que ella nos alentó
mucho, nos trajo mucha bibliografía, que en ese momento no se conseguía, armó
un pequeño seminario los días que estuvo, y después al año siguiente volvió y
nos trajo más bibliografía, nos dio otro seminario, y la bibliografía que nos
dejaba comenzamos a trabajarla. Allí surgió la Asociación de Mujeres en
Filosofía: había una asociación en Estados Unidos que se llamaba SWIP (Sociedad
de Mujeres en Filosofía), entonces se armó la Asociación acá, nos ayudaron a
armar ese Congreso internacional, habían tenido el primero en Estados Unidos y
se armó el segundo en Buenos Aires, lo armamos nosotras. Así que nos
comprometimos mucho. Y otra influencia muy importante fue la de Celia Amorós[5]. Celia
Amorós viajó también, al comienzo de la democracia, para trabajar cuestiones de
filosofía política feminista, y eso también fue muy impactante. Entonces, en
ese momento, hubo una concentración en una manera de práctica particular que
era la teórica, que hasta ese momento no existía. Igual tardaron mucho los
estudios de género en arraigarse en las universidades, eso ocurrió recién a
mediados de los noventa...
- ¿Queda todavía
camino por hacer en ese campo?
Mirá, yo tengo una
posición muy particular respecto a eso. En primer lugar traté de colaborar -y
eso también es una actitud feminista- cuando todavía no había centros
académicos, en un Instituto que se llama Museo Roca, un instituto de
investigaciones históricas que dirige una historiadora feminista. Armamos
seminarios de filosofía feminista y también propusimos unos encuentros
interdisciplinarios de estudios de género. Eso se hizo entre el '90 y el '95.
En el '90 no había, había un centro que era el de Gloria Bonder[6] en la Facultad de Psicología que era
sobre todo vinculado con subjetividad, y creo que fue el primer seminario académico
sobre estudios de género. Pero luego estos cinco coloquios que hicimos, estos
cinco encuentros, unieron gente que venía de todo el país, que estaba
totalmente sola trabajando estos temas porque no había una organización
institucional. Y en el '95 dejamos de hacerlo porque ya se transformó en un
congreso más…O sea, la gente que antes estaba desesperada por compartir, que
armó equipos de investigación, alianzas, estrategias para legitimar los
estudios en cada uno de los centros académicos, bueno, eso se fue perdiendo
porque ya era un instituto. Y a mí eso me interesó menos. Y en este momento
pienso que quizás en quince o veinte años de trabajo académico pasó un poquito
eso, se domesticaron, perdieron esa revulsividad política que tenían. También
en buena parte perdieron el compromiso intenso con los cambios hacia el
movimiento de mujeres, o sea, se abrió una distancia entre lo que es el
feminismo más ilustrado y algo que yo reconozco pero no todas reconocen, que es
un feminismo popular con movimientos de base. Está muy discutido que eso se
pueda llamar feminismo porque muchas veces las posiciones no aceptan las
clasificaciones teóricas que se hacen en la academia. Yo trabajo mucho temas de
diversidad sexual porque trabajo con organizaciones y comunidades de diversidad
sexual, pero que les hable de, por ejemplo, la categoría “transgénero”, que es
algo que surgió en la academia, las travestis sostenían que era su identidad
política y no querían que las llamaran transgénero...
- Desde tu lugar
¿pensás que la filosofía tiene algo para ofrecer que no ofrecen, por ejemplo,
la sociología o la ciencia política, en estas cuestiones de género?
Sí, absolutamente,
sí. Porque además, muchas veces en las disciplinas sociales vos tenés
posiciones muy ingenuas, o que sabés que son contradictorias, que no podés
sostener algo. Yo trabajo en epistemología feminista. No podés sostener ciertas
posiciones epistemológicas y pretender sostener ciertas consecuencias
políticas. Pero eso lo ves porque en filosofía se te hace obvio, es evidente, y
muchas veces en las disciplinas sociales hay problemas en común pero el
tratamiento no es el mismo, y yo creo que el lugar de la filosofía es
indispensable. También me parece indispensable en la política. Realmente, lo
que ofrecés como modalidad de trabajo, la manera de interrogar los problemas es
distinta que la de una ciencia social.
- A raíz de lo que
decías de cómo se fueron abriendo camino los estudios de género, en el marco de
la universidad: en los últimos años la atención pública ha puesto más énfasis
en las cuestiones de género, del patriarcalismo, de la violencia de
género...¿Qué lectura hacés de ese fenómeno de visibilización más masivo de la
problemática que se viene estudiando ya hace mucho tiempo?
Es muy interesante
lo que preguntás porque tiene relación con lo que decía antes de la
domesticación, ¿no? Es como lo que pasa con el psicoanálisis, que hay un
psicoanálisis “vulgar”, digamos, que manejamos todos porque esta es una
sociedad muy psicoanalizada, y también ha habido éxito en que ciertos conceptos
fueran apropiados, y yo creo que eso es muy importante, porque vos lográs que
una categoría sirva para leer la realidad, es un logro fabuloso. El lenguaje
tiene muchísima potencia, entonces, que ciertas categorías que son elaboradas
en la academia, como el concepto de género o el concepto de femicidio, para hablar de temas
que están ahora como muy tratados por los medios y también en boca de decisores
políticos, que eso sea un concepto que permite recortar algo de la realidad y
señalarlo me parece muy importante. También el concepto se vuelve más impreciso
y muchas veces decís “no, estás hablando de algo pero no lo estás usando
correctamente y no estás haciendo un análisis adecuado”. Y siempre el pensamiento
académico y sobre todo el filosófico es más elitista, porque no es algo que
circule de manera generalizada, y somos muy estrictos con el lenguaje, y a mí
me parece que hay que serlo. Cuando tomo exámenes y los alumnos son muy
imprecisos suelo decirles que si fueran un cirujano y el lenguaje fuera su
bisturí, piensen qué podría llegar a ocurrir si al bisturí lo agarra cualquiera
y lo usa cualquiera (risas). El daño se ve menos en filosofía, pero es el
mismo: cuando te equivocás, cuando no sos preciso y cuando no apuntás
exactamente a las categorías del pensamiento que querés apuntar. Nuestras
víctimas son más lejanas y más difíciles de probar, pero... La exigencia en el
lenguaje, que es muy propia de nuestra disciplina, a veces se distorsiona; o se
usa porque es correcto políticamente hacerlo, pero no es coherente con las
acciones o con el resto del discurso.
- ¿En qué estado
pensás que está la filosofía en la actualidad, acá en Argentina a distintos
niveles, institucional o en relación a los distintos temas que se están
trabajando a nivel secundario, o su impacto a nivel social?
Habría varias cosas
que decir. Yo creo que no nos enseñan mucho en las universidades acerca de cuál
es el alcance de la incumbencia de nuestro título. A mí me parece que la formación
filosófica es muy buena para mucho más que lo que te plantea la universidad
cuando te forma en docencia o investigación. Y la verdad es que las
posibilidades de intervención son mucho más amplias, donde la formación
filosófica es una formación relevante: vos podés trabajar de bioética y eso es
un modo de aplicación del conocimiento filosófico mucho más refinado que el que
puede tener un médico, un psicólogo y, ni hablar, un cura -que son los puntos
habituales de los comités de bioética. Podés trabajar en una empresa trabajando
cuestiones de conflicto, y vas a tener una visión totalizadora y una visión de
cuáles son las cuestiones que constituyen el nudo real del conflicto y cuáles
son hojarasca que está alrededor, y tenés la posibilidad de visualizar eso y de
poder hacer esa distinción y en general no llaman a los filósofos para eso,
llaman a otro tipo de profesionales para resolver conflictos que tienen que ver
con la argumentación, o que tienen que ver muchas veces con la mezcla entre
argumentos y otro tipo de cosas. Y uno analiza esa situación y podés distinguir
perfectamente eso y ver las líneas de argumentos y de confrontación, y podés
colaborar con la resolución de conflictos o con mediaciones, con aspectos que
tienen que ver con situaciones no litigantes de tipo jurídico... En eso la
filosofía te da una visión que es muy promisoria, pero ninguna de estas cosas
te la dicen... Bueno, por supuesto trabajar en una empresa está muy mal visto,
sobre todo por nuestra formación, de Sócrates en adelante. Pero son inserciones
laborales posibles.
En relación con la
escuela secundaria, recuerdo el final de una película de Antonioni que se
llamaba “Zabriskiepoint”, donde el personaje se daba vuelta, miraba la casa
donde había vivido, imaginaba que todo estallaba. Yo creo que la secundaria
habría que empezar por esa solución (risas), me parece que es algo
absolutamente fallido la educación secundaria en relación con las vidas de los
adolescentes que están ahí, es como una guardería para adolescentes, los metés ahí
adentro y esperás que crezcan. Y el tipo de contenido, la relación entre su
vida cotidiana, sus problemas subjetivos, existenciales, que los tienen
intensamente, y lo que hay ahí, que es, no sé, como un museo de cera...
- ¿El adolescente
toma la escuela secundaria como un lugar para ir a ejercer su rebeldía, ante
todo de lo cual adolece, y por eso es muy difícil imponerle toda esa
escolaridad en tanto se está resistiendo a una nueva manera de enfrentar la
vida?
Eso es una manera
de pensarlo un poquito determinista para mi gusto. Porque el adolescente, no es
que use un lugar para rebelarse, está formando su identidad y su identidad,
generalmente, se forma por oposición, porque vos confrontás ciertos modelos,
porque estás buscando otra cosa, todavía no definida del todo. La raíz de
“adolecer” y “adolescencia”, son diferentes, o sea, no es que adolescente es
aquel que carece de algo, pensarlo por la falta me parece...
- Claro, es un
momento de posibilidad más que de carencia
Claro, es un
momento de apertura donde todavía vos no sabés cómo vas a perfilarte, pero
tenés claramente la percepción. Todo es intensísimo además porque en ese
momento no tenés tantas preocupaciones materiales, diez años después vas a
tener muchas, pero en ese momento, doce o quince años -no siempre, claramente,
pero si pensamos en las mejores condiciones, alguien que está escolarizado- en
general no tenés que ocuparte de esa parte, entonces todo es muy egocéntrico,
tus sentimientos, tus percepciones, lo que sentís, lo que pensás, lo que te
parece, está todo el tiempo presente, no estás volcado hacia algo afuera, estás
muy pendiente de tus propias reacciones. Pero también, me parece que es un
momento donde te hacés preguntas fundamentales, y esas preguntas son
filosóficas. Y si pudieran darte herramientas para seguir tu camino de
preguntas, no descalificarte porque vos tenés que aprenderte la teoría de
Lavoisier de memoria. No son sarcófagos, cómo se enseña la ciencia.Es una cosa
absurda que te enseñen los problemas resueltos y no la manera en que indagás,
resolvés, ponés a prueba, que es algo que te va a servir para cualquier otra
instancia. Pero yo soy muy crítica de la escuela secundaria, ahora, dicho esto,
la filosofía retrocedió muchísimo, las horas de clase que había, incluso los
contenidos, yo creo que uno de los planteos importantes que te hacés en la
adolescencia son planteos de tipo ético, y son planteos que vos tendrías que
permitir que los propios adolescentes los formularan y mostrarles que esas
respuestas tienen caminos que llevan a posiciones distintas y que según su
intuición pueden fortalecerlas con argumentos y trabajar con ellos. Pero no es
así en general como se trabaja, hay muchas menos horas, hay orientaciones
escolares en las que directamente se sacó Ética, en el terciario lo mismo, y yo
creo que eso es una pérdida, porque me parece que tenemos lasmejores
herramientasargumentativas, nuestra disciplina las tiene. Nadie pide que saquen
Matemática del colegio secundario, sin embargo sacan Filosofía, y yo creo que es
una herramienta de pensamiento, de estructuración del pensamiento
indispensable. Y luego, sobre las universidades también tengo una posición un
poco crítica -pasé demasiado tiempo ahí adentro, treinta y cinco años ya- por
lo siguiente: yo creo que cada docente da su materia pero no hay una
preocupación por el perfil completo de las personas que van a ser nuestros
colegas, sino que hay pequeños núcleos bastantes dogmáticos, uno al lado del
otro, no se entiende muy bien cómo se vinculan. Vos en la cátedra tenés que
seguir las pautas de quien es el titular de cátedra, y luego vas a otras
cátedras donde tenés que seguir otras pautas, y no tenés maneras de enlazar
esto porque no tenemos una comunidad que trabaje en común. Te estoy hablando de
la UBA en Buenos Aires, a lo mejor acá en Santa Fe que es una carrera más nueva
y que tienen otra dimensión de convivencia, lograron armar una comunidad
filosófica o epistémica mejor. Pero realmente en la Universidad de Buenos Aires
no la tenemos. Incipientemente se empiezan a hacer jornadas de estudiantes, por
ejemplo, donde se empieza a armar un poco más la comunidad académica, pero es
raro que los docentes concurran a las jornadas de estudiantes, que haya el
respeto por ver qué piensan personas que están buscando sus temas... Los
congresos muchas veces son lugares de encuentro social, que yo creo que es un
aspecto relevante, porque muchas ideas surgen de encontrarse socialmente, pero
no veo esta interacción generacional, muchas veces los docentes no nos ponemos
en el lugar de escucha, y hay jóvenes que están trabajando sus tesis y que
saben más que nosotros de muchos temas y que han estado tres o cuatro años muy
ocupados en temas puntuales y con bibliografía muy nueva, y ahí no veo la
interacción.
- ¿Te parece que
esa parcelación, por llamarlo así, también es un efecto de la
profesionalización y a especialización?
Sí, y de ciertas
exigencias que yo creo que en filosofía son negativas, esto de tener que tener
cuatro papers por año en un congreso nacional o
internacional…
- Otra área que se
podría pensar es la de la investigación. En algunos videos[7]contabas una investigación que habían hecho y que mostraba que las
mujeres que llegana la carrera de investigador usualmente están solas... y
tiene que ver justamente con las implicancias que tiene la práctica de
investigación, no solamente en filosofía sino en distintas áreas de estudio
sobre la vida de las personas ¿no?
Sí, eso fue una
sorpresa también. Efectivamente, si yo pienso en las pocas mujeres que eran
titulares en la carrera, una de ellas no tenía hijos, otra no estaba casada, o
sea, habían hecho un renunciamiento a una vida privada que iba a ser muy
exigente porque para las mujeres es mucho más exigente que para los varones. De
hecho, cuando yo empecé a estudiar Filosofía, Carpio me dijo “usted qué hace
acá, la filosofía no es para mujeres. Tiene lindos ojos, ¿por qué no busca un
novio y aprende repostería?”
- Uh, muy fuerte...
¡Sí! (risas). No me
alentaron mucho. Hoy voy a hablar un poquito de eso, hay sustentos
presuntamente teóricos acerca de la incapacidad de las mujeres para las ideas
abstractas, por lo cual estudiar Filosofía era ir a un imposible. Yo dije “voy
a estar ahí” y es la cátedra donde estoy (risas). Y después de muchos años me
pregunté si esos desafíos no son vicarios también ¿no?, el desafío de decir
“¿así que yo no puedo estar en ese lugar? Bueno, voy a estar, te voy a
probar... y además, puedo conseguir novio, estudiar repostería y hacer
filosofía, las tres cosas a la vez, no hay problema". Así que esa
maldición de lo femenino es algo contra lo que se puede revelar pero de manera
muy costosa. Lo que yo encontré fue una sorpresa para mí, entrevistando
mujeres, encontré que había un 92% de varones y sólo un 8% de mujeres
trabajando en CONICET en nivel superior.
- ¿Esto fue más o
menos hace quince años?
Hace veinte años,
en el '94 fue. Empezamos a hacer una investigación con la Red Argentina de
Género, Ciencia y Tecnología, que es un grupo que continúa; en este momento
estamos haciendo una investigación junto con gente de CONICET sobre
trayectorias académicas de mujeres y varones, porque hay una vocación, está
Dora Barrancos[8], que es una investigadora feminista y ella está en el directorio
y tiene vocación de que se puedan hacer medidas de equidad género. Para eso
tenés que hacer un buen diagnóstico y para hacer un buen diagnóstico tenés que
comprender cuáles son los obstáculos y para hacerlo tenés que investigar,
cuantitava y cualitativamente. Y, cuando empezamos a entrevistar a esas
mujeres, a mí me empezó a resonar eso de que vivían solas, entonces dije, bueno
veamos en la cantidad de investigadoras de nivel superior qué pasa: el 75% eran
solteras, o sea que su carrera había tenido un costo a nivel personal que, ya
llegado a esa etapa de la madurez o de la vejez, estaban solas. Y quienes se
casaban lo hacían la mayoría con compañeros de laboratorio. Y los compañeros de
laboratorio, cuando eran compañeros de carrera -yo me casé con un compañero de
carrera también- cuando hacían carrera juntos, encontramos dos casos de
investigadoras principales -cargo anterior al superior- que habían hecho su
carrera con sus novios que eran compañeros, habían hecho el doctorado juntos, y
habían pedido una beca posdoctoral en el CONICET teniendo el mismo estatuto,
haciendo juntos la misma carrera, y a él le daban una beca y a ella le deban
media porque iba con el marido. Como si el CONICET tuviera que cuidar el rol de
varón proveedor, a una bióloga y a una socióloga, casadas una con un biólogo y
otra con un sociólogo. Como iban dos, a la mujer la deban media beca porque iba
con el marido que es el proveedor, no le daban tres cuarto de beca a cada uno,
o sea que si ella se separaba quedaba en la lona, ¡y el tipo podía estar lo más
campante! Una de ellas había viajado con un bebé y estaba muy agradecida porque
el jefe de laboratorio de Estados Unidos cuando había hecho el posdoctoral, la
dejaba ir con el bebé, y... ¿por qué no iban una vez ella y una vez él con el
bebé, no? El agradecimiento era tan comprensivo porque la dejaba ir con el bebé
al laboratorio, la atención y lo que significa la posibilidad de atender a la
vez dos roles que están pensados para ser de dedicación exclusiva: el modelo de
ciencia es de dedicación exclusiva y el modelo de maternidad es de dedicación
exclusiva. Entonces realmente es muy desgastante, yo creo que en generaciones
siguientes ya no fue de la misma manera.
- Volviendo sobre
algo que decías anteriormente, sobre la resistencia del comité de bioética a
llamar al filósofo, o que esté mal visto que trabajen en empresas. Hay una
nueva generación que está buscando otra salida para la filosofía y el filósofo
pareciera que sigue aislado. Hace unos años atrás fuimos parte de una discusión
sobre cómo estaba planteado el perfil de nuestra carrera, porque veíamos que
era muy reducido y general.
No es que se
resisten a llamarlo, no se les ocurre. Respecto al perfil, nadie se está
ocupando de eso, los profesores y profesoras se ocupan de que en esa materia se
aprendan los contenidos y después pasás a otro escalón donde ya no te dan
más... y esto es algo que no solamente tienen que hacer los docentes, sino
también los graduados, los estudiantes, es algo para hacer colectivamente.
- Claro, tiene que
estar como posibilidad eso, pensarse colectivamente...
Pero eso es muy
difícil, eso lo saben porque son filósofos, saben que la deliberación colectiva
es un requisito para que las soluciones sean soluciones representativas. Yo fui
defensora del pueblo, fue mi primer cargo público; en general, casi todos los
defensores del pueblo son abogados, y yo me di cuenta que tenía muchas más
herramientas para pensar soluciones que las que tenía un abogado, que está
formado para el litigio y para en general pensar que del conjunto de normas
deriva una solución, y yo tenía montones de mecanismos para resolver problemas,
que eran de otra índole porque tenía idea de lo que es una democracia
deliberativa y porque tenía convicciones -soy ideológicamente socialista- tenía
ciertas prioridades y ciertas maneras en que me parecía que debían ejercerse
los derechos ciudadanos. Pero son todas cosas donde había una base teórica, no
es que lo hacía por intuición. Y siendo además feminista tenía esa posibilidad
de ver que había una relación de poder en el género y por lo tanto
comprometerme con diversidad sexual porque esa irrupción de géneros diversos
también generaba una interpretación, una confrontación, que estaba siendo
castigada, disciplinada. Todo eso lo podía ver muy claramente. Así que sí,
efectivamente te da otros recursos. También me parece que hay una salida muy
interesante en las experiencias de filosofía para niños porque eso tiene la
posibilidad de decir “bueno, yo puedo dar herramientas para una manera de mirar
la realidad y permitirte cuestionarla, desde la más tierna infancia lo podés
hacer. Y respetar el uso de la palabra, escuchar al otro... nuestra forma, la
forma filosófica del diálogo es algo que está casi ausente en la sociedad, no
lo encontrás casi en ninguna otra parte.
- Claro, a veces en
el secundario querés discutir algo y se asustan, porque están acostumbrados a
que cuando les hablan es para retarlos...
Mirá eso es
interesantísimo, la palabra no es más que para el disciplinamiento, nunca para
invitar al diálogo. Pero en la universidad también, yo tomo exámenes y les
pregunto a los estudiantes “¿Qué unidad te interesó más?” Entonces ya eso rompe
el espacio social de examen, no? “-¿Cómo qué unidad me interesó más? -Claro,
empecemos por un tema que te haya interesado, -Bueno me interesó tal tema… -¿Y
qué opinión tenés con respecto a este autor que vimos?, -¿Mi opinión? ¿Y a
quién le interesa mi opinión?, -Bueno a mí me interesa tu opinión” Pero romper
con ese código de lo que significa el disciplinamiento es muy difícil.
- En relación a
esto que decías de filosofía con niños, como una herramienta de transformación
de la educación inicial: ¿Qué modificaciones creés que habría que hacerle a la
educación, tanto inicial, como secundaria?¿Seguís creyendo en la escuela
pública?
Bueno trabajo de la
educación y si me defino de alguna manera, de las muchas cosas que hice, menos
bataclana (risas) todavía bataclana creo que no. Me defino como educadora, y sigo
teniendo absoluta confianza en los cambios, que me parece que son los más
radicalizados y los más persistentes. A pesar de que tengo intervenciones en
muchos otros ámbitos, que acompaño a muchos movimientos que tienen estrategias
que no son sólo educativas. Pero me parece que esa es mi manera de estar en el
mundo, es una manera a veces excesivamente pedagógica, la ejerzo con el
taxista, con el mozo (risas) lo hago razonar y le digo “¿pero a usted le
parece…? ¿Cómo propondría que fuera…?” Aunque sea ese viaje de diez minutos, es
mi manera de contribuir, creo que es lo mejor que puedo dar. Me gusta, lo hago
con pasión, con compromiso. Así que sí, tengo absoluta confianza. Pero claro,
las instituciones son otra cosa, yo nunca trabajé en un secundario, salvo en
las prácticas de enseñanza (yo hice el profesorado), porque me parece que yo
siempre tuve conflictos con la autoridad irracional: de mi papá, de jefes de
trabajo… la autoridad impuesta, irracional, donde yo no puedo discutir el
argumento es una cosa que me parece totalitaria e insoportable. Y en general
las escuelas son así, son lugares donde el disciplinamiento y la autoridad… a
lo mejor ha cambiado mucho, la diferencia con la universidad es que en la
escuela los chicos sí están en una convivencia circunstancial, en la
universidad ni siquiera tenés eso. La circulación es mucho más voluble, vos
elegís la materia por los horarios, no vas haciendo grupos que van evolucionando
juntos. El grupo que va evolucionando junto tiene una capacidad de resistencia
también. Creo que también debe haber un control de pares entre los estudiantes
secundarios, que hace que si alguien tiene un interés por la filosofía lo maten
a palmetazos. Probablemente no hay posibilidad de que el interés filosófico
surja y se pueda expresar porque hay un control de pares importante. Ahora a mí
me parece que hay que ver cómo trabajás. A mí me gusta mucho el rock, y yo creo
que hay una filosofía en el rock. Creo que podés tomar temas allí que podrías
analizar con gente joven y preguntar ¿A vos qué banda te gusta, qué letra te
gusta? Podés partir de cosas que les sean más cercanas. La filosofía en general
es muy solemne, juntarse con otras disciplinas está mal visto, lo sé por
experiencia. A mí me echaron de muchos grupos filosóficos porque “lo que yo
hago no es filosofía”, porque me junto con gente de ciencias sociales, porque
hago política, porque me junto con diversidad sexual siendo una señora respetable
(risas). Todo eso está mal visto, ese salir de la solemnidad y del hermetismo
de la filosofía que es una disciplina para iniciados, que no todo el mundo
puede, en el que tenés que mostrar que podés perteneces a la elite y que no la
vas a traicionar. Y yo lo que hice en muchos momentos de mi vida fue visto como
traición a esa pertenencia académica que debía sustraerse de contaminarse por
ejemplo con medios de comunicación. Ir y tener un programa de radio donde
pretendas hacer filosofía estaba pésimamente visto, y sin embargo son maneras
de llevar los temas. Yo creo que hay una democratización del conocimiento que
requiere de esos otros medios, y que todo el mundo tiene derecho a apropiarse
de los mejores resultados de la ciencia, es parte de los derechos humanos.
Bueno, en la filosofía también, si estudiaste en la universidad pública tenés
más obligación a hacer que la ciudadanía se apropie de lo más alto de los
estándares que el mismo país colaboró en formar y en perfeccionar.
- Voy a volver
sobreuna pregunta anterior sobre la educación ¿Creés que se puede integrar a
políticas de Estado modos de educación que tengan que ver con una concepción
del sujeto de aprendizaje más abierta, más diversa, y no desde el punto de
vista de que hay que disciplinar a ese sujeto de aprendizaje sino generarle
posibilidades para que en un futuro sea un sujeto de transformación?
No solo hay sino
que hubo históricamente intervenciones de esa índole. Intervenciones
pedagógicas con mayor libertad, mayor creatividad. Por ejemplo que vos tengas
que pasar de primero a segundo, de segundo a tercero es una cosa administrativa
de orden público, pero vos podrías tener un grupo, en algunos lugares lo hay,
en escuelas de frontera, que por ahí no tienen una infraestructura o una
cantidad de alumnos apropiada, hay poquitos alumnos, están todos en un mismo
aula, y van cada uno siguiendo su evolución personal. Este promedio que hacés
de lo que tiene que rendir un alumno lleva a tener gente por arriba y gente por
abajo. Entonces vos estás trabajando con un promedio y estás recortando lo
justo, la cabeza y los pies de mucha gente. Yo recuerdo por ejemplo
experiencias para chicos talentosos. Hay una línea especial de educación que es
para chicos talentosos. Son chicos que superan no sólo la inteligencia de
cálculo, algún aspecto donde sean brillantes, que se destacan y tienen una
capacidad mayor, una enorme curiosidad. Esos chicos suelen tener problema de
disciplina en las escuelas normales. Vos tenés mucho desarrollo en las escuelas
habitualmente para el que rinde menos, pero no tenés preparada una escuela para
el que despega y tiene una capacidad y una curiosidad enorme. Molesta en el
aula, porque entendió rápido, terminó rápido, quiere más. Y a las maestras y
los maestros les desespera eso. Ahora, ¿por qué tenés recursos para el que no
llega a aprender y no tenés recursos para el que se destaca?Porque lo que tenés
es un lugar que es un criadero de pollos, el que crece demasiado rápido
molesta, vamos a carnearlo y lo vendemos rápido! Ese modo que se usa para los
chicos que son talentosos, es un modo que les va permitiendo que evolucionen a
su ritmo. Y eso tiene que ser para toda la gente.
- ¿Y creés que eso
se puede convertir en una política nacional? Porque hay formas de educación no
formal pero generalmente son privadas.
Bueno, el problema
que veo es que el clavo mayor de la educación es el secundario, indudablemente.
No hay acuerdo entre quienes son dirigentes políticos educativos acerca de
cuáles serían las soluciones apropiadas. En algún momento hubo debates públicos
sobre educación para hacer un cambio en la ley y para hacer una reforma. Esa
reforma educativa llevó varios años de reuniones, de convocatorias, y en
principio hubo mucha participación y después mucho menos, y lo que resultó no
fue del todo satisfactorio. Tenía que ver con esto de prolongar una escuela
primaria, hacer como tres ciclos en lugar de dos, algunos distritos lo
aceptaron y otros no. Ciudad de Buenos Aires no lo aceptó entonces era un
problema cuando tenían que cambiar de jurisdicción. Yo creo que sí puede haber
cambios. Pero tiene que haber debate público, y la educación -si vos analizás
las plataformas políticas- todo el mundo te dice que es muy importante, y que
hay que invertir, pero no es que hay una propuesta de modificación como sí la
hay en otras áreas. Y me consta porque fui diputada -y estaba en la comisión de
educación- que desde la Ciudad de Buenos Aires que como autónoma es una ciudad
nueva, tuvo su primera legislatura en el año 1997. De 1997 al 2001 fue la
primer legislatura, cuatro años, después de 2001 al 2005 y así… Ahora, ninguna
de las gestiones logró redactar la ley de educación. Y es el trabajo principal
de la comisión de educación de todos los distritos, son sesenta diputados, y
período tras período se dice que se va a hacer y no se logra hacer. Y no se
logra hacer porque hay muchos compromisos. Compromisos económicos: de la
transferencia a la educación privada; compromisos religiosos: el estado laico
sostiene la educación religiosa; compromisos sindicales: los sindicatos docentes
hay determinado tipo de cosas en las que no quieren evaluación docente. ¡No
quieren evaluación docente! No quieren que se quite la posibilidad de que hagan
pasantías de trabajo en donde no están en el aula. Entonces hacés una carrera
en la que no querés estar en el aula, querés estar en otro lado. Pero eso
entonces distorsiona el cuerpo docente que tenés, porque vos tenés una
directora que está haciendo trabajo en comisión como asesora legislativa.
Entonces ponen otra directora, que a su vez pide una licencia y entonces ponés
a otra directora que se va a jubilar en dos años y quiere mejorar su estatuto
entonces a los dos años tenés que poner a otra directora. Estoy hablando de
niveles altos donde vos distorsionas el presupuesto y la capacidad que tenés
para diseñar equipos docentes. Entonces todos tenemos responsabilidades, donde
pensando sectorialmente no logramos articular un proyecto que sea colectivo. Y
ninguno de esos temas es sencillo. Las cooperadoras escolares decían “queremos
manejar nosotros el dinero para los pequeños arreglos”, y el Ministerio decía
“no, porque las cooperadoras son poco claras en su rendición de cuentas”,
entonces se tapaba un baño y tenían que iniciar un expediente que tardaban seis
meses en ir a destaparlo. Tu pregunta atiende a la cuestión del diseño
estructural y lo que debería ser la educación, pero para que ese diseño llegue
a ser una realidad se tropieza con todos estos esquemas de intereses, donde si
no lo dialogaste previamente… lo que ocurrió hasta el momento es eso: no se
pudo redactar una ley de educación en la ciudad de Buenos Aires.
- Y tiene que ver
con la voluntad política de hacerlo, más allá de todos estos pormenores…
Totalmente, porque
siempre hay muchos intereses puestos en eso. La presión entre escuela laica y
escuela religiosa, la exigencia de transferencia de recursos es muy alta. Yo
creo que no debería financiarse la escuela confesional. Y que la escuela
privada tendría que ser un riesgo empresario como cualquier otro. Ahora, qué te
dicen: no hay suficientes escuelas. Ahí Daniel Filmus, que es un tipo
inteligente, hizo un invento que fue llamar a todas las escuelas “escuela pública”.
Sólo que había escuelas públicas de gestión estatal y escuelas públicas de
gestión privada, pero son todas públicas. Y eso no es cierto, porque basta ver
lo que pasa con la educación sexual, donde una escuela religiosa te dice
“Nosotros no vamos a cumplir con la obligación, porque somos una escuela
privada y acordamos hacer las cosas de otra manera”. Entonces, ¿Sos pública
para cobrar subsidios y sos privada para tomar decisiones sobre contenidos?
Creo que hay muchos problemas ahí.
- Tenemos una pregunta bastante conocida: ¿Qué es la filosofía
para vos?
Me parece que fundamentalmente la filosofía no puede dejar de lado
el estudio del compromiso de sí misma en relación con el mundo, en relación con
los demás. Tenés una cuestión religiosa, yo soy agnóstica pero, hay quien la
tiene. Hay algo del perfeccionamiento de la propia humanidad que se olvidó como
parte de la práctica filosófica. La práctica socrática de reflexionar y
perfeccionar, eso es fundamental en la filosofía. Y es algo que en la universidad
no te transmiten, la mayoría de los docentes no lo ejercen, o sea que tampoco
te lo muestran como modelo de vida, y que debería ser el núcleo de la formación
filosófica. Ahora nosotros ya no nos formamos en comunidades que permitan ir
acompañando eso con un maestro, nos formamos de otra manera. Y entonces se
pierde algo que me parece que es un ingrediente muy relevante. Y que se va a
expresar en lo político con la despreocupación de lo que se llama “la buena
vida”, que es algo que está en los discursos emancipatorios latinoamericanos
actuales, pero que también cuesta mucho que se ejerza. Y a mí como feminista me
importa esa “buena vida”, en esa generación de sujetos que examinan su vida
permanentemente y que se exigen mutuamente, me interesan las relaciones de
género, los aspectos patriarcales de la sociedad, y veo que muchos de esos
dirigentes son violentos, no reconocen a sus hijos, son abusadores con sus
mujeres, no reconocen derechos de las mujeres a su propio cuerpo, retroceden
incluso en leyes ya establecidas. O sea que cuando alguien me dice que tiene
una posición revolucionaria, si no va acompañado de determinado tipo de
reflexión humana y de exigencia con respecto a eso, me parece que es
deficiente. Y lo que siento es que todavía hay mucha deficiencia, y eso es algo
que la filosofía debería poder ofrecer, debería poder abrirnos ese camino, y en
general son búsquedas solitarias e individuales.
- Con respecto a tu experiencia en la práctica política y en
relación a todo lo que venimos hablando ¿encontraste en ese ámbito político (en
los partidos y en la cámara)un escenario que a vos te permitiera ejercer tus
convicciones, lo que querías cambiar? ¿Qué balance has hecho de ese contacto
con la política profesional?
Bueno, yo creo que el feminismo es una posición política, así que
como feminista siento que hago política permanentemente porque incido en las
relaciones de poder, por lo tanto, esa es mi posición. Cuando yo fui diputada
entré como independiente en la lista. Y entré como independiente con un trabajo
académico que yo consideraba profundamente político. Elisa Carrió[9] había decidido fundar un instituto, que es el instituto Hannah
Arendt[10], y me ofreció dirigir ese instituto. Yo dirigí durante cinco años
ese instituto y ella me dijo que creía que había que cambiar los perfiles de la
política, y yo lo dirigí sin estar afiliada, porque ella creía que había que
hacer una formación cultural y política no partidaria. En tu pregunta hay como
una distinción en lo que significa lo político y lo partidario institucional.
Bueno, ella decía “Tenemos que hacer una formación que sea una formación
humanística, amplia y muy diversa”, o sea, no censurar o invitar solamente a
los amigos. Y yo lo hice mucho tiempo y fue como si sos un chico y te dicen
“vas a administrar Disneylandia” (risas) Es fabuloso, tener recursos como para
poder tener simultáneamente seminarios con formaciones muy distintas. Y la
respuesta social fue impactante. Que en el primer curso que diéramos teníamos
un aula para 160 personas y la fantasía era “mirá si vienen cien a hacer el
curso, lo que eso puede significar en transferencia, ¡cada uno de ellos que le
cuente a dos!”Y resulta que abrimos la inscripción y se saturó inmediatamente,
el primer día, y entonces tuvimos que abrir un segundo, un tercero, abrimos
siete cursos simultáneos y había mil cuatrocientas personas en el Instituto.
Fue impactante, realmente para mí eso fue fabuloso como posibilidad de
transferencia. Ahí Carrió me dijo que creía que había que cambiar los perfiles
de la política, y me proponía ser diputada, y yo le dije que no, que mi manera
de hacer política era otra, que nunca me había afiliado a un partido, que
además soy una persona profundamente libre, milito por la despenalización del
aborto desde hace mucho tiempo, y yo sabía que en eso teníamos una diferencia
porque la primera vez que me encontré con ella fue para que nos hicieran a
ambas una entrevista sobre la despenalización del aborto. Y tuvimos un diálogo
impresionante, estuvimos más de una hora hablando, argumentando, en un diálogo
filosófico, tratando de comprender lo que decía la otra persona y dar las
mejores herramientas para responder. Y hubo un acercamiento de muchas cosas en
ese diálogo, que yo admití que era sesgado mi pensamiento y que ella admitió
que era sesgado el suyo, no nos pusimos de acuerdo en la despenalización pero
nos pusimos de acuerdo en un montón de cosas porque comprendimos lo que la otra
persona decía y tuvimos la decencia de decir “si, en eso tenés razón, tendría
que modificar…” Ese diálogo fue lo que a ella le impulsó ofrecerme el
Instituto, y yo le dije “Mirá, yo no estoy afiliada a tu partido, soy agnóstica
–ella era una católica practicante- y estoy a favor de la despenalización del
aborto y milito a favor de eso, y sé que vos no”, y me dice “pero ese diálogo
es para mí el modelo de lo que debería ser el diálogo político”. O sea, ella se
planteó (no sé ahora, hace mucho que no la veo) como modelo de diálogo político
la deliberación que hacíamos en filosofía. Ahora cuando estás en política estás
discutiendo poder, y se discute de otra manera y con muy mala fe. Yo finalmente
después de mucho negociar acepté eso. Y lo terminé haciendo en un período
porque mi vida transcurre en la academia, para mí no tenía sentido cambiar y
transformarme en una política profesional. Cuando empecé a trabajar yo hacía las
cosas a mi manera, porque soy tozuda, entonces por ejemplo, fundamentaba los
proyectos de ley. Y me decían “No fundamentes, si lo que después se vota es la
ley. Ponétrés o cuatro renglones, si vos ya arreglaste los votos… ”. Y yo decía
no, por que quien va a averiguar si hay una disputa por esa ley, va a ir a ver
cuáles son los fundamentos, y van a ver la deliberación legislativa, porque es
el modo en que se ve cuál es la voluntad del legislador. Yo necesito además
argumentar con derechos humanos, con un marco que me parece que es el que tiene
que haber en la política, entonces eran argumentaciones sólidas. Y se burlaban
de mí, me decían “vos no sabés lo que es la política nena”. Yo le llevaba un
proyecto al director de una comisión y me decía “¿pero esto para qué me lo
traes? A mí ‘fulanito’ me trajo un proyecto diferente al tuyo pero yo sé que me
subo a ese tranvía, da la vuelta y después cobro, tu tren no sé a dónde me
lleva”. El lenguaje, el cinismo. Seguí haciendo las cosas a mi manera y se me
han burlado en la cara muchas veces. Cuando terminó el primer año legislativo
-que fue muy desgastante para mí-, hay una revista que se llama Parlamentario, que todos los
años da un premio a los mejores legisladores, evaluando lo que sus pares dicen,
o sea los pares eligen quiénes son los mejores legisladores, me dan a elegir
quiénes me parecía que eran los cinco mejores legisladores. Yo hago mi
elección, no todos del bloque al que pertenecía, porque es mi manera de
trabajar: hacía interbloques con Patricia Walsh, mientras ella fue legisladora,
con gente de Proyecto Sur, con gente que era afín hacía interbloque, no me
limitaba a mi bloque. Pasaban cosas graciosas, cuando se hace la reunión de
jefes de bloque, se calcula cuáles son los votos, por ejemplo, tenemos esta ley
¿qué bloque la apoya? Y mi jefe de bloque decía “el bloque apoya tal cosa, a
Maffia pregúntenle”. Yo votaba sola, me estudiaba los proyectos sola, era un
desgaste tremendo. Entonces ese primer año me dicen “ganaste el premio Parlamentario, tus colegas te
votaron…”. ¡Si se burlaron de mí todo el año! “Si se burlaron de vos pero te
eligieron.”Y los cuatro años gané el premio Parlamentario,
que es un premio de pares y que solamente dos veces había ganado una persona
todos los años de su ejercicio. La otra persona había sido Gabriela Michetti,
una mujer, ¿interesante, no? Lo digo solamente, esto no me califica como
legisladora, califica -lo que vos me preguntabas- la resistencia, la relación
ahí adentro. Por un lado me maltrataban, se burlaban, me ninguneaban, y por
otro lado había como una… “pucha, esta mina resiste y trabaja”. Y eso fue
respetado, tomado en cuenta. Quiere decir que es bastante contradictorio.
Muchas veces, por ejemplo, yo respetaba el horario de convocatoria de sesión. Y
a veces tardaban como cuatro, cinco horas, yo me iba con un libro, me sentaba,
había una cámara, porque filmaban las sesiones. En la cámara se veía el recinto
y yo que bajaba al horario que me decían, y mi jefe de bloque me decía “no
bajes a la hora que convocan”. Nosotros teníamos un circuito interno, con el
cual podías ver si ya habían bajado o no al recinto. Entonces me decían, “baja
cuando veas que ya hay gente”. Entonces le digo “¿Vos te das cuenta de que ese
argumento es ridículo, que si todos hiciésemos eso nadie bajaría?” (risas) Para
mí era obvio que ese argumento lleva a que nunca nadie iba a bajar al recinto.
Para los demás no, no era obvio.
- Es como si hubiera una especie de doble legalidad, entre el debe y el es.
Porque ellos reconocían en
vos el cómo debería ser una legisladora, pero ellos
seguían la lógica del cómo es.
Pero premiaron el debe.
Bueno, lo reconocieron. El premio lo da otro. Si hubiesen
tenido que premiar ellos, premiaban eles (risas). Pero eso tiene que ver con lo
que comentaba de “la buena vida”, del revisar la propia vida. No nos podemos
permitir esa doble moral, tenemos que tener una fundamentación ética de la
acción y en el momento en que considerás que los valores en que se fundan tus
decisiones están mal narrados tenés que explicitar eso y cambiarlo. No te podés
permitir un doble código moral. Y eso en política está además encubierto, por
el hecho de que usan un lenguaje… nadie te va a decir “soy un tránsfuga que
privilegia los negocios, si me dan una orden la cumplo y no me importa si esa
orden es correcta o incorrecta”, nadie te va a decir las cosas de esa manera.
“Hago trueque con mis leyes para que me voten la mía porque me va a dar un
beneficio”.
- Claro, porque en un momento la caracterización que hiciste se
asemejaba mucho a la caracterización que Platón hacía de los sofistas, el
discutir con mala fe para obtener la victoria en el auditorio, que serían los
votantes…
Bueno sí, y muchas veces eso de que se filmaran las sesiones hacía
que fueran cuidadosos en algunas cosas porque la gente podía poner un canal de
televisión y ver la sesión. Y había muchos que hablaban para la tribuna y que
yo sabía que el discurso iba por un lado y las acciones iban por otro. Por eso
es que no lo hice nunca más, claro, terminé esa función y yo había dicho, que
iba a estar un período, pero me ofrecieron continuar. Porque cuando me votaron
no me conocía nadie, después de cuatro años había una visión pública mayor y yo
podía pensar que podía obtener un apoyo mayor.
- ¿Crees que entonces tu compromiso con tus convicciones políticas
y filosóficas puede darse en instancias que no son las de la política
profesional?
Bueno, de hecho, mirá lo que pasó, te cuento algo también
esperanzador, porque no siempre las cosas salen mal cuando actuás
correctamente, porque sino la visión es que la persona que tiene una
preocupación ética es un ingenuo que después se queda solo y que fracasa. Y no siempre es
así. Cuando terminé ese cargo legislativo y no acepté tener otro período, me
decían “¿Pero qué vas a hacer?”, como si viniera el precipicio
- Claro, que es lo que supuestamente le pasa al político cuando ya
no tiene adónde ir…
Claro, le inventan otro cargo para que aguante dos años porque no
se puede presentar de inmediato, hay que estar dos años antes “en remojo”,
¡pero estás “en remojo” con un salario público! Y después volvés, y algunos
vuelven esperando que haya desmemoria colectiva. Acá en Santa fe se ve mucho
ese político. (risas) Entonces yo decía, bueno, voy a volver a dar clases, que
es lo que hice durante treinta años, vuelvo a mi dedicación exclusiva, 45 horas
semanales, pero la idea de trabajar les da pavor! No sé, piensan que es una
cosa imposible. Además había seguido dando clases en la cátedra de gnoseología,
mientras era diputada. Cuando terminé entonces, pensaba volver a la docencia.
De hecho, para el primer semestre de 2012 (yo terminé en diciembre del 2011)ya había
aceptado seminarios de posgrado, me armé un primer semestre súper complicado, y
me proponen para un cargo electivo que era ser consejera académica en el
Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires. Yo venía ayudando a
Carmen Argibay[11], colaborando con ella en la oficina de la mujer de la Corte
Suprema, justamente por eso tenía viajes por todo el país, que era una
formación en Género para el Poder Judicial. Desde que ella había sido elegida
en la Corte Suprema de Justicia, yo la conocía y colaboré con ella haciendo
esas capacitaciones. El Consejo Académico se ocupaba de la formación del Poder
Judicial de la Ciudad. Y a mí me pareció interesante, porque era nuevamente
poder hacer una transferencia, en este caso a la Justicia, de cosas que ya
venía haciendo como docente y en investigación, y me parecía buenísimo. Era un
cargo electivo, o sea que se concursó, me eligió la Legislatura como Consejera
Académica. Y yo supongo que también preocupados por mi destino (risas). Y
entonces fui al Consejo Académico, que tuvo una primera reunión donde se
revisaron los seminarios que iba a haber, congresos, currículum de docentes,
unas becas que se iban a dar, y dijeron bueno, nuestra próxima reunión es
dentro de cinco semanas. Y yo pregunté: qué tengo que hacer de acá a cinco
semanas. “Nada”, me dijeron, y se rieron. El presidente del Consejo había sido
diputado al mismo tiempo que yo, del Frente para la Victoria, yo del ARI -perro
y gato era poco decir-, discutimos muchísimo pero nos respetamos muchísimo. Era
Juan Manuel Olmos. A pesar de ese antagonismo hicimos juntos una ley, de
protección de pacientes en protocolos de investigación clínicaen hospitales
públicos. Que es una ley excelente, y la hicimos como adversarios que se
respetan pero exigiéndonos (risas). Yo hice la parte de derechos humanos y él
la parte económica de quién paga los laboratorios, y quién las cuentas del
Ministerio; y juntamos las dos cosas y salió una ley espectacular. Que además
se implementa y eso solo valía la pena el pasar por la Legislatura. Entonces lo
fui a ver y le dije “mirá, me nombraron a un cargo y tengo que ir una vez por
mes a una reunión. Ese trabajo, yo lo hago en la universidad permanentemente y
a mí me lleva un día, dos, no me lleva un mes revisar los proyectos, los
programas, los currículum. Dejáme hacer algo con incidencia, porque sino yo
estoy cobrando un salario que era mayor que el salario de la universidad”. “-¿Y
qué harías?” Le respondí: “Bueno, una cosa que ví, cuando me designaron analicé
los programas de quince años que había tenido la formación de Justicia de la
Ciudad. Pedí los archivos y me dijeron que había un libro que sacaron a los
diez años con todos los programas que habían implementado en esos diez años y
después me dieron las carpetas de los últimos cinco años. Cuando fui a hablar
después con el presidente de esa Comisión, le dije que había algunas líneas que
se interrumpieron, una línea de derecho crítico que se dejó de dar, una línea
sobre argumentación jurídica que me parecía muy buena que también se dejó de
dar, no hay nada de Género.” Se quedó mirándome y me preguntó “¿Leíste el
libro?” (risas) Bueno ahí ví que faltaban algunas cosas y que faltaba sobre todo
hacer una capacitación en Género y que además era obligatorio hacerla, y no la
estaban cumpliendo. Hubo acuerdo con eso, y entonces le dije, “dejámeque diseñe
algo que tenga más incidencia”. “-¿Y qué harías?” Bueno, haría un Observatorio
para investigación y capacitación en Género, un Observatorio de Género en la
Justicia. Lo fundamenté (porque había otros en el mundo, etc.) y lo comencé a
hacer. A los dos años me llama y me dice “Tu bloque te retiró el apoyo y a fin
de año termina tu cargo.” ¿Pero cómo, si era un cargo electivo de cuatro años?
Y se ríe y me dice: “no pusimos la duración en la ley”. Yo no me había dado
cuenta, pero ellos sí. Había un arreglo de bloques políticos en el que cuando
termina un período legislativo patean un hormiguero. Entonces yo dije “pero
quiero que el Observatorio siga, porque eso tuvo reconocimiento nacional,
internacional, pidieron las capacitaciones desde otras jurisdicciones, hubo
mucha prensa para muchas intervenciones.” Entonces me designó como directora
del Observatorio, y lo que antes hacía Ad Honorem y por voluntad propia, era
ahora mi función. Eso es algo que me parece que, por el camino menos esperado,
salió bien. Y fue sostener mi convicción.
- A la vista de
esta experiencia: ¿Creés aún en la política?
Sí, profundamente.
Yo creo que hay que perfeccionar las formas, me parece que los perfiles de la
política tienen que ser diversos. La política no es sólo para profesionales.
Tiene que haber, en esta deliberación sobre el poder, representantes de muy
diversas actividades. Me parece que falta mucho para que las mujeres tengan
igualdad de oportunidades en las decisiones de las cuestiones públicas. Si vos
pensás en qué leyes afectan a los cuerpos de las mujeres, todas salieron a
partir de que hubo mujeres en la Legislatura, con la ley de cupo: ley de
violencia, ley de parto humanizado, ley de acoso sexual, ley de trata, la ley
de lactancia… todas las normas que tienen que ver con derechos sobre los
cuerpos de las mujeres. Es como si la ciudadanía no hubiera tenido cuerpo,
hasta que aparecen las mujeres y se acuerdan de que hay cuerpos a los que les
pasan cosas: las matan, las violan, menstrúan, paren, lactan, abortan.
Entonces, todos estos ciudadanos no estaban antes contemplados en el rango de
personas por las que el Estado tenía que hacer algo. Y a mí me parece que eso
es algo muy relevante. Y como no es solamente una cuestión de género, es una
cuestión de género, de clase, de raza, de etnia, de edad, de discapacidad,
etcétera, me parece que si los perfiles fueran diversos la representación
también tendría otras posibilidades de llevar a lo público problemas que, si
no, quedan en el ámbito de la resolución privada. Porque son problemas de
derechos humanos y deben ser resueltos desde el Estado. Sí tengo confianza en
la política, creo que es un modo de intervenir en la realidad y que tenemos que
tener una enorme vigilancia ciudadana. Por ejemplo, cuando era Defensora del
Pueblo, se votó la Ley de Salud Sexual y Reproductiva. Yo había hecho un pedido
de informes a todos los hospitales públicos para ver cómo se atendía la salud
sexual y reproductiva. Y un año después de la sanción de la ley, hago otro
pedido de informes, y eran la misma cantidad de profesionales, la misma
cantidad de pacientes tratados, los mismos horarios, no había cambiado nada.
Hay una ley que te dice que te va a proteger y nadie había puesto presupuesto,
compra de anticonceptivos, consejería, capacitación de profesionales, nada.
Entonces si nada cambia, la norma no se transforma en derecho. Ahora, para que eso
se mantenga, además de la exigencia de los sistemas de control, que están muy
deteriorados (Santa Fe tenía una muy buena Defensoría del pueblo), tiene que
haber control ciudadano. Y ahí es donde veo que tenemos una ciudadanía un poco
más pasiva. Que debería haber un activismo ciudadano mayor, de controlar y de
vigilar que ciertas cosas que están en la esfera de interés se cumplan.
Recuerdo que había un contador que venía a la Defensoría del Pueblo y decía que
participaba en un grupo donde cada uno se había propuesto vigilar a un
funcionario. Si te interesan las políticas de juventud, te juntás y vigilás que
se cumplan y analizás cómo se cumplen. Y si te interesa la salud, vas a un
centro de salud con una lista de chequeos y controlás que están las cosas que
deberían estar. Hay un montón de mecanismos de control ciudadano, a través de
la prensa, a través de cartas de lectores, montones de mecanismos que no se
ejercen. No hay una ciudadanía muy activa. Tampoco se la favorece.
- Queríamos saber
tu opinión sobre la realidad argentina actual y a la vez cuáles son los temas
pendientes que para vos se tienen que tratar a nivel nacional.
Con respecto a la
política real, de partidos, creo que es muy desalentadora, porque son arreglos
circunstanciales, no es que vos tengas expresiones políticas donde sabés que si
votás este partido vas con una trayectoria de cien años en ciertas ideas. Vos
tenías una lógica de partidos hasta hace no tantos años, quince años, que era
con partidos tradicionales, grandes: el partido justicialista, el peronismo,
que ya sabías que tenía determinado tipo de políticas sociales, a veces a
expensas de ciertas áreas liberales que podían verse un poco más censuradas;
tenías un partido radical que era más republicano en algunas cosas; y tenías un
partido socialista muy puesto en la cuestión educativa, más iluminista,
digamos. Ahora tenés peronistas en todos lados, radicales en todos lados y
socialistas en todos lados y son arreglos discursivos que tampoco distinguís
mucho. Entonces yo creo que se hace muy difícil que las personas puedan elegir
de acuerdo con un modelo de vida y un modelo de país. No es lo que hacemos.
Entonces, lo veo muy opaco al sistema político actual. Opaco no sólo por las
formas de corrupción que hay que son escandalosas, brutales, sino por la poca
percepción de las personas acerca de las consecuencias de esa corrupción.
Parece que la corrupción fuera un delito sin víctima. Incluso se dice “Mirá que
bien que la hizo, estuvo dos años y mirá la casa…”. Porque no se ve la víctima,
no se ve que cierto otro punto de la cadena -que yo por un defecto emocional
tengo permanentemente presente, voy a un lugar y digo: para que este lugar
exista tiene que haber alguien que carece de todo-. No puedo sacarme de la
cabeza que para que alguien esté en el medio de cierto tipo de festejos, otros
no tienen ni las sobras de ese festejo. Me parece que no hay percepción pública
con respecto a ese costo que tiene la corrupción, que yo creo que es un
problema gravísimo. Me parece que la falta de ética pública, la falta de
democratización de la vida cotidiana, de lo privado, no sólo de lo público, la
falta de una concepción equitativa en cuanto a derechos donde la ciudadanía no
sea abstracta sino que esté encarnada y se vea de qué manera ciertos rasgos te
someten a formas de opresión, a formas de dominio sistemáticas. Todo eso me
parece que son problemas de la política que habría que resolver. Y siento
además de la pérdida de esos modelos que eran un poco más transparentes en
cuanto a qué elegías cuando elegías poner tu voto por alguien, es la falta de
sentimiento de que podés programar tu vida, de que podés con esfuerzo personal
tener movilidad social, de que ciertos pasos te conducen hacia cierta
responsabilidad acerca de que si querés algo tenés que hacer los pasos
necesarios. Parece que todo ocurriera por azar, tenés la fortuna o el
infortunio de que te toquen o no te toquen ciertas cosas. Y eso también me
parece que nos da una forma de vida completamente caótica, rápida. Yo creo que
la política es importantísima pero que las representaciones de partidos no son
entusiasmantes en este momento como para encarnarlas.
[1]La Asociación
Argentina de Mujeres en Filosofía (AAMEF) se formó en el año 1987, sus
objetivos fundamentales estaban dirigidos a difundir los trabajos de las
mujeres filósofas y estudiar en clave de género los escritos, sistemas y
preconceptos filosóficos del canon. A pesar de su breve vida, dejó importantes
huellas. Fue el marco en el que se organizaron jornadas, seminarios,
conferencias, propuestas de agenda temática para congresos nacionales e
internacionales y diversas publicaciones. Fuente: http://www.hiparquia.fahce.unlp.edu.ar/
[2]La revista Hiparquia (1988-1999)fue
una publicación de la Asociación Argentina de Mujeres en Filosofía (AAMEF). “Hiparquia –única mujer mencionada por
Diógenes Laercio en Vidas de Filósofos Ilustres-
fue precisamente el nombre elegido para la publicación periódica que salió a la
luz en 1988. Por aquél entonces, sólo existía en nuestro país la revista Feminaria
–dirigida por Lea Fletcher- que incluía a la vez trabajos teóricos,
crítica, ensayo y literatura. A diferencia de esa publicación, abierta a un
público más heterogéneo y distribuida en algunos kioscos porteños, Hiparquia se limitó a un horizonte disciplinar,
la filosofía, y tuvo las pretensiones propias de las revistas académicas.Hiparquia se construyó a sí misma como
una plataforma desde la que debatir con “los popes” de la disciplina, como una
voz menor e incisiva desde la que dirigirse a un cánon, a veces muy difícil de
conmover.” Fuente: http://www.hiparquia.fahce.unlp.edu.ar/
[3]María Lugones es una filósofa nacida en Argentina y
egresada de la Universidad de California. Actualmente investiga temas
relacionados al feminismo descolonial.
[4]La Sociedad Argentina de Análisis Filosófico
(SADAF) tiene sus inicios en los años ’70 en Argentina y sigue desempeñando un
papel muy importante en la filosofía académica nacional. Puede indagarse más
sobre ello en: http://www.sadaf.org.ar/es/
[5]Celia Amorós Puente es una filósofa y ensayista española, teórica del feminismo.
Se ha destacado en estudios sobre la construcción de las relaciones entre Ilustración y feminismo.
[6]Gloria Bonder es una psicóloga,
investigadora y activista de género argentina.
Fundó en 1979 el Centro de Estudios de la Mujer (CEM) y el Postgrado de Especialización
y Estudios de la Mujer en la Facultad de Psicología de la Universidad
de Buenos Aires.
[8] Dora Beatriz
Barrancos es una socióloga, historiadora y feminista argentina. Se ha dedicado a estudiar el
desarrollo del feminismo en Argentina, los movimientos sociales de principios
del siglo XX, las revoluciones llevadas a cabo por las mujeres, los movimientos
socialistas y anarquistas, y el rol de la educación en la Historia argentina.
[11]Carmen María Argibay (1939 - 2014)
fue abogada, jueza y ministra de la Corte Suprema de Justicia de Argentina desde el año 2004
.