Santa Fe, jueves 6 de agosto de 2015.
Por alguna
razón, no resulta fácil presentar el encuentro con Federico Penelas. Es posible
que sean las múltiples facetas de su persona, o la cadencia de su discurso, que
no refiere simplemente a un ritmo, sino al modo en que se ordena y -de modo
musical- concierta los temas de los que hablamos, llevando la conversación, de
manera inadvertida, a un nivel de discusión más interesante, más complejo, que
el que abren nuestras preguntas.
Federico Penelas
es profesor de Filosofía del Lenguaje (JTP en UBA y titular en la Universidad de Mar del
Plata), investigador del CONICET, filósofo analítico, escritor de sonetos,
dramaturgo, actor, cantante de tango -en ámbitos
domésticos-, devenido peronista a los 40. Lleva con ligereza y espontaneidad
este equipaje de facetas cultivadas con pasión y siempre en contacto con otros -amigos,
grupos, equipos, referentes. No nos dice que goza de cada cosa que hace -no
necesita decirlo.
Nos encontramos
con él el jueves 6 de agosto, en el marco del Congreso Nacional de Filosofía
que se realizó durante esa semana en la ciudad de Santa Fe. Nos reunimos en un
bar desierto del que debimos pedir que nos prendan la luz, dentro del Foro Cultural
Universitario, donde más tarde se desarrollaron unas conferencias sobre
Filosofía y Arte a las que asistiría. Comenzamos a charlar de su trayectoria
biográfica, del núcleo de interés filosófico que retrospectivamente observa que
permanece como variaciones de un mismo
tema: la teoría del conocimiento, la epistemología y la lógica, siempre en
sus conexiones más o menos inmediatas con la filosofía práctica. Este interés
se presenta acompañado de un modo concreto de practicar la filosofía, en grupos
de lectura y discusión muy horizontales.
Como necesidad
colectiva es que surge precisamente su compromiso público con el gobierno de
Cristina Fernández de Kirchner. Nos detenemos allí en los modos y motivos de
esa toma de posición, vivida por él como una celebración, y pasamos entonces a
pedirle que atrape con sus palabras a ese ser de mil caras que es el peronismo
(“Bueno, nadie lo sabe” -contesta inicialmente). Derivamos entonces en las
conexiones objetivas y vitales planteadas entre filosofía y praxis, nos
concentramos en el análisis de la actual situación política del país y por
último, como no podía faltar, le pedimos que intente atrapar a la filosofía,
otro ser de múltiples rostros.
-El primer pedido que te hacemos es que te presentes a
vos mismo. Que cuentes un poco lo que hacés y cómo llegaste a ser lo que ahora
sos.
Bueno, soy
Licenciado y Doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires. Soy docente en la UBA en la cátedra de Filosofía
del Lenguaje, ahí soy JTP. Desde hace diez años soy docente en la Universidad de Mar del
Plata, ahora soy el titular de la materia, y también soy investigador del
CONICET. Así que mi vínculo profesional con la filosofía es la docencia y la
investigación, las dos de manera fuerte. Tengo el perfil típico del docente
investigador. He dado clases en todos lados. En un momento era como un profesor
federal [risas]: en la UBA ,
en Mar del Plata, en el Litoral, en General Sarmiento, en UNTREF, en Quilmes.
Mi circulación como docente de grado y posgrado ha sido diversa, siempre
universidades nacionales [énfasis]. Y bueno, mi formación ha sido desde muy
temprano en la filosofía analítica más bien. No era lo que yo pensaba cuando
ingresé a la carrera. Siempre cuento que cuando ingresé a la carrera de
filosofía mi idea era hacer filosofía política, marxismo, y lo primero que me
pasó es que una de las primeras materias que tenía que hacer era Lógica, tenía
10 horas de cursado, 6 de teórico y 4 de práctico y yo dije “¡uy, esto es una
estafa!” [risas]. Y bueno, después fui durante 14 años profesor de Lógica
[risas]. Siempre hacía ese chiste a mis alumnos de Lógica para mostrarles que
son muy contingentes los recorridos que uno como filósofo va haciendo. Es
contingente pero siempre hay un núcleo, creo yo ¿no? -si bien los caminos se
bifurcan de maneras curiosas- hay un núcleo que siempre reaparece, un núcleo de
ese primer impulso que lo llevó a uno a estudiar filosofía.
- ¿Y en este caso cuál sería el tuyo?
Bueno, mi
recorrido fue: curso Lógica y me enamoré de un profesor, Carlos Alchourrón, era
el titular de Lógica, un gran filósofo argentino y un gran profesor, con una
pasión extraordinaria. Al toque nos invitó a algunos estudiantes a sumarnos a
un seminario de doctorado que él iba dar sobre Quine. Nos dijo “no van a
entender nada pero vengan igual”. Fuimos. No entendimos nada. Nos invitó, en el
marco de este seminario, a una discusión que iba a haber en S.A.D.A.F.
(Sociedad Argentina de Análisis Filosófico) en torno a un libro que acababa de
aparecer, que era Lógica, Significado y
Ontología de Raúl Orayen, quien era un gran filósofo argentino que terminó
trabajando en México los últimos 20 años de su vida. Y entonces fui a SADAF y
la presentación del libro consistía en cinco profesores que eran Klimovsky,
Alberto Moretti, Carlos Alchourrón, Gladys Palau y Tomás Moro Simpson que
hacían observaciones al libro, luego había un ágape donde todos bebían algo y
Orayen se encerraba en una habitación solo a pensar las respuestas. Luego salía
Orayen, volvía todo el mundo a sentarse, respondía a las críticas y se armaba
la discusión y yo dije “yo quiero estar ahí, este es mi lugar”. La manera
crítica y horizontal, porque después todo el mundo intervenía y yo veía que
había gente muy joven y no había ninguna jerarquía a la hora de la discusión
filosófica y, bueno, dije “yo quiero pertenecer a este espacio”.
-Como buen lógico entraste por lo formal…
Bueno, sí, pero
por una forma política, que eso tiene que ver con el núcleo que voy a
mencionar. Luego ahí fui derivando, hubo personas muy importantes en mi
consolidación como investigador. Cuando curso Filosofía del Lenguaje, tuve en
el práctico como JTP a Eduardo Barrio y a Eleonora Orlando y ambos me
estimularon a presentarme a una beca de estudiante bajo la dirección de Alberto
Moretti. No de ellos, ellos me dijeron “vos presentate con Moretti”. Yo ni
sabía que había becas, eran épocas del menemismo, yo entré a la carrera en el
año ’90, había muy pocas becas, el sistema de investigación estaba
destruyéndose, hasta estar totalmente destruido durante esa década. Era
incomparable a la situación actual donde cualquier estudiante entra a la
carrera y ya sabe rápidamente porque alguien le informa cuáles son los caminos
a seguir. Allí no había información porque los caminos eran prácticamente nulos
y yo ni sabía qué era una beca de
investigación.
Me presenté, no
la gané, había solamente una beca para Filosofía en toda la facultad, no había
becas CONICET. Al año siguiente me volví a presentar y sí la gané y ahí ya mi
vida empezó a ser una vida académica. En ese entonces trabajaba como empleado
público y el mismo día que me echaron -uno de los ajustes más del Estado- me
echaron dos días después de que me enteré que me había salido la beca y nunca
más trabajé en otra cosa que no sea vinculado al sistema de investigación
científica argentina, ya sea de la
UBA , fui becario de beca doctoral y demás, bueno tuve una
beca Antorchas, en un período, esa fundación privada ayudaba, y luego CONICET y
ahí ya nunca más cambié. Y ahí ya mi investigación se fue derivando hacia
Filosofía del Lenguaje y Teoría del Conocimiento y esa mixtura se produjo en
virtud de una contingencia más que fue cursando Filosofía Moderna con el
profesor Leiser Madanes. El curso consistió al menos ese cuatrimestre en que
durante los teóricos se leyó un solo texto, que eran las Meditaciones Metafísicas, luego en el práctico se veía empirismo y
Kant, pero en el teórico se veían las Meditaciones
de manera exhaustiva. Y el último día del curso Madanes dijo “bueno estuvimos
todo este cuatrimestre con Descartes, ahora vamos a leer un breve texto crítico
de la tradición que fue gestada en la modernidad con Descartes” y entonces
leímos el capítulo 3 de La Filosofía y el Espejo de la Naturaleza de Rorty
y ahí me volví loco con Rorty, empecé a trabajar la obra de Rorty desde un
punto de vista a caballo de la
Filosofía del lenguaje y la Teoría del conocimiento, pero, claro, Rorty es un
autor que me permitió que esa línea de investigación que era la que a mí me
había sorprendentemente interesado, vía mi acercamiento a la filosofía
analítica me permitía también hacer esbozos de filosofía política que era el
núcleo original que me había llevado a la carrera. Entonces, de manera muy
curiosa, mi tesis de licenciatura se llamó Verdad,
Creencia y Crueldad y el primer capítulo era sobre Tarski [risas] y el
último capítulo era ensayístico sobre el concepto de crueldad como concepto
político en Rorty, era un Frankenstein, pero un Frankenstein que siempre
defendí, esa posibilidad de no quedar anclado no sólo en un problemita, sino ni
siquiera en una especialidad y tampoco en una tradición. Por supuesto, uno
tiene su formación fuerte en algunos aspectos, en algunas tradiciones, pero
trata de hacer algún esfuerzo de recorrer el espinel de una manera más amplia,
y Rorty fue el autor que encontré para poder hacer eso, porque Rorty permite
pasar de la semántica a la política pero no sólo eso, permite pasar de la
filosofía analítica a la filosofía continental también. Por supuesto, yo no soy
un experto en filosofía continental, ni soy un filósofo continental, soy un
filósofo analítico, algo que descubrí rápidamente cuando empecé a dar clases,
daba clases en la materia Introducción a la Filosofía de la Escuela de Arte Dramático,
y ahí yo di mi clase sobre Heráclito y mi clase sobre Heráclito reconstruía
argumentativamente a Heráclito y ahí dije “no, yo soy un filósofo analítico”.
Heráclito el oscuro para mí era reconstruible de manera argumentativa.
Pero, a pesar de
que es bueno reconocerse en sus fortalezas y en sus límites, trato siempre de
acercarme a otras tradiciones, desde mi mirada por supuesto. Entonces Rorty fue
la ocasión para investigar en el área y en la tradición que la facultad me
había presentado y de la que me había enamorado, siendo de alguna manera fiel
también a ese primer impulso que me llevó a hacer la carrera. Haciendo la reconstrucción,
en realidad, mi mirada retrospectiva, qué me hizo filósofo, me recordé a mi
mismo leyendo -mi familia tiene una veta, digamos, cercana al PC, entonces
había muchos libros publicados por las agencias soviéticas, entre otros, libros
de filosofía, manuales soviéticos de filosofía- y ahí yo me acuerdo los dos
primeros libros de filosofía que yo leí a los doce años fueron ¿Por qué no soy cristiano? de B. Russell
y un librito, un manualcito –creo que de la agencia Novosti, que era la agencia
que publicaba cosas de la
Unión Soviética en español- que se llamaba La Verdad y el Error, que era un textito que era
una presentación de divulgación de Materialismo
y empiriocriticismo de Lenin, es decir era un texto a caballo entre teoría
del conocimiento y filosofía política, entonces en el fondo yo creía que quería
ser filosofo político pero en realidad lo que más me había atraído era la
epistemología, la teoría del conocimiento, que es a lo que finalmente me
dedico, así que, las vueltas de la vida, hay contingencias, hay sorpresas, pero
hay algo que estuvo siempre presente y que se reactualiza de modos inesperados
probablemente, pero está ahí…
-Y en esa especie de transversalidad que se da en
distintas temáticas filosóficas, lo ves también en tu vida, tenés una veta
artística y también un compromiso político.

-¿Siempre con el piano?
No. Me pasé a
cantar, con mi hermano tenemos un dúo de tango. Yo canto y el toca el piano, pero
para amigos. O sea, eso está vigente pero en un ámbito doméstico, eso fue una
decisión. Lo que no decidí nunca abandonar es la escritura literaria que
también estuvo presente en mí desde chico. Mi primera novela la escribí a los
nueve años. Era una novela que tenía diez páginas pero para mí era una novela,
veinte páginas capaz, que se llamaba La
vida de un soldado sin armas que era una novela histórica, política, el
personaje era un periodista federal, en medio del avance unitario, pero lo
mataba justo antes de la llegada al poder de Rosas, porque no sabía mucho qué
decir al respecto [risas]. Muy prudentemente se moría ahí el personaje. Siempre
escribí, hasta que en el año ‘90 empecé un taller de dramaturgia con un profesor
que había sido profesor en el secundario que era un dramaturgo importante,
Patricio Esteve, había sido director del Teatro Cervantes cuando llega la
democracia, un taller en el que nos reunimos tres o cuatro compañeros en la
casa de él los sábados a la mañana durante 5 años hasta que él se murió. Ya ni
nos cobraba, nos cobró el primer año y no nos cobró nunca más, y ahí me
convertí en dramaturgo, cosa inesperada también. No me interesaba la escritura
dramática, fue una contingencia más y, luego, a instancias de Horacio Banega[i], con quien
nos conocimos en la carrera, que empezamos inmediatamente a compartir nuestra
hibridez, estuvo a punto de dirigir una obra mía, que después no aconteció, una
obra mía que era una farsa sobre el encuentro de Guayaquil entre Bolívar y San
Martín y, a instancias de él, finalmente me inscribí en la carrera de
Dramaturgia, de la
Escuela Municipal de Arte Dramático, la carrera que dirige
Mauricio Kartun. Egresé así que soy Dramaturgo Municipal, ahí me vinculé al
mundo de teatro porteño, yo escribía en soledad, pero ahí me vinculé al mundo
del teatro porteño porque los compañeros de la carrera eran actores, eran
directores y esa es otra rama que mantuve, luego estrené varias obras, hasta un
determinado momento donde me tuve que volcar mucho a terminar el doctorado y
demás y bueno dirigí, incluso dirigimos juntos con Horacio y Eduardo Safigueroa
una obra en 2002 a
los 50 años de la muerte Eva Perón, que la escribimos juntos y la dirigimos
juntos y luego en el año 2004 dejé de escribir y de acercarme al mundo teatral
y no volví nunca, me chupó la academia digamos. Pero no volví nunca sin el
mismo gesto de abandonar la música a mis 18 años, estoy siempre a la
expectativa del retorno, que por ahora no se ha producido, pero no es algo que
haya cancelado, está en mi mente permanentemente y mientras tanto despunto el
vicio literario escribiendo sonetos que es un hobby que comparto con Tomás Moro
Simpson, que creo que somos las únicas dos personas en este país que siguen
escribiendo sonetos [risas], es como un hobby para mantener un vínculo con la
literatura, siendo que en realidad mi vínculo más fuerte está más bien en la
dramaturgia. Así que sí, esta esa transversalidad presente.
Y la política,
vos me mencionabas la política, bueno eso es más reciente. Eso tiene que ver con,
bueno, hace unos cuantos años me dediqué a la política universitaria, a nivel
de la facultad, como graduado ya, no como estudiante y eso me hizo tener una
visión más política de la vida académica, un vínculo con el mundo académico
también desde un punto de vista político y en determinado momento a muchos
colegas nos pasó que sentimos la necesidad de conformar, así como se armaron
muchos grupos de investigación a fines de los ‘90, antes la idea de grupo de
investigación era muy escasa. El Instituto de Filosofía de la facultad de
filosofía de la UBA ,
yo era becario y tenía la llave del Instituto, en aquel entonces los becarios
podían entrar a la biblioteca en cualquier momento y estaban vacías las aulas
del Instituto, no había reuniones de grupo, no había una concepción del trabajo
grupal tan fuerte como hay ahora, puedo decir que fuimos pioneros en algún
punto con un grupo de colegas con el que armamos un grupo de lectura que
después lo llamamos Grupo de Acción Filosófica[ii] pero en
principio éramos Eduardo Barrio, Eleonora Orlando, Juan Comesaña, Carolina
Sartorio y yo, nos juntábamos, no es que fuimos los pioneros, tenemos una
historia, pero eso se fue consolidando y fueron creciendo diversos grupos y hoy
creo que es inconcebible para cualquier investigador no pensar en términos
grupales.
-El Grupo de Acción Filosófica depende de alguna otra
institución o es autónomo.
No, no depende
de nadie, era un nombre para un grupo de amigos que hacían filosofía.
-Pero, ¿el lugar donde se reúnen?
No existe más el
GAF. Tuvo un crecimiento muy grande, de mucha gente y hubo un momento en que
sostener una unidad dada la diversidad de temas de intereses y de concepciones
metafilosóficas, etcétera hacía muy difícil una cohesión y un trabajo
compartido, entonces el mismo crecimiento hizo que… no hubo ninguna ruptura, ni
una pelea, al contrario…
-El árbol dio frutos.
Exactamente, el
crecimiento hizo que en algún sentido no tenía más sentido. Hay otras razones
que se podrían dar pero no vienen a cuento de por qué ya no tiene sentido el
GAF. En algún momento lo tenía y ya no lo tiene tanto.
-Estabas en realidad haciendo referencia a que habían
sentido la necesidad….
Entonces ese
mismo impulso hacia lo grupal hizo que también en determinado momento un grupo
de colegas sintiéramos -colegas que pertenecen a la academia y que nos pensamos
a nosotros mismos como trabajadores docentes e investigadores, no outsiders de
la academia- que podíamos conformar un grupo también donde pudiéramos plantear
nuestra voz en lo que respecta a cuestiones de política nacional. En parte
veíamos que la voz del intelectual en la Argentina que siempre fue reclamada, incluso fue
reclamada desde voces de intelectuales, estaba generalmente asociada a figuras
provenientes del campo de las Ciencias Sociales, no tanto de la filosofía, por
diversas razones los filósofos no aparecían con una voz pública fuerte y mucho
menos como un grupo. Voces individuales sí, pero un grupo no, de hecho Carta
Abierta[iii], para
poner un ejemplo no es un grupo de filósofos, la mayoría proviene de la Facultad de Ciencias
Sociales, por dar un ejemplo, el grupo Plataforma[iv] para
pensar en un grupo no kirchnerista, tampoco está conformado por filósofos,
gente que viene de la crítica literaria, la literatura, la antropología, y
entonces en determinado momento con un grupo de colegas dijimos “juntémonos,
empecemos a charlar de política, saquemos un documento”. Esto fue en ocasión de
la proximidad de las elecciones en 2011, de la reelección de Cristina Kirchner.
Entonces armamos un grupo que se llamó FIDES, un nombre interesante que alude
al concepto de confianza y teníamos un blog que se llamaba El Pingüino de
Minerva[v]. Fuimos
más conocidos por el nombre del blog que por el nombre del grupo. Sacamos un
manifiesto y después utilizamos la plataforma de ese sitio para sacar nuestros
ensayos de aproximación a los fenómenos de la política nacional y ahí yo
publiqué -creo que debe ser el texto que yo he publicado que más ha sido leído
[risas]- que no es un texto académico ni una obra de teatro sino ese texto que
se llama “Hacerse peronista”[vi] que lo
escribí en 2011. Nicolás Lavagnino que es el que sigue manejando el blog y
sigue viendo las entradas me dice que siempre hay gente que lo lee, es decir
que sigue siendo leído, muy llamativo el fenómeno, y esa fue una experiencia
interesante la de ese grupo.
-Es que hace referencia a algo que estábamos hablando
un rato antes de la entrevista que es preguntarte sobre la experiencia de
hacerse peronista, y con relación a eso te queríamos preguntar qué es ser
peronista para vos.
Bueno, nadie lo
sabe.

Bueno, alude a
demasiadas cosas y esa es parte de su riqueza. Lo importante no es qué
significa el peronismo sino que se hace con ese significante, creo yo. En mi
caso, lo que yo en parte digo en ese ensayo es que ser peronista es primero
decir “ser peronista”, en mi caso fue eso, cuando cumplí 40 años, a mis amigos
en la fiesta de cumpleaños, les dije, me hice peronista.
-¿Y también reivindicativo?
El peronismo
siempre está reclamando ser reivindicado. Porque el peronismo sigue siendo, la
frase de William Cooke es “el hecho maldito del país burgués” y yo hace muchos
años a Horacio [Banega] se lo dije -ahora lo dijeron por ahí- que hay que
cambiar ese slogan, que es “el hecho burgués del país maldito” porque
evidentemente el movimiento peronista es un movimiento de redistribución del
ingreso, no es un movimiento revolucionario marxista, es un movimiento
keynesiano digamos de industrialización y redistribución del ingreso. Quieren
llamar a eso burgués, es burgués, pero el país es tan maldito que ni siquiera
un movimiento de redistribución del ingreso y reindustrialización ha sido
posible, le costó mucha sangre a este país el impedimento del desarrollo de ese
proyecto, entonces siempre está siendo reivindicado a pesar de su carácter
burgués si querés, como es un país maldito, siempre está reclamando la
reivindicación porque además tiene sobre sus espaldas muchos muertos. También
en sus manos tiene sangre, ¿no? Pero tiene más muertos sobre sus espaldas que
sangre en sus manos, no? Aludiendo al peronismo en su totalidad, con su
diversidad de espacios.
Y lo que creo
que nos pasó a muchos de nosotros es que la crisis de 2008, la crisis con el
campo, nos hizo sentir las mismas dicotomías que leíamos en los libros de
historia o que nos relataban nuestros mayores, que habían vivido en la década
del ‘40 y del ‘50. La misma discursividad, las mismas tensiones, las mismas
aporías reaparecían, como si hubiesen estado tapadas después de la dictadura y
después de ese gran equívoco que fue el menemismo, es decir el peronismo, el PJ
llevando adelante la política de culminación de lo que había empezado la
dictadura.
Todo eso fue un
gran problema para la ubicación de los campos políticos en Argentina, que el
peronismo haya sido finalmente el que terminó con lo que había iniciado la
dictadura. Y desde 2003, en adelante, y en especial después de la crisis de
2008, donde los campos vuelven a establecerse, había que tomar partido. Y los
que nos sentíamos en cierta cercanía con el modelo redistributivo, tomamos
partido por el peronismo. Y ahí es donde viene el acto performativo, para mí,
porque uno puede decir “soy kirchnerista pero no soy peronista”, y como digo en
mi ensayo, siempre entendí ese gesto como de cierta cobardía política. Quizás
no en las nuevas generaciones, pero sí en la generación de los cuarenta para
arriba, donde la conexión a través de los relatos y a través de la historia con
lo acontecido en la década del cuarenta y cincuenta no podía ser denegada,
había que hacerse cargo de esos relatos históricos que hacen posible la
emergencia de un fenómeno como el kirchnerismo. Entonces, muchos sentimos que
no nos decíamos peronistas, que no decirlo ahora era un acto de no entender la
historia de ese movimiento y del presente que muchos de nosotros reivindicamos.
Y eso me valió muchas cuestiones. Por ejemplo, supe que un filósofo, un
profesor muy querido por mí, y que sé que me aprecia, no voy a dar el nombre,
porque no me lo dijo a mí, pero trascendió, comentó después de leer mi ensayo Hacerse peronista, algo así como: “si la
filosofía analítica no sirve para no hacerte peronista, no sirve para nada”.
Así que mucha gente que me veía de una manera curiosa, se sintió sorprendida
por mi ensayo, otros no. Los que me conocen bien no, pero otros sí. Y eso fue
divertido. Yo lo viví de una manera muy alegre.
La escritura de
ese texto para mí fue un acto de alegría. Creo que se nota en la textualidad
del texto. Y creo que parte de esa alegría ha hecho que, si bien he recibido
estas chanzas, no he recibido nunca una mirada de desprecio o de crítica
profunda, al contrario, siempre he recibido respeto, incluso de gente muy
gorila. Creo que tiene que ver con que es una enunciación alegre, no calculada.
-En definitiva escribir un texto así también está
pendiente de la repercusión ¿no? porque si no se quedaría en una reflexión
íntima y nada más.
Por supuesto, y
eso para mí fue crucial y fue una de las experiencias más extraordinarias que
tuve en los últimos años. Porque en virtud de ese texto fui convocado por la Secretaría de Cultura a
un programa que se llamaba “Café Cultura” donde invitaban a intelectuales,
gente de la cultura, de las artes, a dar charlas informales sobre un tópico
cualquiera, en distintas ciudades y pueblos del interior. Y a mí
sorprendentemente, un día me convocaron. Dentro de ese marco di muchas charlas,
en Jujuy, en la provincia de Buenos Aires, en Río Negro. Recorrí varios pueblos
y el contacto con la gente que se acercaba a escucharme, a discutir, a
conversar, fue extraordinario.
Yo hablaba sobre
el peronismo, pero era un poco más amplia mi charla. Mostraba la tensión de la
militancia entre la confianza y la crítica, que hay un bandeo hacia la crítica
que es propio de la modernidad y hay una reivindicación de la confianza en la
filosofía contemporánea, y que el militante, el actor político, vive
permanentemente la tensión entre esos dos polos. Y expresaba que yo creía que
el peronismo era tan fuerte en Argentina, porque era la fuerza política que
mejor mostraba la tensión, porque es la fuerza política que legó al discurso
político argentino dos conceptos que son los conceptos de la tensión: el
concepto de conducción y el concepto
de movimiento. Que son dos conceptos
que están en tensión permanente. Pero esa tensión es justamente la tensión del
actor político, que parecía que el peronismo, en sus mismos conceptos, se hacía
cargo de la tensión.
- El
actor político pensado dentro de un partido, ¿no?
Y dentro de la
tensión que consiste en ser un movimiento donde no hay fijeza pero también hay
una conducción. Y eso es tensión pura. Es la vivencia de la acción política. Y
que el peronismo tenga esos conceptos como centrales daba fuerza a su política,
que de la misma enunciación de sus principios estaba elidida la tensión. Esa
era la charla y desde ahí discutíamos. Y esa experiencia fue muy enriquecedora,
y muy formadora para mí como filósofo, desde ese intercambio. Eso es lo más
importante.
-
Teniendo en cuenta que vos seguramente no ves como polos extremos a la
filosofía analítica y a tu hacer en otros espacios como el hacer político, y
también artístico, ¿cómo pensarías la relación entre la filosofía y la
política? ¿Cuál debería ser esa relación?

-La profesionalización de la filosofía, el modo de
practicarla encerrado en la academia, el salir de la universidad y ser un
ciudadano con un sentido común como cualquier otro, justamente eso, ¿no sería
negar las implicancias que tiene la filosofía teórica respecto de otras áreas?
Yo creo que la
causa primera de esas disociaciones es la falta de curiosidad intelectual. Es
la básica. Luego puede venir la cobardía política, o ética, pero la base a mi
juicio es esa falta de curiosidad intelectual. Y esta falta no es propia de la
vida académica. Uno puede ser un ensayista vinculado a los medios de
comunicación y padecer de la misma falta de curiosidad intelectual que alguien
que está “encerrado” en la academia. O uno puede ser un investigador académico
con curiosidad intelectual y dar los pasos que haya que dar. No veo una
consecuencia inmediata de la profesionalización de la filosofía. El principal
problema de la profesionalización para mí tiene que ver con los criterios de
evaluación, y que esos criterios pueden redundar en desfavorecer la formación
de una comunidad epistemológica propia. Para decirlo rápidamente, una de mis
principales luchas epistemológicas, metafilosóficas, políticas si querés, es
convocar a que los filósofos latinoamericanos, o al menos los argentinos, se
lean entre sí y se citen. Uno se encuentra en la inercia de citar el último paper del último scholar que se acaba de graduar en Oxford, y a lo mejor el colega
que está en la habitación de al lado tiene lo mismo o algo más interesante para
decir. Sin embargo, uno no lo lee o no tiene el reflejo de citarlo. Es algo que
incentivo en mí mismo y en todo el mundo. Pero hay ciertos cánones de la vida
académica profesional que pueden favorecer esa inercia. Uno puede atravesar la
vida académico-profesional siguiendo esa inercia de manera exitosa. Es un
esfuerzo adicional que hay que llevar adelante, porque las grandes comunidades
filosóficas, de donde sale la agenda filosófica, se constituyen porque hay
gente que se lee entre sí. Y entonces creo que nos debemos los filósofos de la
periferia tener una agenda. Hay ejemplos, pero son escasos, de filósofos de la
periferia que imponen una agenda. Pero para que eso no sea un gesto individual,
y por lo tanto poco fértil, porque eso se queda en ese filósofo, en un nombre,
hay que hacer un esfuerzo colectivo. Y eso es una tarea política, de política
cultural, política filosófica, y en consecuencia de política tout court.
Y que tiene que ver también con lo que yo llamo curiosidad intelectual. Yo creo
que hay que formar a los jóvenes filósofos en la realización de ese esfuerzo.
Porque es un esfuerzo, dado que lo otro es inercial, requiere una contrafuerza.
Por eso lo de los grupos es un camino, aunque el riesgo es que se generen
pequeños nichos y se lean entre diez. Y entonces está el grupo de al lado y no
es leído. El esfuerzo requiere una tensión permanente, la constitución de esa
comunidad epistémico-política de filósofos.
-Estamos hablando de política hace rato ya, y vos
mencionaste a nuestro país como ese “país maldito”…
De garcas… (risas)
-
…que no permiten, estos garcas…
Ni siquiera una revolución burguesa.
- Claro, que se efectivice esa transformación que vos
marcabas como especie de meta del peronismo.
Sí, de industrialización y redistribución.
-Teniendo en cuenta eso, pensando que venimos de 12
años de un intento de realizarlo en la política nacional, y en vistas a las
elecciones que se vienen y al panorama actual, ¿cómo ves vos ese país maldito
al día de hoy y en los próximos años? Y también es una pregunta sobre si se
puede romper la maldición.
Lo que ha pasado
en los últimos 12 años a mí no deja de sorprenderme. Lo que pasa es que como
uno tiene sobre sus espaldas la idea de la maldición uno está permanentemente a
la defensiva. Parte de lo que le pasa al kirchnerismo en sus actos irritativos
es que está a la defensiva. Y eso irrita a cierto sector de la población. Pero
es un estar a la defensiva más que entendible, a mi juicio. A veces uno puede
cuestionar cierta alharaca, cierta sobreactuación en el estar a la defensiva
que puede ser perjudicial, pero en general se entiende, a mi juicio, ese estar
a la defensiva, dada la historia de este país. Ahora, ver lo que sucedió el año
pasado con la situación de los fondos buitres, y ver el modo en que reaccionó
el Estado nacional, incluyendo imponer una agenda a nivel mundial, es un acto
de soberanía política inesperado en nuestro país después de la dictadura. Y
también de astucia y de inteligencia políticas, y de muchas cosas. Entonces eso
da una esperanza de que se ha consolidado, creo, un suelo donde ya no se puede
hacer cualquier cosa. De hecho los discursos últimos de Macri parecen ser el
triunfo del kirchnerismo, en el sentido de que no se puede hacer cualquier
cosa. Y eso es una confianza a la que uno apela frente a la posibilidad de un
futuro al menos un poco más conservador, a lo cual probablemente vayamos.
También no ayuda la situación económica mundial, incluyendo la baja de los
commodities. No ayuda pero no hay que sobredimensionarlo discursivamente,
porque entonces se te vuelve en contra cuando te dicen “tenías el viento de
cola”. Sí, tenías el viento de cola pero se hicieron muchas cosas para que el
viento rumbeara para un lado favorable. Yo creo que la política del gobierno de
los últimos años, si bien con dificultades específicas, ha generado un suelo de
cosas más difíciles de hacer. El gran problema, a mi juicio, del país es que se
llegó a un límite en la capacidad de perforar la pobreza estructural que se
generó a partir del año 1976. Pareciera que todo lo que se ha hecho hasta ahora
desanduvo lo hecho a partir del menemismo, pero hay un núcleo de un 20% de
pobreza estructural que el kirchnerismo no ha logrado perforar. Y eso es lo que
se produjo en el ciclo 1976-2001. Que haya una pobreza estructural que tiene
que ver por supuesto con la política educativa, con la desocupación de muchos
años, con muchas historias que un sociólogo o un cientista político podría
explicar mucho más que yo. Y ese es el gran desafío pendiente del peronismo,
volver a la fiesta peronista de los ’50. Pero evidentemente las dificultades
son muy grandes. Entonces cualquier atisbo de movimiento conservador en lo
económico sería muy perjudicial, sería un retroceso profundo, porque de lo que
se trata es de avanzar con mayor énfasis, porque lo que se viene es lo más
difícil. Así que yo creo que vamos a un momento más conservador en lo cultural,
la presencia del Papa Francisco en eso es perjudicial para lo que es
deconstruir el nivel socio-cultural en Argentina, es como un tsunami que nos
apareció. La parte positiva de ese tsunami es que es un Papa, digámoslo,
peronista, entonces puede hacer que ese suelo de que no se pueda hacer
cualquier cosa esté retroalimentado con esa voz. Aunque yo no querría que fuera
por esa razón, lamentablemente, pero es la parte positiva. Así que yo creo que
podemos esperar algunos años de mayor conservadurismo socio-cultural, lo cual
es lamentable, y a la espera de que no haya ni un atisbo de conservadurismo en
lo económico, porque eso sería trágico. Y allí dependerá de cuán sólido es ese
suelo que se forjó, y de las fuerzas políticas de la izquierda peronista que se
han ido conformando en estos últimos años, de su fortaleza, de su capacidad de
presión, y demás. Es una apuesta que demanda de los peronistas una presencia
firme y constante. No podemos ya descansar como quizás descansamos en los
últimos años, sino que va a demandar una militancia muy firme.
-Volviendo a la filosofía, ¿cómo definirías a la
filosofía pensando en una persona que no necesariamente haya leído obras
filosóficas ni le sea un ámbito cercano?
A mí me gusta
mucho la definición de Wilfrid Sellars de la filosofía, que dice tan poco y
dice mucho: la filosofía es la disciplina que se ocupa de cómo las cosas, en el
sentido más general de la palabra, se relacionan, en el sentido más general de
la palabra, entre sí. Y otra que es la más linda, es la definición de Silvia
Magnavacca, una profesora de filosofía medieval, de las mejores que tuve yo en
la carrera de filosofía. Ella alguna vez dijo: “la filosofía es una ardua,
dura, terrible tarea de explicitación de lo obvio” (risas).
Sí, o del segundo Wittgenstein. No sé, la
filosofía es tan amplia como el peronismo (risas).
-Gracias
por el título para la entrevista (risas).
“Filósofos somos todos” (risas). No, no,
creo que parte de lo que es ser filósofo es no saber qué es ser filósofo. Parte
de lo que nos convoca es que no sabemos lo que hacemos ni por qué.
[i] Ver entrevista realizada en este mismo Blog: http://entrevisionesdelafilosofia.blogspot.com.ar/search/label/Horacio%20Banega%20%281era.%20Parte%29
[ii] El blog de Acción Filosófica es:
http://www.accionfilosofica.com/tapa/tapa.pl
[iii] El Espacio Carta Abierta o Carta Abierta refiere a un
grupo de intelectuales argentinos
reunidos en marzo de 2008, cuando el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner enfrentó el paro agropecuario que durante 129 días (entre el 11 de marzo de 2008 y el 18 de
julio de 2008) realizó una serie de medidas de protesta como la interrupción del transporte interurbano y de las exportaciones
agrarias mediante el bloqueo de rutas y puertos. Más información en: http://www.cartaabierta.org.ar/
[iv] Refiere a el grupo de intelectuales autodenominado Plataforma 2012, inaugurado como
contracara del Espacio Carta Abierta y manifiestamente crítico del movimiento
kirchnerista. Para más información: http://www.plataforma2012.org.ar/
[v] https://elpinguinodeminerva.wordpress.com/
[vi] https://elpinguinodeminerva.wordpress.com/palabras-dadas/hacerse-peronista-federico-penelas/
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